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La hipótesis Fernández-Fernández

Sabado, 22 de junio de 2019 00:00
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Las opciones para las elecciones presidenciales. Todo parecería indicar que las principales fuerzas que contendrán en las elecciones presidenciales de 2019 serán las que enfrentarán al actual presidente Macri con el binomio Fernández-Fernández, quedando en tercer lugar otras fuerzas.

De cara a 2020

A grandes rasgos, si la fórmula ganadora fuera el binomio Fernández -Fernández, encontraría, de cara a 2020, una tasa de inflación anual de aproximadamente un 40%, con un alto nivel de endeudamiento externo, aunque con amortizaciones que dispondrían del financiamiento necesario inicial. Asimismo, el déficit fiscal será sustancialmente inferior al de los últimos años y la balanza comercial exhibirá asimismo un mejor perfil que el de períodos pasados.

Por otra parte, la Argentina se encuentra mejor posicionada en cuanto a su balanza energética al haberse potenciado Vaca Muerta, a la vez que ha aumentado la oferta de energías renovables y también se han producido importantes progresos en materia de infraestructura, tanto vial como férrea y portuaria. Del lado social, en cambio, no se han registrado progresos al no haberse recuperado la economía de un largo proceso recesivo, lo que impidió un crecimiento del empleo.

Las asignaturas pendientes

Sin pretender agotar la inmensa lista de temas sin resolver en la Argentina, seguramente uno de los principales es el de la inflación que debe reducirse a niveles compatibles con los que exhiben las demás economías de América Latina. En paralelo, la economía argentina debe salir de su prolongado período de estancamiento con el impulso que debe producir la inversión privada, tanto nacional como externa. En particular, debe cobrar ímpetu la exportación, sumando a las actividades tradicionales, otras nuevas, tanto primarias como originadas en procesos que les añadan valor.

No menos importante es llevar adelante las reformas largamente postergadas, especialmente en el terreno laboral y sindical, ya que justamente muchas de las economías hermanas de Latinoamérica nos llevan la delantera también en este terreno. En materia previsional es importante llevar justicia traducida en que, de alguna manera quienes se han beneficiado con transferencias que no guardan contrapartida con aportes previos, equilibren su situación, a la vez que se den por terminados los regímenes de privilegio a sectores que, aun habiendo realizado aportes, disfrutan de una injustificada ventaja relativa al no pagar impuestos a las ganancias.

Una asignatura pendiente no menor es la de avanzar en una profunda reforma electoral que debe incluir también, y perentoriamente, a las provincias- reforma que permita una más genuina representatividad del electorado en el Congreso, a la vez que facilite una menor dispersión de los partidos políticos de modo que expresen la opinión de los ciudadanos al mismo tiempo que levantan posiciones políticas claras.

¿Qué haría el binomio?

Los gobiernos peronistas, en general, tuvieron, en lo político, una impronta fuertemente autoritaria y centralista, a la vez que en términos económicos se manejaron con un enfoque populista expresado en cuestiones como el cierre de la economía, una política hacia los salarios sin la necesaria correlación con la productividad, un gasto público en continuo aumento y una inflación creciente. El último gobierno peronista que terminó en 2015 se ajustó precisamente a este esquema, por lo que, al estar Cristina Fernández como candidata a vicepresidenta, es de esperar una performance similar.

Conforme lo expresado, entre muchas otras medidas, es verosímil imaginar que una de las primeras a tomar por el binomio Fernández-Fernández, en caso de triunfar, sería inducir un importante aumento de salarios.

Como esta medida no puede restringirse al sector privado solamente, inevitablemente el gasto público en personal aumentará, aun si el nuevo gobierno no incrementara la planta.

El gasto público tendría además otra fuente de expansión, y muy apreciable, si, como lo propuso precisamente Cristina Fernández recientemente, se retrotraen los valores de las tarifas de los servicios públicos a meses anteriores, lo que obligará a aumentar los subsidios del Gobierno a las empresas prestadoras. Adicionalmente, es probable que el gobierno Fernández-Fernández incremente los planes sociales e incluso las jubilaciones, todo lo cual llevará a una enorme expansión del gasto público.

Claramente, como existe una diferencia entre la velocidad a la que el gasto público aumentará y la que tomará la eventual mayor recaudación que el incremento del consumo conseguiría -que en cualquier caso será inferior al mayor gasto-, el déficit fiscal se potenciará inevitablemente, aun cuando es imaginable que el Gobierno ralentizaría la obra pública para atenuar la expansión del gasto total. Por su parte, el déficit verosímilmente no se financiaría con mayor endeudamiento externo y, en tal caso, lo más probable es que lo haga con emisión monetaria, la que tampoco sería esterilizada o sea, neutralizada con nuevos bonos públicos, lo que implica que el Gobierno no mantendrá la independencia del Banco Central.

Esta gran expansión del gasto público, si bien en una parte se vería balanceada por una mayor recaudación debida al aumento del consumo y los consiguientes mayores impuestos, inexorablemente generará, más tarde o más temprano, una más elevada tasa de inflación, no tanto porque se expanda la cantidad de dinero sino porque, al amparo de un mayor consumo, las empresas procurarán recuperar márgenes de ganancia perdidos o debilitados toda vez que es inimaginable que el gobierno Fernández-Fernández aplique una apertura de la economía, que es el mecanismo que aseguraría la convergencia de los precios internos y su tasa de variación con los precios internacionales. No obstante, los controles de precios tienen una duración efímera, de acuerdo con la experiencia nacional, internacional e histórica, por lo que es impensable que la tasa de inflación converja a los valores del resto de los países de América Latina, siendo lo más probable que siga su curso tal como ha venido ocurriendo desde largas décadas atrás hasta el presente.

Con respecto a los compromisos internacionales, no parece probable que el gobierno Fernández-Fernández explicite un repudio a estos, pero en cambio podría endurecer su disposición, si no para honrarlos, al menos para cumplirlos en los tiempos previamente acordados, lo que hace también imaginable un mayor distanciamiento de los organismos financieros internacionales y de muchos de los países de América Latina con la Argentina. Aún así, los desequilibrios, gusten o no, deben corregirse, lo que hace imaginable entonces un retorno a “la otra banquina”, esto es, a un nuevo turno ortodoxo en la próxima ronda electoral.

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