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27 de Junio,  Salta, Centro, Argentina
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De la tragedia a la esperanza

Domingo, 12 de abril de 2020 00:00
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Frente a un drama, el hombre se defiende usando la ironía, las bromas y las burlas, en un intento de mostrar una superioridad frente al peligro y a la situación crítica derivada del mismo. Dentro de los memes, que se cuentan por miles, había uno que mostraba un rostro de Cristo y decía, "¿en estas pascuas, suben ustedes o bajo yo?". La muerte sigue siendo un misterio muy difícil de descifrar y más duro de aceptar. La Pascua representa para el mundo judeo cristiano un momento vital de liberación del hombre frente a la esclavitud y a la muerte.

En el contexto de la pandemia provocada por el COVID-19, las distintas religiones comenzaron a jugar un papel importante en aquellos lugares donde sus pastores tienen una función más amplia que la guía espiritual y son verdaderos actores sociales dentro del Estado. La Iglesia Católica liderada por el papa Francisco, en Europa, sobre todo en Italia, tomó la posta de acompañar a las autoridades de gobierno y a los expertos en temas de salud pública y limitó sus eventos religiosos, tanto los eventos masivos como congresos, cursos de retiros y los ritos de culto, celebrados en templos cerrados y sin asistencia de fieles, llegando, en casi todos los países afectados, incluido el nuestro, a suspender la asistencia de los fieles a los oficios litúrgicos de Semana Santa.

En toda situación grave, el hombre tiende a salvar a niños y mujeres, muchos hombres abandonaron a sus propios padres, o mujeres a sus maridos. Pero sin descanso los curas, frailes y religiosas brindaban consuelo a los moribundos. Alrededor de 80 clérigos fallecieron víctimas de la peste en Buenos Aires, sin contar otras personas consagradas y laicos. A partir de ese período y hasta comienzos del siglo XX la iglesia en Argentina floreció en servicios a huérfanos, viudas y ancianos, con albergues y colegios, en una proliferación de nuevas congregaciones que llegan hasta nuestros días.

La pandemia encuentra a una Iglesia Católica debilitada por luchas internas y desprestigio social, sin embargo, el papa Francisco, imbuido de un humanismo sin igual, y de una fe sólida en el Evangelio de Cristo reaccionó con una rapidez inusitada para una organización religiosa de movimientos lentos y acompañó a quienes luchan contra este enemigo de modo eficaz. Una peste de esta magnitud, totalmente inédita, saca lo mejor y lo peor de cada persona, de cada institución, sea pública o privada. Y el que entiende la fe verdadera, sabe que Dios no hace milagros donde no hace falta, y permite el mal porque, aún de allí, pueden surgir bienes mayores.

A Dios rogando y con el mazo dando, decían las abuelas en su refranero popular, para recordarnos que la fe no es tirarle toda la tarea a Dios y conformarnos solo con rezar. Mucho menos pensar que seremos castigados en el más allá por no asistir a los rituales litúrgicos. Es la hora de la iglesia doméstica, la iglesia de la familia, la iglesia en familia. La fe cristiana, la fe en general no es magia; la magia es ilusión, la fe es compromiso.

Muchos hablan del planeta, nuestra casa común, que se recupera porque hemos frenado el consumismo por decreto, que muchas familias intentaron aprender a convivir y que no pocos hemos aprendido que la casa propia no es un dormitorio solamente. Hubo y habrá problemas en muchos ámbitos en este impasse del mundo, pero es una oportunidad para entrar en nuestra interioridad, en la conciencia y el corazón. Es tiempo de sanación de la humanidad del humano.

 

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