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Bolivia ante un futuro incierto

Miércoles, 24 de marzo de 2021 02:11
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Las recientes elecciones regionales en Bolivia inauguraron un nuevo e incierto escenario político. Sus resultados señalaron una consolidación de las fuerzas de la oposición de derecha en sus respectivos bastiones territoriales y la irrupción de un sector disidente del oficialista Movimiento al Socialismo, que logró significativos triunfos con candidatos que desafiaron el liderazgo del ex presidente Evo Morales, cuestionado ahora en las filas de su propio partido.

La orden judicial de detención impartida contra la expresidenta interina Jeanine Áñez, cinco conspicuos funcionarios de su gobierno y seis altos jefes militares y policiales, acusados de haber protagonizado un golpe de Estado contra Morales en agosto de 2019, fue interpretada como el inicio de una contraofensiva de los seguidores del exmandatario orientada a acallar las críticas internas y reunificar las huestes del MAS contra el enemigo común.

Los guarismos del 7 de marzo construyeron un contrapeso político en relación a las elecciones presidenciales de octubre último, cuando Luis Arce, el candidato ungido desde el exilio por Morales, obtuvo una amplia victoria en la primera vuelta con el 55% de los votos y el MAS consiguió una sólida mayoría en el Senado y la Cámara de Diputados. El oficialismo retuvo el apoyo campesino en la "Bolivia profunda" pero experimentó derrotas en las grandes ciudades. En la primera vuelta ganó la gobernación en tres de los nueve departamentos (Cochabamba, Oruro y Potosí) y perdió en dos (Santa Cruz y Beni), mientras quedaron para dilucidar el 11 de abril en el balotaje los cuatro restantes (La Paz, Chuquisaca, Pando y Tarija), donde la oposición tiene serias chances de triunfo.

 

El MAS ratificó su condición de única fuerza organizada a nivel nacional aunque obtuvo menos votos que los cosechados por Arce en octubre. De hecho, Comunidad Ciudadana, el partido que apoyó a Carlos Mesa (segundo en las elecciones presidenciales) tuvo un pésimo desempeño. Pero esa poderosa maquinaria partidaria tropieza ahora con el asentamiento territorial exhibido por los sectores de derecha en los centros urbanos y también por desprendimientos del oficialismo.

Luis Fernando Camacho, el archienemigo de Morales y líder de la sublevación cívico-policial que culminó con su renuncia, que en las elecciones presidenciales salió tercero con un modesto 14% de los votos, esta vez ganó en la primera vuelta la estratégica gobernación de Santa Cruz de la Sierra, el estado más poblado y económicamente más poderoso de Bolivia. Desde allí, intentará configurar una nueva alternativa opositora al "masismo".

En el estado de Cochabamba, donde el MAS triunfó en la elección de gobernador, Manfred Reyes Villa, un militar retirado que residió fuera del país durante varios años, ganó la alcaldía de la ciudad capital. En La Paz, capital real de Bolivia, la alcaldía quedó en manos de Iván Arias, exministro de Obras Públicas durante el gobierno de Áñez. En Sucre (capital formal y sede de la Corte Suprema de Justicia), venció el candidato del MAS merced al voto rural de la periferia, pero el exdiputado Horacio Poppe (un veterano político derechista) triunfó en la zona urbana.

Camacho, Reyes Villa, Arias y Poppe, que coinciden en un discurso político conservador con tintes religiosos, emergen como las cuatro figuras centrales de la nueva oposición boliviana. Pero ese desafío en ciernes no es la amenaza más importante que afronta el MAS. El riesgo mayor proviene de sus propias filas, encarnado por una diversidad de dirigentes locales que desacataron las directivas de Morales y ensayaron un camino independiente de su otrora omnímoda jefatura.

El enigma de Arce

El caso emblemático de esta rebelión interna en el MAS fue el abrumador triunfo de Eva Copa en El Alto, la ciudad aledaña a La Paz cuya prosperidad económica y su ascendente clase media constituyen el mejor símbolo de la "era Morales". Copa es una joven política alteña que se desempeñó como presidenta del Senado durante el interinato de Áñez.

Los incondicionales del exmandatario la acusaron de "tibia" por su actuación en ese período. En represalia por esa actitud, la dirección partidaria, instigada por Morales, proclamó otro candidato para la alcaldía, pero ella decidió encabezar una lista disidente, lo que le valió su expulsión de las filas partidarias. No obstante, arrasó en las urnas con cerca del 70% de los votos.

Otro ejemplo significativo fue lo ocurrido en Trinidad, capital del estado de Beni, con la victoria de Christian Cámara, un dirigente del MAS que no contaba con el beneplácito de Morales, quien bendijo otra candidatura. Cámara se presentó por el Movimiento Tercer Sistema (MTS) y ganó la alcaldía. En Pando, un sector disidente del MAS apoyó para la gobernación a Germán Richter, quien hizo una excelente elección y quedó en condiciones ganarle en la segunda vuelta a Miguel Becerra, el candidato ungido por Morales.

En Cobija, la capital de ese estado, Ana Lucía Reis, que antes había liderado el MAS, obtuvo la alcaldía contra el candidato de su antiguo partido.

También en Santa Cruz de la Sierra sucedió un episodio curioso: tras perder ante Camacho, Mario Cronenbold, el candidato del oficialismo, denunció haber sufrido un boicot interno en la campaña y exigió una reorganización partidaria.

Un reclamo similar plantearon dirigentes de la Confederación Obrera Boliviana y de algunas organizaciones sociales que exigen que en las próximas elecciones el MAS realice votaciones primarias para la selección de sus candidatos.
Walter Chávez, un consultor peruano que fuera el principal asesor comunicacional de Morales durante su gobierno, admitió que el MAS experimenta una crisis de envergadura: “siempre hubo dedazos con las candidaturas, pero antes el poder estaba más controlado. 
Ahora el partido no está tutelado desde el Palacio de Gobierno”. 
Manuel Sánchez, un destacado analista político boliviano, señaló que “el MAS debe definir el rol de Evo Morales. Los expresidentes son como un jarrón chino. Son atractivos pero nadie sabe dónde ponerlos”.
Quienes intentan indagar en el trasfondo de estos conflictos intuyen que está en juego la naturaleza del vínculo político entre Morales y Arce. 
El primer mandatario permaneció cuidadosamente al margen de estas discusiones y los críticos de Morales no lo incluyen en sus cuestionamientos, pese a que Arce fue una nítida expresión del “dedazo” del expresidente, quien lo ungió desde Buenos Aires luego de que una corriente significativa del MAS se pronunciara a favor de la candidatura del actual vicepresidente, David Choquehuanca, un dirigente indigenista con fuerte prestigio en las bases partidarias.
Todo indica que Morales volcó su apoyo a Arce, su brillante Ministro de Economía, catalogado como el verdadero artífice del “milagro boliviano” del período 2006 - 2019, por entender que sus antecedentes de técnico ajeno a los vaivenes políticos lo convertirían en un personaje manejable. 
El tiempo dirá si esa evaluación se correspondía con la realidad, pero tanto los críticos internos de Morales como un sector de la oposición política parecen coincidir en brindarle al nuevo presidente la posibilidad de emanciparse de su elector. 
Por razones obvias, la dilucidación de ese enigma no sólo intriga a los bolivianos sino que es observada con atención en los países vecinos.

* Vicepresidente del Instituto de Planeamiento Estratégico

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