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La noticia de la victoria en Salta causó gran entusiasmo en todo el territorio de las Provincias Unidas del Río de la Plata. En Buenos Aires, las autoridades sintieron gran beneplácito, y la figura de Manuel Belgrano se agigantó hasta límites inimaginables.
Los tres triunfos sucesivos en Río de las Piedras, Tucumán y Salta, entusiasmó a las autoridades de la Asamblea del Año XIII, y enfervorizaron también, el ánimo del pueblo que seguía con preocupación la marcha por la Independencia.
Pero los éxitos de Belgrano, también despertaron celos y rencores entre los mediocres que nunca faltan. A los supuestos errores señalados por la capitulación de los realistas, pronto se sumaron juicios adversos y críticas mal intencionadas por la inacción en que había caído el Ejército del Norte, luego de la batalla del 20 de febrero.
Como lo consigna Bartolomé Mitre en su Historia de Belgrano, “El triunfo de Salta empeñaba la gratitud nacional, y el gobierno, asociándose al sentimiento público, colmó de distinciones a los vencedores”.
Y así fue que la Asamblea del Año XIII declaró al general Manuel Belgrano “benemérito en alto grado”, y fundamentó el decreto correspondiente con estos conceptos: “Es un deber propio del Cuerpo Legislativo honrar al mérito, más bien para excitar la emulación de las almas grandes, que para recompensar la virtud que es el premio de sí misma”.
Trofeos de guerra
El general Belgrano, como hombre disciplinado que era, luego de la Batalla de Salta remitió a las autoridades de Buenos Aires las banderas que había tomado de los españoles. Y pedía que una de ellas se la remitieran para ponerla a los pies de la Virgen de las Mercedes, Capitana del Ejército, en la iglesia de San Miguel de Tucumán.
Cuando los trofeos llegaron a Buenos Aires y el pueblo se enteró, acudió en masa a la Plaza de la Victoria para presenciar la emotiva recepción de las banderas por parte de la Soberana Asamblea. Luego de que las enseñas fueron llevadas al salón de sesiones y presentadas abatidas en señal de triunfo, habló el gobernador intendente de Buenos Aires, don Antonio González Balcarce quien dijo: “Las glorias de la Patria son todo el Estado: vuestra soberanía lo representa, y es un deber del pueblo de Buenos Aires consagrarle las banderas tomadas a los liberticidas en la Batalla de Salta”. Acto seguido, tomó la palabra el presidente de la Soberana Asamblea, don Carlos María de Alvear quien de pie señaló: “Esas banderas que presentáis a la Asamblea General Constituyente de los pueblos libres de las Provincias Unidas del Río de la Plata es una señal evidente de la completa victoria que han obtenido las armas de la Patria arrancándoles de manos de los enemigos de la América, bajo la conducta de vuestro hijo el general Belgrano. Congratulaos de tener un hijo que hace un ornamento al suelo en que nació”.
Monumento y obsequio
Días después, y por moción del diputado de La Rioja, Pedro Ignacio Castro Barro, se decretó en la sesión del 6 de marzo de 1813, que “se erigiese un monumento duradero, para perpetuar el recuerdo de la victoria del 20 de febrero”. Luego, por un decreto del 8 de marzo, se acordó por unanimidad que se le ofreciera al general Belgrano, un sable con guarnición de oro, con la siguiente inscripción grabada en la hoja: “LA ASAMBLEA CONSTITUYENTE AL BENEMÉRITO GENERAL BELGRANO”. Por último, aprobó se le diese un premio de 40.000 pesos en fincas del Estado.
Mensaje al maestro
Luego que la Asamblea aceptara la propuesta de las escuelas, Belgrano redactó el reglamento que regiría en ellas. El documento del 25 de mayo de 1813, tiene párrafos valiosos pero aquí solo transcribiremos el artículo 18, referido al maestro. Dice así: “El maestro procurará con su conducta, y en todas sus expresiones y maneras, inspirar a sus alumnos amor al orden, respeto a la religión, moderación y dulzura en el trato, sentimiento de honor, amor a la virtud y a la ciencia, horror al vicio, inclinación al trabajo, desapego del interés, desprecio a todo que diga a profusión y lujo en el comer, vestir y demás necesidades de la vida, y un espíritu nacional que le haga preferir el bien público al privado”.
Con el dinero que le donaron pidió se erijan cuatro escuelas
Debían ser de primeras letras para Tarija, Jujuy, Tucumán y Santiago del Estero.
Manuel Belgrano
A consecuencia de los decretos dictados por la Asamblea del Año XIII, que acordaron al general Manuel Belgrano, un sable de honor con leyenda alusiva y 40.000 pesos, por la victoria en Salta, el creador de nuestra Bandera Nacional respondió de esta manera: “El honor con que V.E. me favorece al comunicarme los decretos de la Soberana Asamblea, me empeña sobre manera a mayores esfuerzos y sacrificios por la libertad de la Patria.
Pero cuando considero que estos, mis servicios, en tanto deben merecer el aprecio de la Nación, en cuanto sean efecto de una virtud y fruto de mis cortos conocimientos dedicados al desempeño de mis deberes; y que, ni la virtud, ni los talentos tienen precio, ni pueden compensarse con dinero sin degradarlos; cuando reflexiono que nada hay más despreciable para el hombre de bien, para el verdadero patriota que merece la confianza de sus conciudadanos en el manejo de los negocios públicos, que el dinero o las riquezas; que estas son un escollo de la virtud que no llega a despreciarlas; y que, adjudicadas en premio, no solo son capaces de excitar la avaricia de los demás, haciendo que por general objeto de sus acciones subrogue el bienestar particular al interés público, sino que también parecen dirigidas a lisonjear una pasión, seguramente abominable en el agraciado.
No puedo dejar de representar a V.E. que -sin que se entienda que miro en menos la honrosa consideración que por mis cortos servicios se ha dignado dispensarme la Asamblea Soberana, cuyos legítimos decretos respeto y venero- he creído propio de mi honor y de los deseos que me inflaman por la prosperidad de mi Patria, destinar los expresados cuarenta mil pesos, para la dotación de cuatro escuelas públicas de primeras letras, en que se enseñe a leer y escribir, la aritmética, la doctrina cristiana, los primeros rudimentos de los derechos y obligaciones del hombre en sociedad, hacia esta y hacia el gobierno que la rige, en cuatro ciudades a saber: Tarija, Jujuy, Tucumán y Santiago del Estero (que carecen de un establecimiento tan esencial e interesante a la religión y al Estado, y aun de arbitrios para realizarlo), bajo reglamento que presentaré a V.E. y pienso dirigir a los respectivos Cabildos”.
Una deuda saldada 134 años después
En su visita del 23 de octubre de 1947 a Tarija, el presidente Juan Domingo Perón hizo entrega al pesidente de Bolivia, Enrique Hertzog, el dinero adeudado para la construcción de una escuela en esa ciudad. Era la parte correspondiente que la Asamblea del Año XIII le había donado Belgrano por su victoria del 20 de febrero en Salta.