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La Unesco, hace poco tiempo atrás, sin imaginar aún el impacto del COVID-19 en el ámbito educativo, enfatizaba su interés por la Educación Superior, a escala mundial. Como elementos de diagnóstico ya anticipaba que las principales fuerzas motoras del cambio en ese nivel eran la ingente y diversificada demanda social de ingreso, la incorporación de las TIC en los procesos de enseñanza y de investigación, la multiplicación de modelos de educación superior a distancia y la consolidación de los proveedores privados y transnacionales de servicios de enseñanza superior.
Si observamos la realidad, el sector educativo, en general, no había sufrido grandes cambios desde la primera Revolución Industrial: se venía enseñando y aprendiendo como hace 200 años y la pandemia desnudó las falencias de la no actualización del sistema. Por supuesto que se ven excepciones, como el caso de Khan Academy, pero hasta antes de la pandemia, no había aparecido el "Netflix" que haga que la transformación digital cambie de raíz al sector como ha ocurrido y está ocurriendo con otros. Basta con recordar casos como Amazon, e-bay, Ali Baba, Mercado Libre, etc.
Baño de realidad
Antes de la pandemia nos resultaba desafiante pensar cómo sería la Universidad del Futuro; numerosas experiencias institucionales, en este sentido, venían señalando el momento de reestructuración radical de la enseñanza superior, del necesario cambio, y anticipaban que el statu quo ya no sería una opción. Ya se percibía a la educación a distancia y virtual como garantizadora de una mayor equidad en el acceso al conocimiento y se venía constituyendo en el camino necesario a la democratización de la educación, ya que estaba siendo una opción más para muchas personas.
Al ser la educación a distancia un tipo de educación con tecnología se constituía en cambios disruptivos importantes en las organizaciones educativas y más aún, si se le sumaban los sistemas de inteligencia artificial, big data y digitalización en su implementación.
Ya Manuel Castells, reconocido sociólogo y economista de trayectoria internacional, anticipaba que la universidad de hoy no debiera ser una institución anclada en valores y formas del pasado, sino responder a necesidades actuales en un contexto social y tecnológico que tiene en internet su espacio natural destacando también que su difusión obliga a dar una educación más flexible basada en la necesidad de "aprender a aprender' de forma continua.
Precisaba que la universidad, como una organización inteligente, no podía permanecer ajena a los cambios mundiales, dados por factores como la globalización, el impacto ambiental, el crecimiento demográfico, las nuevas dinámicas del mercado y los avances en las tecnologías de la información y la comunicación (TIC), razón por la cual, se debería considerar innovadores elementos de gestión como parte de su quehacer.
La educación online, como concepto que utiliza las herramientas digitales computarizadas mediante plataformas de internet, se venía posicionando, en estos tiempos en que estamos transitando ya la Cuarta Revolución Industrial, como uno de los métodos más eficientes de difusión masiva de conocimientos, ya que mostraba uno de los índices más altos de participación y evolución en el mundo. La cuarta revolución está asociada a las tecnologías y procesos digitales y de cómo estos mejoran los servicios en general y satisfacen mejor las expectativas de los clientes; se asocia a inteligencia artificial, internet de las cosas y big data. La pandemia aceleró la necesidad de digitalización a nivel de las actividades económicas en general y, en particular, también afectó al nivel superior de enseñanza y planteó la necesidad de adaptarse.
El factor COVID-19
La pandemia produjo un fuerte impacto en las organizaciones en general, y las universidades no fueron la excepción. También quedaron expuestas al nuevo escenario que puede significarles nuevas oportunidades o una real amenaza. Dejó al desnudo una serie de falencias, pero también le significó abrir una ventana a nuevos desafíos y le está imponiendo la necesidad de adaptarse a la nueva realidad o correr el riesgo de quedarse en el camino.
Lo que ya se venía anticipando en el mundo, el COVID-19 lo hizo realidad.
El nivel universitario tampoco escapa al tópico de estar alejado de la realidad; pero hoy se le suma el COVID. Este se constituyó, en 5 meses, en un acelerador, o catalizador, de un concepto más grande que es la digitalización. La cuarentena precipitó esta necesidad.
A nivel global, la brecha se abrió: las universidades que tenían plataformas, educación online y sistemas e-
learning, impartían carreras a distancia o bajo la modalidad de Blended o Mobile vieron incrementar su actividad y matrícula en términos generales en los últimos tiempos, y, en el escenario actual, les está siendo más fácil adaptarse y continuar con las actividades académicas a pesar de la cuarentena.
Las que no, este contexto deben hacer un esfuerzo enorme para acomodarse a la nueva realidad y muchas no están logrando éxito y se ven en la necesidad de reprogramar sus calendarios académicos hasta que finalice la pandemia, posponer evaluaciones, o bien, sus docentes no están pudiendo efectuar un acompañamiento pedagógico óptimo a sus alumnos por no contar con la infraestructura o recursos necesarios o desconocer las metodologías para hacerlo. Los inconvenientes son numerosos.
Digitalización
Los meses de confinamiento aceleraron la digitalización. Las universidades que en estos últimos años venían avanzando en esa dirección, despapelizando e integrando sus procesos, trabajando con plataformas educativas parte de sus carreras y contenidos, fueron las que se pudieron adaptar más rápido y continuaron brindando el servicio educativo, no sin superar numerosos obstáculos impuestos por la masividad y dimensión de la tarea que significó virtualidad 100%.
Con la pandemia también apareció otra dualidad que se suma a la clasificación tradicional que solíamos hacer de universidades de gestión pública y privada, que es la que separa universidades digitalizadas y no digitalizadas.
Las instituciones universitarias que tenían su núcleo totalmente en lo presencial están sobrellevando las adversidades, no siempre con éxito, lo que genera a priori, un aumento exponencial del abandono y deserción en este 2020 ya que los docentes tampoco están pudiendo dar clases sin las herramientas necesarias.
Las que tenían formación virtual, online, blended, estructura con contenidos digitales y procesos académicos con alto contenido digital e integrados están un paso adelante en estos momentos; son las que puedan seguir con las clases con la modalidad virtual utilizando herramientas sincrónicas y asincrónicas de aprendizaje y evaluando en tiempo real con impacto académico inmediato; son las que implementaron inmediatamente el teletrabajo en condiciones óptimas.
Las instituciones que están trabajando con elementos de la cuarta revolución están más avanzadas. Son las que tuvieron la capacidad de adaptación más rápida: digitalizarse, conectarse a la realidad del mercado, a nivel docente, curricular, Equipos, tecnologías, etcétera.
Como sabemos, uno de los objetivos y desafíos de la universidad es ser referentes de conocimiento y construir futuro para nuestros jóvenes y conectarlos con el mundo real y del empleo en particular.
Continuar lográndolo, a pesar de las difíciles circunstancias actuales, es fundamental.
Otra novedad que trajo el COVID-19 al ámbito universitario es que se han disparado los títulos online. Esto ya se venía consolidando lentamente pero a paso firme y utilizando herramientas virtuales para alcanzar escalas globales. La competencia que se viene es muchísima. Actualmente hay universidades con capacidad de matricular a nivel mundial.
Los nuevos modelos
Seguramente las instituciones universitarias deberán replantearse sus modelos de gestión y académicos con vistas a construir otros en la próxima década; muy probablemente en casi todos estos lo semipresencial sea el común denominador.
Los centennials ya están en la universidad; y son jóvenes con características muy particulares: son nativos digitales ya que crecieron con internet y son intuitivos con las nuevas tecnologías; son prácticos, competitivos, creativos y el multitasking (manejo simultáneo de computadora, tablet, celular, App, etc.) es como respirar.
La educación tradicional pasa a segundo plano para ellos pues prefieren opciones más prácticas, rápidas y trasladadas a la vida real. Hoy están tirando la toalla.
Ya hay universidades y reconocidas organizaciones que los están interpretando, que trabajan con algoritmos predictivos porque lo digital es su insumo y le ofrecen carreras o formaciones específicas que despiertan su interés. Esto avanza a pasos agigantados a nivel mundial y puede interpretarse como una gran oportunidad si la institución se sitúa en la punta de lanza de la nueva necesidad, o, continuar impartiendo títulos muchas veces alejados de la realidad en su oferta formativa.
Tampoco se puede desconocer que es el gran momento de las universidades virtuales. Las presenciales están girando hacia lo semipresencial pero con mucho esfuerzo porque se debe pensar de forma diferente. No es fácil repensar la educación sin miles de metros cuadrados de aulas, espaciosas bibliotecas, libros papel, etcétera.
Todo indica, hoy, que es imperiosa la necesidad de priorizar la inversión en la transformación digital en todos los órdenes porque, si bien es cierto la cuarentena terminará en el mediano plazo y probablemente se pretenda volver a la ansiada normalidad, mientras tanto, ya está asomando por el horizonte una nueva disrupción, otro fenómeno se viene consolidando mundialmente: la Quinta Revolución Industrial.