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Pasión de multitudes

Sabado, 12 de noviembre de 2022 02:35
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Hace 150 años, inmigrantes ingleses y escoceses llegaban a nuestro país y traían entre sus bártulos una pelota de cuero, quizá con una cámara elaborada con la vejiga de un cerdo o, tal vez, inaugurando la reciente invención de Charles Goodyear: el caucho vulcanizado. Ello ocurría en 1855, que fue un buen año para Goodyear (allí decidió cambiar su apellido; antes era Porcogiorno). La pelota era un poco dura: caucho sólido. Luego de numerosos tobillos quebrados, a alguien (H.Lyndon, 1862) se le ocurrió patentar la primer cámara inflable de caucho. Hasta entonces venía invicto el equipo de los "pataduras" (el líder era el pirata Morgan, con su pata de palo). Con la invención de la "goma" Goodyear revolucionaría el mundo, pero allí terminaron sus buenos años y moriría en la ruina. Sin embargo, su apellido perduró en el tiempo, en eso le fue sobre ruedas. También la pelota y el "fulbo" siguieron rodando sobre las Pampas argentinas, sus llanuras, valles, montañas y mares (bueno, allí se llama waterpolo), hasta convertirse en el deporte nacional.

(Qué ironía: ígracias a los ingleses! Borges se extrañaba que nunca se le hubiera echado en cara a Inglaterra haber llenado el mundo de juegos estúpidos. "El fútbol es uno de los mayores crímenes de Inglaterra", agregaba). Este es el tema que nos convoca, contagiados de este clima premundialista, analizaremos el deporte amado por todos los argentinos (menos Borges), pero desde una óptica distinta: su relación con el derecho del trabajo.

La pelota sindical

Hace siete décadas, numerosos jugadores de fútbol entendieron que era necesario sindicalizarse para lograr que se considerara al futbolista como un trabajador, con los mismos derechos y obligaciones que cualquier otro laburante. Aún hoy nos cuesta advertir que se trata de simples trabajadores que dependen de un salario, quizá porque nos choque que alguien cobre por jugar, por hacer lo que le gusta. Las relativamente escasas "estrellas" que ganan millones no nos dejan ver la enorme mayoría de jugadores que dependen de su remuneración mensual. Fue así que el 2 de noviembre 1944 nacía el sindicato de Futbolistas Argentinos Agremiados (FAA). En 1948 se produjo la primera huelga convocada por FAA. El presidente de FAA era el célebre Adolfo Pedernera ("el maestro") y los reclamos básicos eran la libertad de contratación, sueldo mínimo, apertura del libro de pases y el reconocimiento de FAA. Los jugadores no se presentaron a jugar la primera fecha del campeonato de 1948. A pesar de los esfuerzos del presidente Perón ese fue un año perdido, provocando la emigración, entre otros, del propio Adolfo Pedernera y un juvenil Alfredo Di Stéfano, que se convertiría en Europa (Real Madrid) en una de las mayores estrellas de todos los tiempos.

El día del arquero

No existe el día del arquero, pero si se estableciera sería una catástrofe nacional con multitudes que deberían cumplir sus falsas promesas. Pero, sí se celebra el Día del Futbolista, que se conmemora el 14 de mayo. Ese día de 1953 fue la tarde del memorable gol de Ernesto Grillo, quien luego de dejar por el camino a varios defensores ingleses definió con un remate desde un ángulo cerrado. A ese gol se lo llamó "el imposible". Inglaterra perdió 3 a 1.

Una importante conquista laboral (casi un gol de media cancha) se produjo en 1973 cuando la FAA obtuvo la sanción del Estatuto del Futbolista (ley 20.160), que aún está vigente. En el mismo año también se consigue acordar el primer convenio colectivo de trabajo (N° 141/73).

La fundación del sindicato de futbolistas fue seguida varios años más tarde por la Asociación de Técnicos del Fútbol Argentino (ATFA, 1963), impulsada por Osvaldo Zubeldía, y la Asociación Argentina de Arbitros (AAA, 1965). La hinchada espera, ansiosamente, que se constituya el sindicato de porristas y botineras.

 

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