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Las empresas salteñas viven un momento muy difícil. Y el futuro de esas empresas es el futuro de miles de familias.
El COVID-19 y la drástica cuarentena impuesta al mundo no hicieron más que desnudar viejas vulnerabilidades, del país, de la región y de nuestra provincia.
Salta tiene un enorme déficit de generación genuina de empleo, que se refleja en una sobrepoblación de empleados del Estado y un número de personas dependientes de la ayuda oficial que satura los recursos financieros. Según las jurisdicciones de la provincia, el fenómeno es más o menos notable, pero se profundizó a partir de 2011, año en que se inauguró el “cepo cambiario” y se incorporaron 700.000 empleados en los distintos niveles del Estado, para evitar una desocupación masiva. En ese período, el gasto público creció del 24% a más del 40% del PBI nacional.
Así apareció el déficit de entre el 7% y el 8% que el kirchnerismo dejó como herencia, el macrismo lo convirtió en deuda externa y ahora la nueva versión del peronismo debe afrontar obligada a evitar el default (que se define esta semana y que sería catastrófico) al mismo tiempo que trata de manejar la pandemia y la cuarentena. La chabacanería política trata de encontrar culpables en las personas (Macri o Cristina Fernández) o en las ideologías (el populismo o el neoliberalismo). Mientras los punteros, los trolls y los operadores por un lado libran una guerra absurda, y los intelectuales de una u otra corriente se enfrascan en debates que tienden a banalizarse, la amenaza de desbarranque económico y crisis social se ve cada vez más cerca.
La realidad concreta de la producción salteña es que mientras la región central del país protagoniza una pulseada casi anacrónica entre industria y campo, la falta de una inteligencia productiva nos va dejando sin industria, sin agro y sin agroindustria.
A la espera de la lluvia
Salta depende en demasía de la coparticipación federal. Recibe el 4% de lo que se reparte y tiene apenas el 3% de la población del país. Y, además, tiene (junto con el NOA y el NEA) los mayores índices de pobreza, desempleo, empleo en negro y necesidades básicas insatisfechas.
Para un gobernante salteño, las posibilidades son dos: tomar el toro por las astas y liderar el desarrollo productivo, con todo lo que eso significa, o liderar los “tour” para mendigar ayuda (condicionada) al Gobierno central. De ambas estrategias hay experiencias en Salta y cada cual sabrá cuál da mejores resultados.
La dependencia de la coparticipación, según el doctor Carlos Gervasoni, investigador de la Universidad Di Tella, nace de un sistema “rentístico” por el cual los gobiernos provinciales y municipales terminan construyendo poder electoral con dádivas para ciudadanos sin trabajo.
Y de ese espiral de subdesarrollo se sale con un Estado proactivo, y con empresas sólidas. La pandemia no puede servir de pretexto para no ocuparse de estos temas.
La dicotomía “salud o economía” es una falacia, porque cuando el coronavirus deje de ser una amenaza, la pobreza y el subdesarrollo van a ser una realidad. El presidente, los gobernadores e intendentes no son médicos ni enfermeros. Su función es definir políticas sanitarias, productivas, educativas y del resto de las áreas. Y, sobre todo, pensar en el futuro. Para la puesta en práctica están los ministros.
Políticas proactivas
La dicotomía entre neoliberalismo y populismo no es un capricho. Hay razones de una y otra parte, pero lo cierto es que, en los hechos, para la actividad productiva resulta contraproducente. La industria, el campo, la universidad y el Gobierno deberían trabajar como aliados. Pero no es cuestión de sacarse una foto o de firmar un acuerdo sin confianza. Hay que mirar la realidad del mundo y pensar en los intereses del país.
En primer lugar, asumir que sin una cultura tecnológica avanzada no se puede comprender el mundo contemporáneo, es imposible desarrollar una educación formativa para el desempeño profesional y, en cambio, se deja abierta la puerta para mayor exclusión. La desigualdad, la pobreza y la exclusión son la mayor herencia que dejará el COVID-19 en Argentina, México y Brasil, según el análisis que hace la Cepal de la crisis sanitaria y financiera que conmueve al mundo.
La realidad productiva de nuestra Salta es que hace falta un viraje decisivo. El turismo, que es un fuente dinamizadora en situaciones normales, pasará un largo tiempo de recesión. Pero una política inteligente obliga a pensar en un nuevo escenario, con la mirada puesta a 30 años. Pasa lo mismo que con la coparticipación: hay que decidir entre crear nuevos destinos con proyección mundial -dentro de la provincia aún cuesta creer que el gobierno anterior haya dejado morir al Tren a las Nubes- o resignarse a contratar publicidad y que la única ventaja sea para los funcionarios que aprovechan viajes gratuitos por el mundo.
Y algo similar vale para con la minería y el campo, que son plataformas necesarias para el futuro. Salta es dueña de sus recursos naturales y debe decir cuál es el aprovechamiento inteligente de sus yacimientos y de sus posibilidades de producción agroalimentaria. La revista ValorSoja celebra en su última edición que “el sector agroindustrial es en la actual coyuntura de emergencia sanitaria, económica y social la única gran fuente genuina de divisas que permite asegurar las operaciones y empleos de la mayor parte de los sectores presentes en el territorio argentino”. Y consigna que en el primer trimestre de 2020 el ingreso neto integral de divisas generado por los sectores “oleaginosos y cereales” y “otras actividades primarias” fue de US$3849 millones. En segundo lugar se ubicó “alimentos y bebidas” con 1725 millones.
Así queda claro cuál es el tractor que nos va a sacar del barro. Pero también que, además de exportaciones de ese tipo, hay que buscar el rumbo para diversificar y desarrollar la producción industrial posible. Sí, hay que hacerlo en plena pandemia. Porque al mismo tiempo, ya es un hecho que la crisis del petróleo posterga las enormes expectativas que generaba Vaca Muerta y abre las puertas para las energías alternativas y para el litio, rubros en los que Salta puede tener futuro.