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Pilar Sordo: "A las mujeres nos inyectaron más culpas, deberes y miedos"

Domingo, 30 de junio de 2019 12:06
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La psicóloga chilena y autora bestseller estuvo en la Argentina para presentar “La libertad de ser quien soy”, que indaga sobre los obstáculos que impiden a las personas ser libres, un libro sobre “el largo camino de vencer culpas, miedos y mandatos que nos impiden vivir en equidad valorando las diferencias”. En diálogo con Infobae, la psicóloga indagó sobre el concepto de libertad, y los obstáculos que nos impiden alcanzarla. Resumimos parte de la entrevista.
 

¿Qué es la libertad desde su punto de vista?
En mi libro está asociada a la conciencia, al darme cuenta, al estar despierto, al abrir los ojos, los oídos y sobre todo el corazón para ser consciente de cada decisión que tomo, desde qué como, cómo pienso, con quién me junto, qué hago, con quién establezco mis vínculos. Porque lo que muestra el estudio es que cuánto más consciente soy, más libre soy para salirme de los mandatos, para, de alguna manera, vencer obstáculos, o salir de algunos miedos.

¿Cuáles son los obstáculos que nos hacen perder la libertad, especialmente a las mujeres?
Muchos. Yo creo que primero hay obstáculos culturales que tienen que ver con una cultura que enfoca todo hacia el sufrimiento, hacia el deber, hacia el rigor, hacia la autoexigencia, por eso creo que no sabemos descansar. Y ahí hay muchos mandatos del deber ser, en término de cómo debieras funcionar y lo poco que uno se puede escuchar en esa tarea. Creo que en el caso puntual de las mujeres, esos mismos mandatos son mucho más severos. Incluso en términos de valores estéticos. Creo que lo otro son las culpas, que también las mujeres estamos más pesadas en la balanza, porque el modelo patriarcal nos hizo sentir culpables de todo lo que no tuviera que ver con lo afectivo. Eso no quiere decir que el modelo patriarcal no haya liquidado a los hombres también, porque yo creo que les destruyó la vida en términos de quitarles la posibilidad de ser papás por siglos, de haberles abortado la expresión emocional, de haberlos hecho competitivos en lo sexual y en lo productivo. Por lo tanto, creo que es un desafío para todos y todas. Pero me parece que lo de la culpa y los miedos como que nos lo inyectaron más a nosotras para impedir conseguir metas porque era funcional al sistema. Si yo me sentía culpable me movía menos, entonces el hombre tenía más protagonismo. Era para que el circuito patriarcal terminara funcionando. Por lo tanto creo que ahí hay un desafío grande. Y después es un desafío social, que tiene que ver con desexualizar la relación hombre-mujer, los espacios en los que no hay consenso, y sólo mantener la sexualización o que me vean como mujer en los espacios en los que yo quiero que me vean como mujer. En los que no quiero que me vean como mujer y que me vean como persona, quiero que me vean como persona. Y esto generalmente tiene que ver con la calle, el subte, el colectivo, el trabajo y otros tantos.
Y lo otro que yo también creo que impide la libertad de esta conciencia es la poca y nula educación emocional que tenemos, este analfabetismo emocional de que uno no se puede reír fuerte porque es mala educación, de que llorar no se puede bajo ninguna circunstancia y que el miedo sigue siendo cobardía, de que sólo nos podemos enojar. Es importante poder tener conciencia de cómo estoy y cómo quiero estar y qué tengo que hacer para estar lo más plena posible.

Hoy está este concepto de que las mujeres son más libres que hace 30 años atrás, pero a la vez vivimos en una época de hiperconexión que nos lleva a mostrarnos en las redes sociales como nuestras vidas son perfectas. Entonces también me parece que en ese sentido hubo un retroceso.
Absolutamente. Yo tengo una abuela de 102 años, y tengo la sensación de que ella nunca se pensó a sí misma. Ella vivió, sufrió, rió. Y no me atrevería a decir que ese acto de no pensarse le haya quitado libertad. Probablemente visto hoy por una feminista diría “obvio que sí, que ella podría haber hecho tal y tal cosa”. Sí, pero eran otras épocas donde esos espacios no estaban. No sé si fue más o menos libre que yo. Lo que sí creo es que hoy en día nos estamos pensando más. Eso puede ser muy bueno si lo aprovecho en pos de llegar a profundidades de mi identidad, de mi conciencia como ser humano que me permita ser mejor persona y entregar mejores cosas al resto, pero también puede ser un tremendo problema pensarse tanto, porque al final uno pierde capacidad de disfrutar, sobreanalizas todo, te llenas de miedos, además, porque sobrepensar te deja paralizada o estancada en ese camino.

Y esta cuestión del sobrepensamiento tiene que ver también con el enemigo interno que vos menciona en su libro. ¿Qué es el enemigo interno?
Es el tema con el que uno trabaja toda su vida. Para algunas personas podrá ser el egoísmo, para otras la soberbia. Y hay enemigos que vienen como en pack, digamos. La soberbia, el egoísmo y el orgullo vienen a veces como un solo enemigo. La ansiedad, la angustia y a lo mejor la sobreexigencia vienen como en uno solo. Pero son el tema con el cual uno pelea, y hay gente que pelea toda la vida con su paciencia, con su timidez. Y es como un tema, porque en realidad si uno lo busca al enemigo al final uno tiene que tratar de hacerse amigo. Hay que reconocerlo, dejarlo salir a ratos, pero tener conciencia de que este enemigo existe. Es un tema que a la larga te acompaña toda la vida.
 

Infobae

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