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Llegar a consolidar los que hoy llamamos "fin de semana", o en una jerga más reciente (aunque aceptada por la RAE) conocemos por "finde", fue un largo proceso, que hoy sigue avanzando. En Europa progresa, con altibajos, la idea de reducir la semana laboral a cuatro días, lo que se traduce en un finde de tres días. Un fenómeno que hasta hace pocos años parecía utópico, al igual que la reducción de la jornada a cuatro horas, podría consolidarse en los próximos lustros. Seguramente, esto que parece sumamente perturbador y novedoso fue lo que vivieron nuestros ancestros hace poco más de un siglo al irse imponiendo el descanso del domingo y sábado mediodía, conjuntamente con la reducción de la jornada a ocho horas.
Durante la revolución industrial la mayoría de las jornadas superaban las 12 horas y no se conocía ningún día de descanso. Gradualmente, los fuertes reclamos sindicales determinaron que se admitiera el domingo como día de descanso. Para ello tuvo indudable gravitación la presión de la Iglesia que veía con beneplácito la recuperación del "Dominus Dei" (Día del Señor). Así, por ejemplo, la primera ley laboral argentina (1905) constaba de un solo artículo: "prohíbese el trabajo en día domingo". Salta fue una de las primeras provincias en adherir.
Si bien es sabido que el sábado inglés, por propia definición, fue un logro de los trabajadores británicos, es poco conocido que ello fue precedido por el "Lunes Santo". En Inglaterra, durante gran parte del siglo XIX, los artesanos calificados (que establecían su propio ritmo de trabajo), tradicionalmente trabajaban intensamente a partir del martes para terminar los productos el sábado por la noche para poder disfrutar íntegramente del domingo. Entre los empleados dependientes se produjo un fenómeno similar, ya que como -normalmente- el sábado era día de pago, tal salario era rápidamente dilapidado en los bares, por lo que, para recuperarse del sábado por la noche y los excesos del día anterior, el lunes se convirtió -de hecho- en un feriado más, que terminó siendo consentido por los propios empleadores. A mediados del siglo XIX, el Lunes Santo era una institución popular en la sociedad británica, al punto que los empresarios del sector entretenimiento (salas de música, teatros y salones de canto) organizaban eventos especiales para ese día. Pero, en 1842 se formó un grupo de campaña llamado Asociación de Cierre Temprano que presionó al gobierno para establecer el sábado por la tarde libre para el ocio de los trabajadores a cambio de un día completo de trabajo el lunes. La asociación estableció sucursales en ciudades manufactureras clave. Se alentó a los empleadores a establecer sábados de medio día, ya que la Asociación argumentó que fomentaría una fuerza laboral sobria y trabajadora.
Los grupos de abstinencia de los sindicatos también vieron el sábado de medio día como un vehículo para avanzar en la respetabilidad de la clase trabajadora. Se esperaba que rehuyeran la embriaguez y los deportes brutales como las peleas de gallos, que tradicionalmente se habían asociado con el Lunes Santo. Aun hoy el "San Lunes" sigue siendo un problema irresuelto en varias actividades y regiones de nuestro país. En las primeras décadas del siglo pasado, los empresarios advirtieron que tanto la limitación de la jornada a 8 horas, como el descanso en sábado y domingo no solo combatía el ausentismo sino que también mejoraba la productividad. ¿Ocurrirá lo mismo en esta oportunidad con la semana de 4 días y la jornada de 4 horas?