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Alemania después de Merkel

Miércoles, 03 de febrero de 2021 00:00
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Alemania se prepara para la sucesión de Angela Merkel, que se dirimirá en las elecciones legislativas convocadas para septiembre próximo.

La nominación de Armin Lashet como presidente de la oficialista Unión Demócrata Cristiana (UDC) lo coloca como el más probable candidato de su partido en una contienda electoral que concita la atención púbica en el Viejo Continente y promete convertirse en uno de los acontecimientos más importantes de este año en la política mundial. Su principal contrincante será el socialdemócrata Olaf Scholz, actual ministro de Finanzas del gobierno de coalición que encabeza Merkel.

La retirada de Merkel completa un ciclo de quince años en el gobierno. Su figura ocupa por derecho propio un lugar de privilegio en la galería de personalidades ilustres que inauguró Konrad Adenauer, quien gobernó catorce años entre 1949 Y 1963, y Helmult Kohl, quien lo sucedió durante dieciséis años entre 1982 Y 1998. Adenauer fue el artífice de la reconstrucción de un país devastado por la segunda guerra mundial.

Kohl fue el protagonista de la reunificación nacional tras la caída del muro de Berlín. Merkel continuó y enriqueció ese legado.

La sobriedad

La primera ministra conserva una imagen positiva del más del 70%. Irradia una imagen de austeridad que agrada a sus compatriotas. Su carisma personal reside en la sencillez de su estilo. Las fotos que solían mostrarla junto a su marido semanalmente en el supermercado hace mucho que dejaron de llamar la atención. Cuando en una conferencia de prensa una periodista le preguntó por qué solía usar siempre los mismos vestidos, respondió: "soy una empleada del gobierno, no una modelo". Al interrogante sobre si tenía empleadas domésticas, contestó: "no, no tengo trabajadoras, no las necesito. Mi marido y yo hacemos el trabajo en casa todos los días". Ante la inquietud sobre quién lavaba la ropa, dijo: "Yo arreglo la ropa y mi marido opera la lavadora y suele ser de noche, porque la electricidad es más económica y hay presión de agua. Lo más importantes de esa hora es tener en cuenta no causar molestias a los vecinos. Por suerte, la pared que separa nuestros departamento es muy gruesa". En alguna ocasión, fastidiada por el tenor del interrogatorio, comentó: "Esperaba que me preguntaran sobre mis éxitos y fracasos en nuestro trabajo en el gobierno".

La locomotora

Alemania es hoy la locomotora de la Unión Europea. Esa caracterización tiene sólidas bases estructurales. Es la primera potencia económica del viejo continente y la cuarta potencia económica, detrás de Estados Unidos, China y Japón. Es también la tercera potencia exportadora, después de Estados Unidos y China y la primera exportadora de productos industriales. Estas calificaciones le permitieron resistir los perjuicios económicos de la pandemia mejor que la mayoría de sus socios de la UE.

El singular desenvolvimiento de la industria germana no obedece a ninguna práctica proteccionista, sino al hecho de que Alemania lidera en Europa la carrera de la Cuarta Revolución Industrial. Esos avances tecnológicos, que incrementan sus índices de productividad fabril, están centrados en la inteligencia artificial. Merkel también puso en marcha un programa de subsidios para la venta de automóviles eléctricos y un ambicioso plan de inversiones para sustituir el uso de combustibles fósiles por energías renovables. El objetivo es transformar a Alemania en una "economía verde", una meta que le valió el apoyo de los ecologistas. Pero Merkel no fue un meteorito caído del cielo. Su éxito es consecuencia de la profundización de lo que algunos ensayistas caracterizan como el "modelo alemán", puesto en marcha hace ya más de 70 años y sustentado en lo que Adenauer y su célebre Ministro de Economía, Ludwig Erhard, bautizaron como la "economía social de mercado", concebida como un camino distinto al modelo anglosajón y al "Estado de Bienestar" propiciado por la socialdemocracia europea.

El modelo germano

Reint Gropp, titular del Instituto Halle para la Investigación Económica de Alemania, explica que el modelo germano "es un sistema basado en la cooperación y el consenso más que en la competencia y abarca el conjunto del entramado socio-económico, desde el sistema financiero al industrial o a Estado". Sebastian Dullien, economista del Consejo Europeo de Relaciones Exteriores, señala que "en el centro se encuentran los sindicatos y la patronal, que coordinan el salario y la productividad teniendo como meta el aumento del salario y el mantenimiento del empleo. La integración es tal que por ley los sindicatos están representados en las junta directivas de las compañías a cargo de las decisiones es estratégicas".

El sistema financiero, en el que tienen notoria relevancia los poderosos bancos públicos y las cooperativas de crédito, está regulado de modo de estimular el desenvolvimiento de las "mittelstand" (pequeñas y medianas empresas), que configuran el 90% de la economía alemana. A diferencia del modelo anglosajón, focalizado en el objetivo de corto plazo de la maximización de las ganancias de los accionistas de las compañías, la gran mayoría de estas pequeñas y medianas empresas son estructuras de base familiar, con planes de largo plazo.

Además, con fuerte inversión en la capacitación de su personal.

Mientras el comercio internacional está dominado en más de sus dos terceras partes por las grandes corporaciones transnacionales, las pequeñas y medianas empresas alemanas conforman el 65% de las exportaciones. Según Dullien, “Alemania es especialmente fuerte en empresas que emplean unas cien o doscientas personas. Con una característica adicional: a pesar de su tamaño, muchas de ellas compiten en el mercado mundial”.

Pero un signo distintivo del modelo alemán, que adquiere hoy más importancia que nunca, es el sistema de capacitación profesional continua de la fuerza laboral, fundado un mecanismo de “formación dual” signado por la interacción entre educación y trabajo que combina el aprendizaje con la práctica profesional en las escuelas. Este énfasis en la formación permanente de la población económicamente activa, articulada conjuntamente entre el Estado, los sindicatos y las empresas, permite su adecuación a los vertiginosos cambios tecnológicos de la época.

El resultado de esa estrategia es que Alemania tiene la economía tecnológicamente más avanzada de la Unión Europea y la menor tasa de desempleo del viejo continente. Con la ventaja competitiva que le otorga una educación que asegura el acceso a un empleo digno, y a diferencia de lo que sucede en la mayor parte de Europa Occidental, la sociedad alemana no le teme a la inmigración. Al cumplirse este año el sesquicentenario de la unificación nacional que marcó su nacimiento como estado, Alemania rebosa confianza en el futuro. 

El futuro personal de Merkel, quien en julio cumple 67 años, es un misterio que alimenta diversas hipótesis. Algunos analistas creen que terminará al frente de algún importante organismo internacional. Otros la suponen que asumirá la jefatura de la organización internacional de la democracia cristiana. Su amistosa relación con Francisco hace que también sea visualizada como una posible promotora de la campaña internacional lanzada por el Papa a favor de un “capitalismo inclusivo”. Nadie la imagina jubilada. 

 * Vicepresidente del Instituto de Planeamiento Estratégico

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