Su sesión ha expirado

Iniciar sesión
20 de Julio,  Salta, Centro, Argentina
PUBLICIDAD

Un cambio de nombre no fortalece al peso

La emisión desbordad anticicpa nuevas crisis inflacionarias y parece inminente una nueva denominación de la moneda. La historia demuestra que, eso solo, no cambia nada.
Sabado, 26 de diciembre de 2020 00:00
Alcanzaste el límite de notas gratuitas
inicia sesión o regístrate.
Alcanzaste el límite de notas gratuitas
Nota exclusiva debe suscribirse para poder verla

Varios analistas coinciden opinando que un cambio monetario podría precipitarse en nuestro país como consecuencia de las permanentes "minidevaluaciones", los temidos saltos de la cotización del dólar y la inflación, que, paulatinamente, logran que la emisión de billetes y monedas, de cada vez mayor denominación, parezca algo normal.

Convivir con inflación se ha transformado para los argentinos en una moneda corriente. Y esa habitualidad merece un tratamiento cuidadoso, ya que es el fruto de que casi todos los argentinos hemos vivido en la inflación, con diferentes grados y sucesivas crisis que han llevado a cambiar el nombre de nuestro signo monetario quitándole muchísimos ceros.

La constante devaluación que actualmente sufre nuestra moneda como consecuencia de la inflación puede ser una causa para acelerar un cambio de moneda en Argentina; podríamos decir que si dejara de existir el peso para llamarse con otro nombre y suprimiendo algunos ceros, no nos sorprendería. Desde 1970 hasta 1992, en estos 22 años nuestra moneda cambió de nombre en cuatro oportunidades y se sacaron 13 ceros, en un proceso de decadencia sostenida hasta nuestros días. Esta quita de ceros no cumple un efecto económico efectivo en sí mismo, más bien es una ilusión ya que se sigue acumulando inflación, solo se cambia la nominación, el billete y hasta la moneda.

En realidad, seguimos comprando o vendiendo lo mismo con lo mismo; no produce un efecto efectivo en sí mismo, solo es una ilusión por el hecho de restar ceros o cambiar la denominación, los cambios en el signo monetario se originan cuando una moneda pierde la característica de reserva de valor.

Algunos analistas opinan que solo una convertibilidad o una dolarización serían soluciones posibles, hipótesis descartadas por nuestra propia experiencia como pasó entre 1999 y 2001 ya que generan depresión en el sistema a largo plazo sincerando nuestra realidad monetaria, además de quitarle una herramienta monetaria al país que es la emisión monetaria controlada y relacionada con el aumento de la productividad y no depender de emisiones de monedas de otros países.

Origen de la moneda

El nacimiento de nuestra nación coincide con el origen de la moneda. La Asamblea del año XIII había ordenado acuñar monedas. Los billetes fueron posteriores; los historiadores registran que los primeros papeles argentinos de circulación se los llamaba Peso Moneda Corriente y estuvieron vigentes desde 1826 hasta 1881. Estos se imprimían en Inglaterra, no eran convertibles y algunos incluían el rostro de figuras de la independencia americana (como decía Cesar Perdiguero; ­Churo. ¿no?), años en que Argentina tenía múltiples monedas, algunas provinciales y otras nacionales como el Peso Fuerte.

Estos estudiosos de la historia monetaria afirman que durante el siglo XIX las autoridades argentinas se la pasaron pidiendo créditos a Gran Bretaña para acumular reservas de oro que respaldaban la emisión de dinero local, pero las corridas cambiarias y las fugas de capitales creaban crisis recurrentes.

Reinaba el caos por esos años, ya que bancos, provincias, municipios, fábricas y hasta comercios emitían sus propios vales y billetes para cubrir la falta de circulante; una época en la que el Estado no controlaba ni coordinaba la emisión, y hasta teníamos monedas acuñadas en el exterior.

La historia de nuestra moneda unificada a nivel nacional se inicia en 1881, durante la primera presidencia de Julio Argentino Roca, cuando se sancionó la Ley 1.130 de Unificación Monetaria Nacional que instituyó el Peso Moneda Nacional como signo único y federal, considerada un éxito ya que duró casi un siglo, hasta comienzos de la década de 1970.

Durante el periodo de relativa estabilidad monetaria que se dio entre 1881 y 1970, Argentina mantenía aspiraciones de potencia económica entre los países desarrollados, pero después de ocho décadas, el Peso Moneda Nacional fue perdiendo poder de compra.

Durante la presidencia militar de Juan Carlos Onganía, luego del Cordobazo y la renuncia de Adalbert Krieger Vasena, (que había logrado un remanso de calma monetaria) el nuevo ministro de Economía, José María Dagnino Pastore, enfrentó un atisbo inflacionario y en el primer día de 1970 reemplazó el signo monetario mediante la Ley 18,188, disponiendo la supresión de dos ceros en las monedas y billetes, donde 100 pesos Moneda Nacional equivaldría a 1 peso Ley 18.188.

Desde esa fecha empieza un proceso de pérdida de confianza en la moneda; el peso Ley 18.188 vivió solo 13 años porque en 1983 y como consecuencia de procesos hiperinflacionarios le sacaron cuatro ceros y 10.000 pesos Ley 18.188 equivalían a 1 Peso Argentino en 1983

Ya en 1985 y el gobierno de Raúl Alfonsín logró contener momentáneamente la inflación con el Plan Austral, quitándole tres ceros a los pesos argentinos, un austral equivaldrían a 1.000 pesos argentinos. Pero el proyecto de Juan Vital Sourrouille para resolver el problema estructural de la deuda y del déficit no contó con el respaldo ni del peronismo ni de las empresas, que no hicieron los cambios imprescindibles.

El resultado fue el colapso de 1989.

Y en 1991, durante el gobierno de Carlos Menem se estableció el Plan de Convertibilidad donde 10.000 australes equivaldrían a 1 peso, que también establecía "1 peso igual a 1 dólar" apostando a la confianza de los argentinos con el aval del FMI.

En el 2001 salimos de la convertibilidad y estamos actualmente en un proceso inflacionario cuyo valor nominal de nuestra moneda cada vez tiene menor valor.

La historia económica nos demuestra que el problema no está en si cambiamos la denominación sino en una institucionalidad monetaria que esté vinculada con un sistema de crédito, ahorro y consumo para que el valor de nuestra moneda pueda fortalecerse, alguna vez. La inflación no es una enfermedad en sí misma, sino un síntoma, de nada sirve cambiar la moneda si no expresa lo central de lo social que es el crédito, el trabajo. el ahorro y la producción

Nuestra moneda

Nuestro peso fue, en los últimos años, la moneda con peor desempeño en los mercados emergentes como consecuencia de los sucesivos cambios en la política monetaria y fiscal que dejaron en ruinas a la economía, agudizada por la pandemia, de consecuencias nefastas para gran parte de los países. El nuestro, entre ellos.

La caída de la moneda o sea el valor del peso se produjo con administraciones de derecha y de izquierda, si analizamos la última década observamos que la segunda etapa del gobierno de Cristina Fernández de Kirchner, el problema se agudizó cuando intentaron poner controles a las divisas; luego el gobierno de Mauricio Macri decidió eliminar esos controles argumentando que quería restablecer confianza de los inversores, pero posteriormente se vio obligado a retroceder con esta decisión e imponer los límites. Todo esto se potenció con Alberto Fernández.

En el futuro de nuestra moneda no aparece un horizonte feliz, que disminuya la caída del peso en el mercado de cambios solo podría ser distinto si nuestras autoridades se comprometen revertir realidad aprendiendo de la experiencia que tenemos. Vaya pensando.

 

PUBLICIDAD
PUBLICIDAD