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Obreras y zánganos

Miércoles, 09 de diciembre de 2020 00:00
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No resulta válido comparar la compleja sociedad de las abejas con la sociedad humana (más compleja aún). Pero nos sirve para dar título satírico al tema de la discriminación sufrida por la mujer en el ámbito del trabajo. Llama la atención que, tratándose de una sociedad matriarcal, sean las abejas obreras las que se desloman para mantener pujante la colmena. Efectivamente, no existe "abeja rey" ya que el macho luego de fecundar a la reina muere de la peor de las formas imaginables: pierde sus genitales en el acto de la copulación. Como en las historias medievales: "dan la vida por su reina". En realidad, ese coito nupcial es casi la única función que tienen los zánganos (curiosidad: la palabra drone, en inglés, significaba originariamente" zángano", posteriormente se aplicó a las aeronaves no tripuladas, por su zumbido). Solamente los zánganos producen zumbido, (no nos sirve ese aviso ya que las únicas que pueden picar son las hembras).

Otra función (temporaria) de los zánganos es reemplazar a las nodrizas para dar calor, pero en algún momento de la vida de la colmena son notificados "que se prescinde sus servicios" y las hembras los expulsan del panal, donde mueren de frío y/o hambre. Todo el agobiante trabajo de mantener la colmena es soportado por las obreras.

La colmena humana

A poco de ponerse en marcha, a mediados del siglo XIX, la trituradora humana llamada "Revolución Industrial" los trabajadores advirtieron que poco y nada recibirían del fabuloso crecimiento económico. Tres reclamos se convirtieron en bandera de las luchas obreras: 1.- Limitación de las extenuantes jornadas de trabajo (hasta de 14 horas); 2.- Protección contra los accidentes de trabajo (el promedio de vida de un trabajador no superaba los 40 años) y 3.- La sobreexplotación de la mano de obra de la mujer y los niños. Los datos de la época demuestran que las mujeres percibían un salario un tercio o dos tercios inferiores a los de los hombres, dependiendo del lugar y del sector de producción. Casi dos siglos después han existido alguna evolución, pero según datos de la OIT- en la mayoría de los países, las mujeres ganan entre el 70% y el 90% de los salarios de los hombres, y la brecha es aún más amplia en algunos países latinoamericanos. Un informe del Banco Mundial (2009) también señala que la participación femenina en la fuerza laboral tiende a concentrarse en unos pocos sectores, principalmente comercio, educación y salud, situación que las vuelve más vulnerables ante crisis específicas. Datos de la FAO indican que la propiedad de tierras agrícolas por parte de las mujeres representa sólo una fracción de la de los hombres (pese a que las mujeres componen la mayoría de los pequeños agricultores). ONU Mujeres destaca que en ninguna región del mundo se ha logrado el nivel del 30% de puestos de liderazgo a cargo de mujeres. Hasta la fecha existe sólo un 18,6% de mujeres en los parlamentos de todo el planeta.

En nuestro país

Si bien nuestra Constitución proclama, en su artículo 14 bis, el principio de "igual remuneración por igual tarea", por distintas argucias legales ha sido imposible llevarlo a la práctica.

Ello aun cuando la norma constitucional tuvo eco en diversas leyes y complementada por diversos Tratados Internacionales. Gran parte de la jurisprudencia ha considerado que estas normas no prohíben pagar más a quien mejor desempeño tiene o mejor rendimiento acredita, sino que la prohibición gira solo en torno a la disminución del salario. Lo lamentable de esta jurisprudencia es que además considera que ese mejor rendimiento o desempeño, no necesita ser probado. La realidad de nuestra sociedad actual, aún con los avances de los últimos años en políticas de igualdad de género, podría bien definirse como "el triunfo de los zánganos".

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