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20 de Mayo,  Salta, Centro, Argentina
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Muchos piden que se abra el juego para ayudar a los wichis

Los que conocen a la gente y el terreno, quieren colaborar en esta crisis humanitaria.
Jueves, 30 de enero de 2020 02:01

En silencio o a viva voz, con profesionales o solo con la sabiduría del corazón, decenas de filántropos han sorteado las dificultades del Chaco salteño desde hace décadas para acercarse a las comunidades más pobres y solitarias a tenderles la mano. Son caminantes intrépidos del monte, no le temen al río... aman demasiado quizás, y eso es lo que hace falta ahora: sumar a los que conocen a una gran cruzada que pueda vencer la emergencia sociosanitaria del norte y, después de la contingencia, ayudar a los wichis a cruzar la quebrada de la pobreza con proyectos verdaderos, tangibles, concretos. Ellos pueden tener otra vida, aunque hoy haya muy pocos ejemplos para dar.

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En silencio o a viva voz, con profesionales o solo con la sabiduría del corazón, decenas de filántropos han sorteado las dificultades del Chaco salteño desde hace décadas para acercarse a las comunidades más pobres y solitarias a tenderles la mano. Son caminantes intrépidos del monte, no le temen al río... aman demasiado quizás, y eso es lo que hace falta ahora: sumar a los que conocen a una gran cruzada que pueda vencer la emergencia sociosanitaria del norte y, después de la contingencia, ayudar a los wichis a cruzar la quebrada de la pobreza con proyectos verdaderos, tangibles, concretos. Ellos pueden tener otra vida, aunque hoy haya muy pocos ejemplos para dar.

A saber, en el norte, ahí donde la pobreza es infernal entre los wichis, donde ni siquiera acceden a una buena educación, que es el factor inclusivo por excelencia; ni al agua ni a la salud, factores sin los cuales se promueve la extinción de las comunidades, un pequeño grupo se aleja de los discursos estériles que los marginan en la miseria y el olvido. Es la comunidad wichi San Ignacio de Loyola, un espejo en el que no quieren mirarse los detractores del indigenismo, esos que etiquetan con palabras absurdas la cultura ancestral que ha sobrevivido a siglos de colonización excluyente. San Ignacio, a pocos kilómetros de Hickman, en Embarcación, es la prueba de que se puede cambiar la realidad de las comunidades aborígenes con educación y trabajo. Ahí, con gran habilidad, 27 trabajadores wichis van remontando en un taller textil, años de creer que la indiferencia era el destino. Van desandando la condena de la pobreza y destruyendo la teoría que ampara toda su miseria y su hambre, a la sombra de la justificación cultural.

Son 20 familias, 150 personas, 27 trabajadores de un próspero taller textil que demuestran a los gobernantes y a sus hermanos de todas las comunidades que hay un horizonte posible. Ellos pueden contagiar el valor de emprender nuevos caminos con lo más concreto y convincente: el ejemplo. Pero se necesita la voluntad del Gobierno y de otras entidades sociales y empresariales para entender cómo lo hicieron y replicar el probado modelo. Se necesita invertir y acompañar, no ya en remedios para el hambre, no ya en parches para el hacinamiento, sino invertir en horizontes nuevos que paguen la deuda de la dignidad robada por tantas décadas.

Piden a Médicos Sin Fronteras

Comunidades wichis del Chaco salteño enviaron junto a profesionales sanitaristas dos cartas a la presidenta de Médicos Sin Fronteras (MSF) para América del Sur, Josefina Martorell, solicitando la asistencia urgente de la organización. Una de las cartas está firmada por el médico Carlos Trotta, expresidente de Médicos Sin Fronteras para América Latina, el médico Medardo Ávila Vázquez, de la Red de Médicos de Pueblos Fumigados, y el médico sanitarista Emilio Iosa, expresidente y fundador de la ONG Deuda Interna. En la carta enviada con fecha 28 de enero de 2020, dicen: "La población wichi, qom, iyojwa'ja y niwaclé que habita desde siempre el este y noreste de Salta y el oeste de Formosa y Chaco se encuentra en crisis humanitaria crónica desde hace años, situación que se profundizó en forma de catástrofe en los últimos 10 años en que el agronegocio desmontó 1.200.000 hectáreas del bosque salteño que ocupaban armoniosamente estas poblaciones. Hoy sin monte que les dé refugio y alimentos, se acumulan en pueblos y villorrios sin agua, sin alimentos y con profundas dificultades para adaptarse a la nueva situación. Estos pueblos han sido históricamente cazadores-pescadores-recolectores y requieren de nuestra sociedad un trato humanizado con contenido intercultural y de género".

La misiva agrega: "La crisis humanitaria es tan grande que en lo que va del año han muerto 6 niños a causa de la desnutrición... La situación sanitaria es gravísima, el hambre y el estrés del despojo para un pueblo tan manso es terriblemente traumatizante, la desnutrición es generalizada, y niños con marasmo y kwashiorkor (dos tipos de desnutrición) al estilo africano se detectan en casi todas las comunidades, la tuberculosis y el Chagas tienen índices de incidencia altísimos, la mortalidad materna se sospecha que es muy elevada tam bién".

Continúa: "Un grupo de médicos y antropólogos que conocemos la realidad de la región reclamamos que Médicos Sin Fronteras (MSF) se instale en este territorio, esta crisis humanitaria es similar a la de los refugiados africanos en Europa y peor aún. La respuesta del estado nacional y provincial ha sido totalmente insuficiente para ayudar a los pueblos nativos despojados de sus bosques...".

De la sequía a la inundación

Antonio César Villa, de origen diaguita calchaquí y secretario de Relaciones Institucionales del municipio de Santa Victoria Este (conducido por el intendente wichi Rogelio Nerón, desde el 10 de diciembre de 2019), alertó sobre que “el mayor problema de la zona es el acceso al agua. En este momento tenemos una sequía que está devastando la región, se nos están muriendo todos los animales que ni siquiera se pueden comer porque muchos de ellos están enfermos”. Agregó: “Por otro lado tenemos el río Pilcomayo que está llegando cada vez más caudaloso y en cualquier momento comienza a desbordar en medio de esta sequía”, advirtió.
El río, que nace en los cerros de Bolivia y marca la frontera con Argentina y el sur de Paraguay, “se encuentra tapado en algunos lados por el lodo acumulado por inundaciones anteriores, las que hacen que año a año bajen aludes y se produzcan inundaciones cada vez más frecuentes, debido al desmonte sufrido”, remarcó.
 

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