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Andrea Kohan, directora de la Escuela Hatikva de la colectividad judía, será la primera salteña reconocida con el premio Jean Louis Tauran por su labor interreligiosa en Salta. Su tarea la llevó a compartir con pueblos originarios, focolares, musulmanes, evangélicos metodistas, ortodoxos sirios, budistas, y la lista podría ser interminable porque afirma ser una “activa militante” del diálogo. “Para que triunfe el mal, basta con que los hombres de bien no hagan nada”, decía el escritor Edmund Burke. Andrea entendió aquello y lo practica en Salta, intentando derribar nada menos que uno de los grandes muros que dividió y divide la humanidad: las religiones.
Su formación en el deporte la dotó de disciplina y perseverancia, que conjuga con la sensibilidad que le aportó su formación artística. Hoy construye puentes que no pretenden ser “grandilocuentes”, sino entablar lazos de apertura desde su labor cotidiana de docente.
¿En qué grupos trabajás con la interreligiosidad?
En el Movimiento Ecuménico Cristiano e Interreligioso de Salta, que coordina Felipe Medina. Lo ecuménico son las distintas manifestaciones del cristianismo. Realiza exposiciones de la Biblia en el Cabildo. Se llevan los viejos escritos de las diferentes expresiones de fe y se hace una oración.
El otro es de Salta por la Paz que comenzó en el 2017, como una iniciativa de Gabriela Carral del Movimiento Focolar y Miguel Illal, que es el representante de la iglesia franciscana y nos convocaron a todo el resto. Es una mesa de diálogo en la que representantes de distintas religiones nos hemos convocado sobre los temas que nos unen, no los que nos separan. Fuimos elaborando distintas acciones en lo que consideramos nuestro aporte por la sociedad, como la oración por la paz, que se hace todos los años y que este año se hará el 23 de septiembre en el patio del convento. También coordinamos las conferencias que se hicieron el año pasado sobre drogadicción y dignidad humana. Son talleres donde se han evacuado demandas, sobre una encuesta que se hizo acerca de qué es lo que la sociedad quisiera o en qué podemos abordar según la necesidad manifestada. Las reuniones son mensuales, donde oramos más íntimamente y coordinamos la agenda y los trabajos que podemos hacer entre todos. La Dirección de Culto nos acompaña en las iniciativas. Ese trabajo ha generado un lazo fraterno entre los que componen la mesa, de modo tal que nosotros nos podemos conocer y acompañar y cada uno estar en la manifestación religiosa del otro, conociendo y siendo parte de algo que en otro momento era absolutamente separado.
¿Qué religiones se sumaron a estas iniciativas interreligiosas?
Hay judíos, musulmanes, distintas maneras del cristianismo... En algunas convocatorias también se sumaron desde los pueblos originarios, budistas y mormones. Pero luego, en el grupo más estable quedamos los focolares, los judíos, los franciscanos, los musulmanes, la evangélica metodista, la iglesia ortodoxa siria. Por ahí estás en la misa de uno, en el shabat de otro, estamos moviéndonos entre nosotros, generando presencia de personas que tal vez nunca hubieras visto en esa institución.
Todos creemos en la misma escritura, que habla del amor, de quienes están al inicio de todas las religiones, como humanos imperfectos que se pueden equivocar, que se pueden enojar, pero que se puede arrepentir y mejorar y resolver sus conflictos. ¿Cómo nosotros, que estudiamos eso, no vamos a interpretarlo y ponerlo en práctica? El mensaje es que no hay una sola manera de ser y estar en este mundo.
¿Cuál fue el resultado de esta apertura?
Tiene que ver con esta posibilidad de sentarse a dialogar, de abrir puertas que antiguamente tal vez estaban cerradas y que hoy por hoy expresan una necesidad que tenemos como sociedad, que es comunicarnos y conocernos y ver qué puntos en común nos convocan y ver qué puede hacer cada uno desde su lugar para tener una sociedad más justa para todos.
Yo también recibo alumnos de la universidad y doy charlas en colegios confesionales o estatales. Mi sensación es que no había demasiada comunicación, y a partir del hecho de que te puedas sentar con una persona a tomar un café y conversar de qué hace uno o qué piensa, se van demoliendo murallas de lo que escuchaste, de lo que leíste en internet o lo que alguien te comentó, y raramente tiene que ver con lo que cada uno hace.
Poder ir a cada institución, que se te abra la puerta, que te muestren cuál es el lugar de culto, cuál es el lugar de educación, cuál es el lugar de la dirigencia donde se toman las decisiones y hablar, mostrar y demostrar que aquello que es del inconsciente colectivo que uno cree que es así porque lo escuchó...no es. Se ha logrado hacer crecer lazos y que se caigan los prejuicios con respecto a las otras religiones.
En el centro de lenguas de la UNSa, donde enseño hebreo, una vez se anotó un alumno que me dijo que quería aprender porque quería “enseñarle a los judíos cómo son las cosas de verdad”. Siempre que uno enseña idiomas, además enseña una cultura. Pasaron cuatro meses, él fue el mejor alumno de ese grupo, tenía muchas ganas de aprender (risas), y cuando termina el curso lo traje con sus compañeros a hacer una visita guiada a la comunidad, y en el cuaderno que firmó me puso que me agradecía porque no se había imaginado que los judíos éramos esto y que a partir de su experiencia su opinión había cambiado radicalmente. A partir de haberse podido sentar a hablar, tener con quién evacuar todas las dudas y que te expliquen con fundamentos, “esto es así, esto lo habrá dicho a alguien pero no es de nosotros , no lo tenés que tomar”; hubo una limpieza de los prejuicios y se generó un vínculo hermoso.
Uno de los grandes prejuicios reside en las creencias del otro...
Hace falta trabajarlo más. Hay mucha gente que se ofende y se enoja, pero todos tenemos de alguna manera prejuicios y preconceptos y crecemos creyendo en eso que alguien dijo o que se dice y lo tomamos como cierto. A los que nacimos dentro de distintas expresiones religiosas parece que las instituciones y las corrientes nos llevan, pareciera que estamos enfrentados, pero solamente no nos conocemos porque estamos anclados en esos sistemas. Pero la verdad que, compartiendo, llegando a la persona, te podés ir dando cuenta de que no es así, encontramos que tenemos muchas cosas en común y entonces uno crece y aprende.
Seguramente no es algo de un día para el otro y seguramente que habrá gente que no está de acuerdo, pero los que si, a esos se atesora y cuida, en ese sentido tenemos que trabajar.
La eterna pregunta , “¿por qué los malos hacen mal, y qué le pasa a la gente buena?”. Pero si uno se mantiene indiferente y estanco, les deja ese lugar de lo desconocido, lo oscuro y lo prejuicioso para que crezca. En cambio, cuando vos sos activo... porque el que es activista del odio y el fanatismo, se mueve. El problema es el de la pasividad del que no piensa así. Cuando el que no piensa así se mantiene pasivo, pasa a fortalecer aquello otro.
En un viaje a Israel estuve en una escuela bilingüe donde había alumnos judíos, árabes, israelíes, cristianos, es una escuela que está en pleno Jerusalén, donde todos conviven, todo el material está en inglés, árabe y hebreo.
Esa escuela está generada para un grupo de padres que han entendido que si sus hijos no comparten cosas desde la infancia, cuando sean adultos, ¿cómo van a hacer para dialogar sino se conocen, si lo único que tienen es lo que han escuchado o algún tipo de conflicto que los atraviesa?
Entonces es una tarea que no solo incluye al líder espiritual...
No necesariamente es un rabino, un cura, un padre o pastor. Puede ser un educador el que genere el diálogo, que no tenga esa línea de imponer una creencia, sino que haga como en el aula, tomar las realidades de cada uno y ver qué se construye con eso, porque vos sabés hacia dónde va, pero no sabes cómo vas a construir ese puente.
Es una labor artesanal para saber qué está sintiendo el otro, para hablar con él. Hay mucha gente que condena el enojo, pero el enojo es buenísimo porque el otro te demuestra que le duele, que le importa y ahí tenés algo que trabajar y ver. Destrabar ese enojo y el propio también. ¿Cómo no lo vas perdonar y no querer que te perdone? Lo que no se puede trabajar es la indiferencia.
¿Hay aún prejuicios con el judío?
Sí, hay. ¿Pero sabés que veo que también sucede? Que también hay una predisposición para la escucha, para resolver el conflicto, para poder hablar y eso se va modificando en los adultos, padres, las escuelas, en los diferentes ámbitos. No es algo que ya está instaurado, pero es algo con lo que siempre convivimos, desde que se nace, por lo menos desde que tengo recuerdos siempre existió, pero vas encontrando las herramientas para el diálogo, y si el otro está escuchando, es porque también está preparado para el diálogo.
¿En la escuela de la comunidad judía se les enseña a entablar el diálogo a los niños y niñas?
Mirá, te diría que en la mayoría de nuestros chicos no es ni una pregunta, porque muchos vienen de familias interconfesionales, donde el papá tiene una religión y la mamá otra. Por lo tanto, al conflicto lo tienen en la mesa de la casa, cuando se juntan a comer y festejar la festividad de uno y el del otro. Y se discute cual sí y cual no y por qué. Entonces, más que nunca lo que tenemos que promover es el diálogo y la convivencia entre todos, por ellos, por nuestra realidad porque ya somos muchas generaciones de inmigrantes en la Argentina y eso hizo que nos comuniquemos y generemos patrones familiares diferentes, es nuestra realidad. Entonces, ¿cómo vas a educar a alguien diciéndole que una parte de su identidad no puede comunicarse con la otra?. Al contrario, hay que fortalecer y favorecer esa apertura. Vienen tus abuelas, la que es judía y la que no porque son ambas tus abuelas, y las dos tienen que estar. Esa creencia es con amor y respeto, por eso vos existís.