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Agroindustria, la llave en la grieta

Jueves, 26 de agosto de 2021 02:13
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Todas las reuniones de IDEA, entidad organizadora de coloquios y debates de fondo sobre el país, brindan oportunidad para marcar el pulso del ánimo empresario, escuchar opiniones plurales y conformar una radiografía del país, que a veces la política deja en la penumbra.
El martes, vía digital desde Rosario, se realizó edición 2021 de Experiencia IDEA Agroindustria. Existe consenso en el país de que la agroindustria es el único punto de partida posible para poner en marcha la reactivación productiva sostenida en el tiempo. Una llave hacia el futuro que está encallada en una grieta política. Los prejuicios anticapitalistas y clasistas que se alimentan desde Recoleta, Puerto Madero y los barrios cerrados más exclusivos del país se transmiten en las campañas y en el Congreso con un solo resultado: el ataque al agro y a la actividad productiva. 
En IDEA, el ministro de Agricultura, Ganadería y Pesca de la Nación, Luis Basterra, dijo: “La búsqueda de acuerdos y de consensos es el camino que sin lugar a dudas tenemos que transitar”. Sin embargo, representa a un gobierno que a través de sus figuras más notables exalta a las pymes, las confronta con las grandes empresas (una contradicción inventada y absurda) y celebra la destrucción de silos y la criminalización de la actividad rural. Las restricciones a la exportación de alimentos y la destrucción de mercados estratégicos ha engendrado 19.000.000 de pobres y 6.000.000 de indigentes. Porque si no ingresan divisas y no hay inversión interna la economía se derrumba y la sociedad se fractura.


La personal actitud constructiva de Basterra se puso de manifiesto cuando dijo que “el concepto que sobrevuela hoy en la producción agropecuaria es el de la sostenibilidad, es muy importante entender que la producción agropecuaria no es el problema, sino parte de la solución al tema de la sostenibilidad”. Admitió que “hay un sistema científico-tecnológico y sectores de la actividad privada que trabajan con una visión de producción sostenible en el tiempo. La competitividad también viene de la ciencia y de los saberes. Nosotros promovemos las Agtech, las Biotech, y nos alienta ver el compromiso empresario invirtiendo en nuestra tierra”. Desde la mirada oficial, “ofrecemos una agricultura sostenible, cuidadosa, con prácticas que permiten sostener nuestro capital natural, preservarlo y no consumirlo”.
Cautamente, el presidente de la Cámara de la Industria Aceitera y del Centro de Exportadores de Cereales (CIARA-CEC), Gustavo Idígoras, sostuvo que “el mundo demanda cada vez más alimentos, pero ya no lo hace como lo pensábamos hace algunos años. La pandemia cambió mucho la forma de mirar al mundo y la cuestión del cambio climático se exacerbó. Hoy el mundo pide alimentos sustentables, que le brindemos garantías de no deforestación, que le demos certificaciones de que capturaremos carbono y así sucesivamente, entre ellas la trazabilidad. Lo que pensábamos que vendíamos en 2019 para el 2022 va a ser distinto. Pero Argentina es vista como los grandes líderes de ese mercado internacional, Todo depende de nosotros”. La armonía con Basterra no equivale a la armonía con las políticas de la producción. Imposible. La enorme dosis de realismo autocrítico provino de Julián Domínguez, exministro de Agricultura durante la presidencia de Cristina Kirchner y expresidente de la Cámara de Diputados de la Nación. “Nuestra dirigencia no entiende al campo argentino”, sentenció, “Se terminó de desarraigar la política del territorio. Mi partido, sin beneficio de inventario, tiene desarraigo de la representación del campo. Nuestra dirigencia no entiende el campo argentino. La mayoría son funcionarios de la Capital Federal. No somos un país federal”.
El exministro de Cristina destacó que la Constitución de 1853 fue “pensada en función del campo, como un actor de crecimiento del país”; en cambio, las instituciones que se pensaron en la última reforma (1994) fueron “para resolver el problema de las élites políticas partidarias, pero no para resolver el crecimiento del país”.
No se trata de añoranzas rurales, sino de sentido de la realidad, que abunda en el sector privado y es una carencia destructiva de la política.
Domínguez recalcó: “Tenemos que pensar en cómo cuidamos la gallina de los huevos de oro”.
Las deducciones caen por sí solas: la Nación y las provincias deben replantearse el rol del Ministerio de Ambiente y su ubicación en el marco productivo. Y más técnicos y menos ideólogos en el área productiva.
Pero, además, se deben archivar los discursos de barricada, abundantes en el oficialismo, que se entusiasman con expropiaciones y exaltan a la economía familiar como panacea de los alimentos baratos. 
El NOA y el NEA, de una vez por todas, deben volver a pensar en el protagonismo productivo de las provincias, con criterio propio y sin los condicionamientos “del látigo y la zanahoria” con que el poder central maneja la distribución de recursos nacionales.

 

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