¿Quieres recibir notificaciones de alertas?

Su sesión ha expirado

Iniciar sesión
14°
24 de Junio,  Salta, Centro, Argentina
PUBLICIDAD

Bolivia íntegra, democrática, republicana

Sabado, 01 de febrero de 2020 00:00

El gobierno provisional decidió que el 3 de mayo próximo se elija al nuevo presidente; paso decisivo que, de hecho, no garantiza la pacificación de Bolivia a estar por las noticias diarias. Tampoco que la Sra. Añez esté pilotando bien las turbulencias, habilitada ya por el Tribunal Constitucional para gobernar hasta la entrega del mando.

Alcanzaste el límite de notas gratuitas
inicia sesión o regístrate.
Alcanzaste el límite de notas gratuitas
Nota exclusiva debe suscribirse para poder verla

El gobierno provisional decidió que el 3 de mayo próximo se elija al nuevo presidente; paso decisivo que, de hecho, no garantiza la pacificación de Bolivia a estar por las noticias diarias. Tampoco que la Sra. Añez esté pilotando bien las turbulencias, habilitada ya por el Tribunal Constitucional para gobernar hasta la entrega del mando.

La designación por mesa chica de la fórmula Luis Arce Catacora (ministro de hacienda de Evo Morales Aima desde 2006, cuya designación objetó la poderosa COB) y David Choquehuanca (canciller en igual fecha) provocó descontento y rechazo en Bolivia: "traición al pacto de unidad", que prefería a Choquehuanca con Andrónico Rodríguez (líder de las Seis Federaciones Cocaleras del Trópico cochabambino).

Si la oposición concurre fragmentada, como suele ocurrir, ganar las elecciones no le será sencillo. Ni siquiera proponiendo una reforma constitucional que, como la de 2004, reponga una república unitaria, multiétnica y pluricultural.

Clima de temblores

Sudamérica concluyó 2019 con puebladas y represiones con el denominador común de la deslegitimación política. Simplificar las crisis como resultado de la confrontación de gobiernos populistas vs. gobiernos neoliberales es reduccionismo, siendo que operan como dos caras de la misma moneda, pese a discursos y relatos.

Populismos de izquierda y derecha prefieren modelos cerrados, vindicativos pero recargados de ideologismo, antes que un proyecto nacional amplio y generoso.

La experiencia demuestra finalmente su ineficacia para integrar y desarrollar nuestros países; sus dirigencias no se renuevan, son endogámicas y mesiánicas, con tendencia a la perpetuación toqueteando leyes e instaurando dinastías. La lectura superficial de tales procesos conduce necesariamente a diagnósticos incompletos.

El terremoto boliviano replicó fuerte en una Argentina embarcada en el debate acerca de si fue o no golpe de estado. La ideología nuevamente engrietó la realidad, impidiendo debatir a fondo y cooperar para que nuestros hermanos consoliden una salida institucional pacífica y perdurable.

Merece, además, nuestra especial atención salteña; de allí esta nota inspirada en nuestros necesarios vínculos con Tarija y Santa Cruz, departamentos también involucrados en la Zicosur.

El corazón de América

Bolivia es un país de geografía muy variada (1.098.581 km2, la mitad de la época de la independencia), con 10.351.118 habitantes (censo de 2012) en tres grandes regiones:

1) la "media luna fértil" los departamentos orientales Beni, Pando, Santa Cruz y Tarija- que representa un 60% del territorio nacional con el 35% de la población nacional;

2) la franja central Cochabamba-Chuquisaca, 10% del territorio y casi el 25% de población;

3) el Altiplano, su franja occidental, 30% de territorio y 40% de población.

La franja central es el eje geopolítico equilibrante del poder de La Paz. Mario Travassos, tomando ideas de H. Mackinder, la consideró región cardial heartland- de Sudamérica, comparándola con Europa del este respecto del poder mundial.

Esta composición geodemográfica explica en buena parte el derrotero político boliviano, tanto interno como externo. La concentración de poder en el Altiplano alimentó los secesionismos apenas contenidos con los Estatutos Autonómicos Departamentales, habilitados por la última Constitución, insuficiente para las pretensiones del llano oriental.

Las mutilaciones territoriales son un paradójico factor de la unidad que no termina de afianzarse. La Guerra del Pacífico con Chile (1879-1884), las disputas territoriales con Brasil por la región del Acre (1899-1903) y, finalmente, la Guerra del Chaco entre 1932 y 1935, recuerdan a Bolivia que no puede fragmentarse más. Tampoco le conviene a Sudamérica, pues desestabilizaría su incorporación a la geopolítica multipolar insinuada para este siglo.

Otro dato básico se halla en el inicio de su organización estatal, cuando las clases ilustradas plasmaron en 1825 una constitución racista, negadora del componente indígena (entonces el 98% del pueblo). El daño histórico ocasionado por sucesivas oligarquías explica las tensiones políticas, guerras civiles, asonadas y fragmentaciones sociales, extendidas hasta la revolución de 1952 cuando el MNR de Víctor Paz Estenssoro estatizó grandes propiedades mineras, promovió la reforma agraria y adoptó el voto universal. Sin embargo, no alcanzó.

Evo, un punto de inflexión

Evo Morales representa un punto de inflexión para una Bolivia donde no habrá marcha atrás en las conquistas logradas. Los sucesivos ciclos presidenciales desde la recuperación democrática en 1982 fueron complejos y conflictivos, consumiendo a líderes de la talla de Hernán Siles Zuazo, Paz Estenssoro mismo y Jaime Paz Zamora, o fagocitando a Gonzalo Sánchez de Losada con la Guerra del Gas de 2003 y luego a Hugo Banzer con la Guerra del Agua en 2005.

Evo no debió terminar así, aunque él y su ideólogo Álvaro García Linera sean directos responsables. El país afrontaba crecientes dificultades: una economía sin viento de cola, la corrupción y el autoritarismo ganando terreno, el narcotráfico, sindicatos y movimientos sociales adictos endurecidos con un gobierno que los había reivindicado, la inteligencia cubano-venezolana operando a destajo. Acaso fuese un llamado de atención el asesinato del viceministro de Interior, Rodolfo Illanes, secuestrado por un grupo de mineros en agosto de 2016. Antes y después de este suceso, violentas movilizaciones sociales, soliviantadas por ONG foráneas, entorpecían medidas trascendentes como la construcción de la debatida carretera Beni-Cochabamba, imprescindible para la integración física de Bolivia.

Explicaciones para entender la renuncia de Morales hubo varias, algunas rebuscadas. Intentaremos dos: la primera, formal-institucional, se vincula con el atropello institucional inferido por el propio Evo, causa eficiente de la reciente crisis. Él torció la institucionalidad para obtener un nuevo mandato constitucionalmente vedado. Para salvar el escollo convocó al referéndum de febrero de 2016 a fin de acomodar la Constitución para habilitarle un nuevo mandato. Le salió mal. Recurrió entonces al Tribunal Supremo Electoral a inicios de diciembre de 2018, el cual solícitamente le habilitó la opción; realizada la elección, alteró los resultados. Demasiada leña al fuego: la gente ganó las calles; cercado y sin apoyo militar, Morales renuncia el 11 de noviembre del pasado año.

Pluralidad y bolivianidad

Hay una segunda explicación -más de fondo- relacionada a lo siguiente: el MAS, por ideología, optó por construir un Estado Plurinacional plasmado finalmente en la controvertida Constitución Política del Estado Plurinacional de Bolivia de 2006, ratificada por referéndum en enero de 2009. Bolivia se alineó así con el socialismo del siglo XXI impulsado por Venezuela con monitoreo cubano, agrietando al país. La nueva Constitución reconoció 36 naciones indígenas, excluyendo de hecho la “bolivianidad”, es decir una identidad singular por sobre las etnias.

El modelo plurinacional, centrado en comunidades de base (ayllu), encontró sus fundamentos teóricos en una mezcla de marxismo/maoísmo e indianismo promovida, entre otros, por Fausto Reynaga, adaptada desde fines de los ’90 a la lucha política del duro Felipe Quispe y el Movimiento Tupac Katari. Fracasada la lucha de clases como motor de la historia, la insurrección social era la herramienta adecuada para disputar el poder en Bolivia. La era de Evo, a pesar de logros incontrastables, no logró pacificar el país ni lo logrará mientras se clausure lo mestizo como anclaje identitario tanto o más que el plurinacionalismo indígena.

Alfredo Rada Vélez señaló hace años que Bolivia es un Estado sin nación, pero con muchas naciones originarias que nunca se identificaron con un Estado y por eso la dialéctica autonomía o secesión. En algún momento se pensó en adoptar un autonomismo regional a la española, improbable desde que las naciones originarias fueron empoderadas en 2006. Para Andrés Soliz Rada, lucido analista y primer ministro de Energía de Evo después crítico severo, el llamado de atención ocurrió con el mentado censo de 2012, según el cual más del 58% de la población no se consideraba perteneciente a ninguna nacionalidad indígena: “¿Cuál Estado Plurinacional con mayoría indígena?”, se preguntó, pues según el Convenio Nº 69 de la OIT, indígena es quien se percibe como tal. En consecuencia, el modelo empezó a controvertirse.

García Linera, en su ensayo “Identidad boliviana. Nación, mestizaje y plurinacionalidad”, a propósito del revuelo causado por ese censo, consideró que tal controversia era una “impostura intelectual”.

Si la esencia ideológica del régimen pasa por lo plurinacional de 2006, el dilema que se presentará en adelante es compatibilizar las dos visiones en un proyecto nacional que las integre. ¿Será eso posible?

 

PUBLICIDAD
PUBLICIDAD