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Morales-Camacho, las dos Bolivia

Miércoles, 08 de enero de 2020 00:00
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La proclamación de la candidatura presidencial de Luis Fernando Camacho, presidente del Comité Cívico de Santa Cruz de la Sierra y líder de la revuelta que provocó la caída de Evo Morales, puso en blanco sobre negro la naturaleza profunda de un conflicto subyacente que fractura a la sociedad boliviana y alcanza hoy una dimensión política que genera un polvorín en el escenario geopolítico regional.

Desde antes de la colonización española, el territorio boliviano está dividido étnicamente en dos regiones: Occidente y Oriente. El Occidente, al que pertenecen los actuales departamentos de La Paz, Oruro, Potosí, Cochabamba y Chuquisaca, fue parte del imperio incaico. Su población es básicamente aymara y quechua. El Oriente, cuyo centro hegemónico es Santa Cruz de la Sierra, está integrado también por Pando, Beni y Tarija y tiene una población de origen mayoritariamente guaraní. Durante siglos, la región oriental constituyó un límite a la expansión incaica. Esa antigua dicotomía entre el altiplano andino y la "Media Luna (llamada así por la forma de su geografía) se acentuó durante la era colonial. El Oriente fue el asiento principal de la población europea. Esto derivó en un vínculo conflictivo y plagado de altibajos en la etapa independiente iniciada en 1825. Los bolivianos del Oriente tuvieron siempre un sentimiento de superioridad cultural sobre sus compatriotas del Occidente.

Oriente

El Oriente ocupa más del 60% de la superficie boliviana pero alberga apenas a un tercio de su población, cuya mayor parte está concentrada en Santa Cruz de la Sierra. Tradicionalmente la explotación minera hacía del Occidente la columna vertebral de la economía de país. Pero en la década del 80 el declive de la minería, que en la región andina fue sustituida como principal fuente de ingresos por el cultivo de la coca (primer eslabón de la cadena del narcotráfico), trasladó esa condición al Oriente, beneficiado por sus yacimientos de petróleo y gas y por el auge de la producción agropecuaria, incentivado por el "boom" de la soja.

El fantasma separatista

El fantasma de la secesión del Oriente fue una constante de la historia boliviana. En 2001, se produjo el nacimiento de "Nación Camba", expresión de ese independentismo regional. En su manifiesto fundacional, el movimiento estigmatiza a la Bolivia andina: "encerrada en sus montañas, una especie de Tibet sudamericano, constituido mayoritariamente por las etnias aymara y quichua, atrasado y miserable, donde prevalece la cultura del conflicto comunalista, prerepublicana, iliberal, sindicalista, conservadora y cuyo centro burocrático (La Paz) practica un execrable centralismo colonial de Estado que explota a sus "colonias internas", se apropia de nuestros excedentes económicos y nos impone la cultura del subdesarrollo, su cultura".

En 2006, el ascenso de Morales, un caudillo indigenista del altiplano proyectado a la presidencia boliviana, constituyó una bofetada histórica al Oriente. El independentismo, con epicentro en Santa Cruz de la Sierra, cobró un renovado auge. No obstante, tras una primera etapa de duros enfrentamientos, la habilidad política de Morales, ayudada por la bonanza económica, le permitió concertar un acuerdo con las elites cruceñas, que duró hasta 2017, cuando la decisión de forzar la legalidad constitucional para lograr un cuarto mandato presidencial consecutivo rompió ese trabajoso equilibrio y precipitó la crisis institucional que determinó la dimisión del primer mandatario. La asunción de la presidenta interina Jeanine Áñez, diputada por el departamento de Beni, simboliza el ingreso al Palacio de Quemado de una figura política del Oriente. Así como con Donald Trump irrumpió en Estados Unidos la antítesis de Barack Obama (primer presidente negro de su país), el perfil de Camacho, un empresario de la clase alta de Santa Cruz de la Sierra, formado ideológicamente en el tradicionalismo católico (pero ahora respaldado por los evangélicos), es la perfecta contrafigura de Morales, quien se había autoproclamado "primer presidente indígena de América" en una aparatosa ceremonia celebrada en las ruinas precolombinas de Tiwanaku. Cuando Camacho enarbola la Biblia como estandarte, intenta marcar el contraste entre el cristianismo de la región oriental. En el escenario de radicalización política originado tras las denuncias de fraude electoral y el desencadenamiento de la violencia callejera entre partidarios y enemigos de Morales, el liderazgo carismático de Camacho dejó en un segundo plano a la oposición moderada encarnada por el ex presidente Carlos Mesa, principal candidato de la oposición en las anuladas elecciones presidenciales de noviembre.

El poder cruceño

Las movilizaciones que culminaron con el derrocamiento de Morales fueron motorizadas por los "Comités Cívicos", nucleamientos suprapartidarios conformados por organizaciones cívicas de los distintos departamentos (no sólo del Oriente) que reivindican sus autonomías regionales. Tras la recuperación de la democracia en 1982, esos organismos, erigidos en mecanismos de expresión de los factores de poder económico y de las clases medias urbanas, alentaron la descentralización política y consiguieron la elección popular de los prefectos de las ciudades y luego de los gobernadores de los nueve departamentos.

Ese protagonismo de los Comités Cívicos en las protestas contra Morales rebasó las estructuras de los partidos tradicionales. El candidato a vicepresidente de Camacho es precisamente Marco Pumari, presidente del Comité Cívico de Potosí. Con un compañero de fórmula del Occidente boliviano, el líder cruceño pretende irradiar una imagen de “unidad nacional” frente al “divisionismo” de Morales. Pero la idea y la práctica de los “Comités Cívicos” son típicamente cruceñas. Nacieron hace 70 años en Santa Cruz de la Sierra como un instrumento de lucha contra el centralismo ejercido desde La Paz. En 1950, el Comité pro Santa Cruz, recién fundado, logró que el gobierno central concediera a la región un 11% de los recursos provenientes de la explotación de los hidrocarburos producidos en el departamento.

El actual gobernador, Rubén Costas, y el alcalde de la capital cruceña, Percy Fernández, fueron titulares de la institución, a la que suele definirse como “gobierno moral de los cruceños”. Detrás del Comité Cívico, como un “poder detrás del trono”, actúan dos antiguas logias que reúnen a las personalidades más relevantes de la sociedad cruceña: los ”Torobochis” y los “Caballeros de Oriente”. A esta última pertenece Camacho. Munida de ese sólido bagaje histórico y cultural, fortalecida por haber conseguido el control del aparato del Estado y alentada por los EEUU de Trump y el Brasil de Jair Bolsonaro, empeñados en sepultar políticamente a Morales, la elite cruceña, con Camacho al frente, duplica la apuesta. Lo menos que puede decirse es que se trata de una apuesta extremadamente riesgosa.

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