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Política y filosofía ambiental

Domingo, 03 de febrero de 2019 02:02
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Recientemente Ricardo Luis Mascheroni publicó una carta abierta titulada ¿Quién mueve los hilos del ambientalismo? En general, coincido con la ponencia de Mascheroni de que el debate ambiental es manipulado por intereses creados, y aquí me refiero a "intereses" en plural; plural que complica el análisis, ya que ninguno de estos intereses en particular predomina en el meretricio de la causa ambiental, y ninguno de ellos es el solo motivo que domina las aberraciones que estamos viviendo. En lo que respecta al ambientalismo bien entendido, es decir la preocupación por la preservación del ecosistema, los primeros actores coinciden temporalmente con el hippismo de los años sesenta, pero no son necesariamente parte de las filosofías de la Nueva Izquierda planteada por los hippies.

El primer llamado de la ciencia ambiental lo hizo Rachel Carson en 1962. A partir de la década de 1950 Carson había estudiado la conservación del medio ambiente y, en especial, los problemas causados por el uso indiscriminado de plaguicidas sintéticos, a los que documenta en su libro "Silent Spring" (Primavera silenciosa) en donde Carson acusa a la industria química de difundir desinformación y a funcionarios públicos de aceptar sin cuestionamientos las demandas de marketing de la industria química. El resultado fue la concientización del público estadounidense, que culminó en la creación de la Agencia de Protección Ambiental de los Estados Unidos. El hippismo, expresado en la Nueva Izquierda, tiene su primera formulación en "One-Dimensional Man" de Herbert Marcuse que, desde una óptica marxista, es crítico del capitalismo y propone un énfasis en el pensamiento racional para combatir la explotación de clases y emancipar al hombre de los poderes represivos de la sociedad capitalista de la posguerra y, de esta manera, articula las tácticas disruptivas de la "New Left" (Nueva Izquierda) que aún perduran en la academia. Sin embargo, Marcuse tiene poco qué decir con respecto al medio ambiente. Las posturas políticas medio-ambientalistas son formuladas por primera vez en 1973 por el economista Ernst Friedrich Schumacher, quien, a consecuencia de la crisis energética de 1973, publica su texto seminal "Small is beautiful: A study of economics as if people mattered", donde propone la adopción de tecnologías apropiadas para un mundo a escala humana, en contraposición a objetivos tales como "mientras más grande es mejor" que plantea el consumismo capitalista. El debate, que hasta ese momento se había concentrado en hechos concretos y posibles soluciones, se descarrila cuando se introduce el debate "neo-Malthusiano" que atribuye la degradación del medio ambiente al crecimiento de la población humana, expresado por Ehrlich y Ehrlich cuando afirman: "La batalla para alimentar a toda la humanidad está perdida. A estas alturas nada puede evitar un aumento sustancial en la tasa de mortalidad del mundo..." (The Population Bomb).

A partir de este momento comienza a predominar el catastrofismo ecólatra que prevalece hoy, catastrofismo que sirve a intereses espurios de diversos orígenes y con diferentes objetivos oscuros, algunos de los cuales fueron enumerados por Mascheroni en su misiva pública.

La consecuencia es que el medio ambientalismo se convierte en un movimiento político apocalíptico que predica a la ecología como ecolatría dogmática y clasifica a la gente como creyentes o herejes, estos últimos reos a ser condenados a la hoguera virtual por la Inquisición Verde. Queda por verse si es posible volver a la cordura y a propuestas sensatas de conservación, aunque dado el panorama político nacional y global se debe dudar que tal cosa pudiese pasar en un futuro cercano.

 

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