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26 de Junio,  Salta, Centro, Argentina
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Ni Güemes se salva

Martes, 22 de junio de 2021 02:24
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Inevitablemente la decepción de la sociedad con la clase dirigente política escala a nuevas cumbres principalmente por una falta profunda de coherencia y convicción.

El entretelón de lo que debería haber sido el festejo federal del paso a la inmortalidad del general Martín Miguel de Güemes, terminó convertido en otro territorio de disputa preelectoral y política dogmática.

Los momentos de encuentro en Salta, en la Argentina, y en el mundo, parecen ser cada vez menos, y los pocos que hay, cada vez más liberados a la conflictividad. Paso a paso, los sucesos de la última semana güemesiana demuestran que lo faltante en la clase política se replica en los extremos de la sociedad en su totalidad.

Sobran los estudios de opinión pública, de psicología comunitaria y de sociología que demuestran que los fanatismos tienden a ser cúmulos más pequeños que lo que parecen. Si son, lamentablemente, más ruidosos que la multitud que no terminan de representar. Allí está el dilema de la grieta: existe, pero no representa.

La "no épica" güemesiana

Una visita del Presidente de la Nación es siempre un honor porque no representa la venida de una persona, sino su simbología de investidura como líder de una democracia que aspira a ser mejor.

Ya desde esta perspectiva, la "no-épica" güemesiana empieza a surgir. Por un lado, la apropiación de una fiesta popular como un acto de campaña, y por el otro, la negación del momento histórico del bicentenario para ni siquiera asistir a los actos protocolares. Un sinfín de pequeñeces digno de no recordar.

 

Aun así, esas pequeñeces -o disputas políticas- cada vez son más frecuentes en la Argentina. Parecería que no queda símbolo por agrietar, ni camino de encuentro que no sea territorio de disputa política. El gran problema -hasta intelectual diría- es que justamente son los símbolos patrios los que siempre están por afuera de la disputa. Hoy, ni Güemes se salva.

Un momento especial

El episodio de la noche de la Guardia bajo las Estrellas era un momento especial de épica del bicentenario, y la conquista del dolor de la pandemia reducida en la alegría de la normalidad acotada de la ceremonia. Los protocolos al máximo deberían haber sido tan importantes como el poncho de los Infernales. Los síntomas de una sociedad cansada de la pandemia podrían haber tenido en la ceremonia la respuesta perfecta: los valores de los liderazgos claros, la entrega por el otro, el amor a la patria, la capacidad de sobreponerse a los problemas, y la honra del cargo de representante del pueblo. Estos valores güemesianos nos faltan, y nos faltaron aquella noche también. Si nos pusiéramos a resumir lo necesario para honrar al General, lo primero hubiese sido la coherencia, y lo segundo la convicción. La coherencia de despolitizar el festejo, de dejar la normativa de actuación extremadamente clara y la de acotar los discursos a la enorme figura del Héroe Gaucho. No hacía falta nada más, ni nada menos. Al contrario, terminó sobreviviendo la falsa idea de que a más celebración, a más gente con título, y a más funcionario presente, más importante la ocasión, la honra. Recordar a Güemes no es lo mismo que inaugurar un puente. Quizás el mejor homenaje era poder reconocer que nos falta mucho para vivir como Güemes quiso y luchó.

Segundo, la convicción. En épocas de liderazgos banales, de relaciones transaccionales, de falta de claridad de posiciones políticas, y de tráfico de influencias, resaltar la convicción de representar al pueblo desde una idea política sostenida por la gestión, también dijo ausente esa noche. Podría haber ocurrido algo inédito: poder, desde la figura del General, recordar la rica historia del pueblo de Salta, su crecimiento en los siglos de paz y la necesidad de proclamar que participar en la política debe ser una vocación. Güemes lo sintió así, pero eso, también ya lo hemos olvidado.

Desde la táctica política y la estrategia electoral, la noche fatídica del 16 de junio puede representar un antes y un después en la relación con los tres poderes representados. Claramente -y lo demuestran los hechos mediáticos posteriores- la posición del Gobierno provincial, y funcionarios nacionales, queda totalmente supeditada a esclarecer el orden de comando, las intenciones de quienes quebraron el orden protocolar sanitario, y las consecuencias de dichas acciones. La sociedad manifestada en redes sociales, en grupos de chat, en la radio, la televisión y otros canales, claramente está consternada en la utilización del Bicentenario como un sitio de batalla política. No hay que ser un gran analista para saber que de las pocas tradiciones de Salta que sobreviven en la Argentina de grietas, la noche de guardia es fundamental para sostener el ideario salteño. La destrucción -por lo menos de la percepción de participación abierta- de ese símbolo puede traer varias consecuencias. Por un lado, pone a todo el gabinete nacional en tela de juicio. Peor aún, a la misma Casa Militar. Por el otro lado, deja el interrogante abierto sobre las responsabilidades de la autoridad provincial y nacional en decisiones de seguridad y protocolares en un contexto de emergencia sanitaria donde los marcos legales también están encarecidos. No poder resolver la pregunta del orden de comando es grave.

Aún más grave son las preguntas de las conductas individuales de nuestros representantes.

Con 18 meses de pandemia sería realmente triste que llegando a las 90.000 muertes, todavía cueste liderar con el ejemplo: distanciamiento, barbijo, cuidados sanitarios y vacunación. Es razonable plantear que ante la acumulación de gente -por la razón que fuera- quienes tienen responsabilidades institucionales deben evitar cualquier confusión y preservar los protocolos. En otras palabras, es su deber decir “no” cuando lo que se pretende es una infracción. Está faltando otro valor güemesiano: la humildad. Por ahora, no se sabe de nadie que haya pedido disculpas por romper protocolos; mucho menos, por faltar el respeto a la celebración. Disculpas que tienen que ser ofrecidas al pueblo. Quizás el lector, a esta altura, espere mucho menos, pero ... la deshumanización de la política tiene sus límites. 

¿Puntos de no retorno?

No todo es cuestión de calendarios electorales. Las conductas personales y la capacidad de generar empatía son más importantes. Saber asumir el error es algo que también hemos perdido. Para afrontar la antipolítica latente donde el ciudadano ya no tiene ni respeto ni esperanza por la clase política, nos debemos dos reflexiones. La primera, para la dirigencia política: los puntos de no-retorno con la sociedad cada vez son más próximos y estos dependen de la coherencia y la convicción sobre el valor del diálogo cívico que acerca posiciones, por sobre la destrucción de los pocos consensos que nos quedan. La segunda reflexión es para todos nosotros: honrar la memoria y el legado del Héroe Gaucho también es retomar los diálogos con la calma, la empatía y humildad que requieren. Los fanatismos dogmáticos de la grieta son igual de pequeños que la utilización política de esos extremos para fines eleccionarios. No caigamos en la trampa de ser peones de argumentos falaces terminan por destruir hasta nuestro propio pensamiento crítico. Sí tanto luchó Martín Miguel de Güemes para que vivamos en libertad y unión, no podemos dejar que el contexto actual nos quite esa convicción. Por ello, más bien, tomar las riendas y con mucha humildad, participar en los rumbos de nuestra provincia y país.

 * Politólogo. Mg. en Políticas Públicas
Codirector Droit Consultores
 

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