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Cataratas en cuarentena

Miércoles, 13 de mayo de 2020 02:41
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La bajante de los caudales de la cuenca del Paraná generó alarma, potenciada por el triste espectáculo que ofrecían las Cataratas del Iguazú casi sin agua, y dejando ver rocas desconocidas, siempre cubiertas a los ojos del turista. 
La caída del caudal fue de 1500 metros cúbicos por segundo, hasta apenas 283 metros cúbicos por segundo.
La sequía, que es la causa natural del fenómeno, se agravó para nuestros ríos debido a que el gobierno de Jair Bolsonaro ordenó cerrar siete represas para preservar el caudal en su territorio. 


Fue suficiente para que proliferaran las versiones apocalípticas de las organizaciones que politizan todo para llevar agua para su molino. No fueron los desmontes ni los agronegocios, habituales destinatarios de la diatriba ambiental. 
Tampoco fue precisamente una provocación de Bolsonaro, un personaje poco afecto a los buenos modales.
Son los ciclos de la naturaleza. Si se aceleran y se alteran, pueden terminar en catástrofe. Y si están vinculados o no al cambio climático, la ciencia lo dirá.
La Cancillería Argentina intervino a mediados de abril. Brasil se comprometió a “regular el caudal del agua del río y mantenerlo en 350 metros cúbicos por segundo”. 
Según el diario El Territorio, de Posadas, “diariamente se registró un incremento llegando a su pico máximo el 18 de abril con 434 metros cúbicos, no obstante el lunes 20 se registró un marcado descenso y desde el 22 hasta el 28 inclusive el caudal no superó los 320 metros cúbicos”.
El caudal normal en las cataratas del Iguazú oscila entre 1300 y 1500 metros cúbicos por segundo, pero es muy variable. Desde 2005 no registraba bajantes de semejante magnitud, aunque ese mismo año registró una creciente excepcional y hasta 2013, en todos los años impares llegó a superar los 9.000 metros. 
Según el diario misionero, “la escasez de agua en los saltos de la maravilla natural se debe al faltante de lluvias y a la sequía que se registra desde el año pasado en el sur de Brasil. Desde octubre de 2019, el caudal se mantuvo entre 1000 y 600 metros cúbicos por segundo, cifras que disminuyeron con el pasar de los meses presentando sus picos máximos a fines de enero y luego a fines de marzo cuando, en Iguazú, el Instituto Misionero de Agua y Saneamiento (Imas) se declaró en emergencia hídrica, ya que el caudal del río dejó al descubierto las bombas de la toma agua”.
El paisaje de la Cataratas sin agua dejó en evidencia los grandes paredones de piedra basáltica que normalmente se esconden cuando el caudal del río es normal.
Según informa el Servicio Geológico (Segemar), ubicadas en el extremo septentrional de la Meseta Misionera, las cataratas del río Iguazú, constituyen un conjunto de 275 saltos de agua con una altura promedio de 75 metros y distribuidos a lo largo de un frente de casi 2.700 metros. Los mayores exponentes se agrupan en la denominada Garganta del Diablo, donde varios saltos de más de 90 metros de altura vierten su excepcional volumen de agua hacia el cañón del río Iguazú. “Las cataratas del Iguazú se desplazan paulatinamente, centímetro a centímetro, río arriba a medida que el agua erosiona los duros mantos de rocas volcánicas de la región. Este proceso, que se inició hace cientos de miles de años en el área de la ‘triple frontera’, donde el río Iguazú desemboca en el río Paraná, trasladó a las cataratas hasta su posición actual”.
Esta maravilla, Patrimonio Natural de la Humanidad, se originó hace unos 200 mil años y su nombre proviene de las palabras “y” y “guasu”, que en lengua guaraní quieren decir “agua” y “grande”. (Nuestro Aguaray significa “aguada (y) del zorro (aguará)”.
Una falla geológica en el cauce el río Paraná hizo que la desembocadura del río Iguazú se convirtiera en una cascada magnífica. Desde allí hasta la Garganta del Diablo hay 23 kilómetros de distancia, debido al retroceso lento, erosivo y continuo de las cataratas.


Aguas abajo

Pero la bajante no fue solo en Iguazú. En los primeros días de abril, el río Paraná registraba una altura de 40 centímetros en Rosario, la cuarta parte con respecto a un año atrás y uno de los niveles más bajos de su historia.
El Instituto Nacional del Agua lo atribuyó a la falta de lluvias y las condiciones climáticas de los últimos meses en las cuencas que aportan al caudal del río Paraná las causas de la bajante. 
El diario santafesino El Litoral informó que, además del déficit de precipitaciones en las cuencas brasileñas, la presencia de un “Niño neutro” fue factor determinante de este fenómeno que, entre otros impactos, “agudizará los cambios que viene manifestando el sistema fluvial, especialmente en su tramo medio: disminución del tamaño de los cauces y de su capacidad de conducción de agua”.
Ese mismo medio informó que la bajante es la más importante de los últimos 50 años. “Sin embargo, en años anteriores a la década del 70, a partir de la cual se produjo un incremento en el régimen de lluvias de la Cuenca del Plata, hubo bajantes mucho más significativas”, puntualizó José Macor, docente e investigador de la Facultad de Ingeniería y Ciencias Hídricas de la Universidad Nacional del Litoral. Otro académico, Carlos Ramonell, afirmó: “En esta bajante se debe descartar como causa la influencia de las presas brasileñas. En 1944, la situación fue peor que la actual y no sólo para la Cuenca del Plata. Fue la mayor sequía registrada en toda la llanura pampeana y las presas no estaban construidas”.
El clima, las lluvias y los ríos son patrimonios que se deben cuidar, y lo más idóneo es hacerlo prestando atención a los hechos y dejar de lado credos o ideologías.

 

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