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Argentina, lo que falta y de lo que no hablamos

Domingo, 04 de octubre de 2020 00:00
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El sábado anterior (26/9) propusimos en estas páginas 10 puntos como ejes temáticos para un necesario debate en la Argentina. Allí desarrollamos seis de ellos:

* El crecimiento de la economía.

* Desempleo y pobreza.

* Deuda (gastar lo que tenemos y financiar seriamente).

* Educación universal y de calidad.

* Equilibrar el gasto público.

* Ponerle fin a la pesadilla de la inflación.

Hoy proponemos los cuatro restantes.

7) Infraestructura y transporte

Desde la nacionalización de los ferrocarriles, el transporte de pasajeros y de carga por tren ha experimentado una sistemática degradación debida a la inexistencia de inversiones.

De este modo, se fue generando una caída dramática desde cerca de 40.000 km de vías férreas a valores sustancialmente por debajo de la mitad de esa cifra.

Se conserva la mayoría alrededor del área metropolitana de Buenos Aires, a lo que se suma la no menos sistemática desinversión en materia de existentes y nuevas formas de energías convencionales y no convencionales en las últimas décadas, con la excepción de la de los últimos años.

También deben incluirse las no menos olvidadas y omitidas inversiones en hidrovías, flotas pesqueras y resguardos, además del desarrollo del transporte aéreo, este último reservado para la oligarquía sindical que controla la empresa estatal de aeronavegación, dramáticamente deficitaria. Urge por lo tanto revitalizar el transporte ferroviario, única forma de que el "hinterland" argentino tenga oportunidades de desarrollarse, a la vez que, sin perjuicio del aliento a las inversiones en el resto del espectro energético y de infraestructura, es impostergable el desmantelamiento del monopolio sindical aéreo.

8) Reformas

El populismo, desde sus orígenes, ha infestado la actividad económica, además de otras, con organizaciones obsoletas, además de fuertemente centralizadas, como los sindicatos de trabajadores por ejemplo.

El resultado es que, los salarios se discuten en Buenos Aires, pretendiendo que diferentes regiones del país, con también disímiles niveles de desarrollo, paguen las mismas sumas que la Ciudad de Buenos Aires que ostenta un ingreso por habitante similar al de las economías de mayor desarrollo, con el obvio resultado del trabajo en negro, en el mejor de los casos, y el desempleo como cuestión general.

Es impostergable por lo tanto una reforma laboral que descentralice las decisiones en materia de salarios y empleo, teniendo en consideración que mejor que las de un burócrata con visión de principios del siglo XX, son la que tomen empresarios y trabajadores de cada rincón del país en defensa de sus intereses.

Claramente, estas reformas deben también proyectarse hacia otras áreas conflictivas, como la Justicia y el propio sector público y, no menos importante, el funcionamiento de la política, que muestra la extraña particularidad de que, en general, en la Argentina se logran excelencias en casi todos los rubros, desde la gastronomía, el arte, los avances científicos y otros, pero paradójicamente, esa excelencia está ausente en la política, donde abunda la inoperancia, la mediocridad, cuando no la delincuencia que, además, jamás se juzga y mucho menos se condena.

Evidentemente, hace falta incorporar un mecanismo de criba, enfatizando que las exigencias deben volcarse hacia los candidatos y no a los electores.

Probablemente un buen paso en esta dirección sea el reemplazo de las listas sábana por el mecanismo de elección directa, que no debe confundirse con el voto electrónico que no resuelve las perversidades de las listas sábana.

9) Seguridad

Es inocultable el "progreso" del delito en casi toda la Argentina, con especial énfasis en el narcotráfico, la violencia de género, el abuso de menores, la trata de personas y otros flagelos. Sin caer en simplicidades como la "mano dura", el "gatillo fácil" y otras, es claro que debe desterrarse el así llamado "garantismo", que muchas veces es un eufemismo para disimular la connivencia de algunos jueces y fiscales con los criminales.

De manera similar, con el ahorro de una administración austera, deben mejorarse e incrementarse las cárceles, porque la criminalidad debe ser neutralizada y, hasta tanto otras medidas como una educación de excelencia y la provisión de más y mejores empleos, logren sus efectos, los delincuentes no pueden estar sueltos.

En línea con estas iniciativas, las fuerzas de seguridad deben estar debidamente equipadas y autorizadas para lograr los objetivos de reducción de la criminalidad, actuando dentro de protocolos debidamente estudiados, pero sin que el oportunismo de algunos retrotraiga las acciones del personal de seguridad y los descalifique, persiga o penalice cuando cumplen con su deber según las normas establecidas.

10) El papel del Estado

Como último punto, e incumpliendo el orden alfabético del listado, es necesario señalar el papel del Estado. Claramente, no se trata de discutir su tamaño, aunque siempre los mejores logros deben alcanzarse con los menores costos léase, gasto público. El estado tiene siempre un papel que cumplir, especialmente en materia de prevención, sea de crisis económicas o de catástrofes varias.

Lo que no debe hacer es inmiscuirse en las decisiones de los particulares.

En cambio, un papel estratégico fundamental es el de ordenar la política exterior del país, política que debe mantener su rumbo con independencia de los cambios de gobierno, claramente, en las antípodas de la política que se sigue con respecto a Malvinas, por ejemplo, donde un gobierno promueve acercamientos con los residentes de las islas y la Gran Bretaña, y otro por poco quiere reiniciar la guerra perdida, ignorando que los términos de nuestra rendición podrían haber sido deshonrosos, o haber cobrado muchas más muertes de soldados casi niños.

¿En unión y libertad?

Desde nuestros orígenes como Nación proclamamos la consigna: “En unión y libertad”. 

Sin embargo, el baño de sangre en la Argentina ha ido casi constante: las guerras de la Independencia, las guerras civiles hasta bien entrada la Organización Nacional, la Guerra del Paraguay, la contienda por la federalización de Buenos Aires, la violencia del fraude electoral y las insurrecciones populares hasta la ley Sáenz Peña, el terror anarquista, el nuevo fraude luego del derrocamiento de Yrigoyen, la violencia fascista de los matones de la muerte, las del peronismo y antiperonismo, la penetración guerrillera, la Masacre de Ezeiza, el terrorismo “privado” y estatal de los setenta. 

Claramente, esta falta de “unión”, también ha significado en numerosas oportunidades una conculcación o reducción, como mínimo, de las libertades, sean estas políticas, económicas o de otro tipo. De alguna manera sin embargo, y no sin conflictos y “brechas”, desde la restauración democrática de 1983 muchos de los múltiples desacomodos de nuestra Argentina se vienen encauzando razonablemente bien, sin agresiones recíprocas, pero también, con un escenario donde la Nación se encuentra dividida. 

Dividida entre quienes, desde la política, se esfuerzan por ofrecer alternativas sólidamente respetuosas de nuestra Constitución, y un sector que acepta “las reglas de juego” en tanto les permite acceder y mantenerse en el poder; unidos a un subgrupo más radicalizado que “soporta” la Constitución solamente por carecer del poder suficiente para vulnerarla o abatirla. Indudablemente, es imperativo que el primer grupo “derrote” al segundo a través de formas democráticas logrando la adhesión mayoritaria de la sociedad y probablemente un buen punto de partida podría ser el debate de las ideas propuestas junto a otras, seguramente más completas y superadoras.

 

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