Su sesión ha expirado

Iniciar sesión
12°
7 de Julio,  Salta, Centro, Argentina
PUBLICIDAD

La ciudad de las piedras

Viernes, 18 de noviembre de 2022 02:50
Alcanzaste el límite de notas gratuitas
inicia sesión o regístrate.
Alcanzaste el límite de notas gratuitas
Nota exclusiva debe suscribirse para poder verla

Italo Calvino nos regala en "Las ciudades invisibles" una deliciosa imagen sobre una urbe que crece sobre la superficie de un profundo lago subterráneo. La ciudad repite, inconsciente, la forma del lago oculto muy por debajo de ella. "Un paisaje invisible condiciona el visible, todo lo que se mueve al sol es impelido por la ola que bate encerrada bajo el cielo calcáreo de la roca"; dice con su natural poesía Calvino. Hay lagos subterráneos e invisibles que dan forma y vida a las sociedades. El dolor es uno de esos lagos imperceptibles.

Lago invisible que erigió un monumento fúnebre buscando hacer palpable el dolor por los 130.003 fallecidos oficiales por COVID en Argentina. Fue un acto ritual. Se colocaron piedras con sus nombres como símbolo tangible de ese dolor no visible. Las piedras fueron pisoteadas y removidas; los carteles saqueados. Se quiso desmantelar ese primer memorial. Se levantó un segundo altar sobre los despojos del primero. ¿Cuándo van a aprender que no se puede silenciar el dolor? ¿Qué no se tapa el sol con las manos?

Ninguneando la vida

La vocera presidencial dijo, delante de una funcionaria española en visita oficial: "La derecha puso piedras por los muertos de COVID-19". Dio un paso más y subió el video a sus redes, orgullosa de sus dichos; sin la menor conciencia de su barbarie ni de la de su conducta. Subtituló el video para que no se perdieran sus palabras y, magia de la virtualidad, permitió que la crueldad se repitiera en la red ad-infinitum; eternizándola.

En Argentina fallecieron 130.003 personas por la pandemia. ¿Cuántas familias sufrieron una pérdida irreparable? ¿Cuántas personas aún lloran esas pérdidas? ¿Cuántas personas sufren por no haber podido acompañar a sus seres queridos en sus últimos momentos? ¿Por no haber podido enterrarlos y despedirlos como cada uno necesitaba hacerlo?

No quiero entrar en los detalles escabrosos de todo lo sucedido durante la pandemia. El uso político y genocida de las vacunas y las absurdas mentiras sobre los glaciares; los vacunatorios VIP; la fiesta de Olivos y el resarcimiento económico -forzado y tardío- que nunca podrá compensar la profunda herida moral infligida.

Mientras tanto, hubo familias que no pudieron acompañar a sus familiares en agonía. Personas que fallecieron en la más estricta soledad. Se pueden nombrar los casos más paradigmáticos, pero sería injusto para con todos los otros casos que, por falta de espacio, no puedo enumerar. Todos conocemos cada historia desgarradora. Muchos la sufrieron en primera persona. Muchos todavía la sufren.

En un país que se precie de ser serio, los gobernantes honrarían este dolor. En una sociedad sana, todos deberíamos acompañar en silencio, con respeto y con amor a todos aquellos que aún tienen abiertas las heridas del dolor. Pero Argentina no es un país serio. Nosotros tampoco somos una sociedad sana.

Piedras y carencias

Entre los 130.003 muertos oficiales por la pandemia, de seguro han fallecido personas de un signo ideológico tanto como del otro. Seguro también fallecieron personas que no responden a ninguna ideología en particular. ¿Acaso tiene algo que ver el dolor con la política? ¿El sufrimiento tiene signo ideológico? ¿El dolor o el sufrimiento de unos valen más -o menos- que el dolor o el sufrimiento de otros? ¿Acaso existe un dolor de derecha, un dolor de centro y otro dolor de izquierda? ¿O el dolor es dolor, y punto? ¿El dolor puede ser rotulado, estigmatizado y ubicado en un lugar de victimario y decidir que no merece ser reconocido como tal? ¿Hay sufrimiento y dolor que se debe respetar y otro que se puede bastardear y ningunear? Por supuesto que no. No creo que debamos permitirlo. No creo que podamos consentirlo.

Lo dicho y hecho por la vocera presidencial habla de sus profundas carencias. Sus dichos muestran una notable falta de empatía para con una sociedad que está herida y que no logra recomponerse. Contradicen la pretendida superioridad moral de la que hacen gala en forma permanente sin ningún sustento. Por el contrario, expone de manera pornográfica su falta de estatura moral. Su completa falta de humanidad.

Que el gobierno no corrija los dichos de su vocera explicita su concordancia con esta manera de pensar, de sentir y de vivir la vida. Que no salga a refutar sus decires y que no castigue esta expresión tan vil solo explicita una complicidad hiriente. De la misma manera en que no se compensa una falta moral pagando una multa pecuniaria; tampoco se puede borrar el video y pretender que no se dijo lo que se dijo. O peor, ensayar una disculpa forzada y también tardía, en la que solo repitió lo dicho.

Las piedras de la plaza expresan un dolor no reparado. Hablan de una cantidad incontable de deudos de todos los géneros y afiliaciones partidarias e ideologías que no pudieron hacer el ritual que necesitaban y que encontraron esta manera para hacerlo. No hay ideología en el método.

Se ha pisoteado la memoria de nuestros muertos. Se han profanado sus tumbas simbólicas. Se han saqueado sus nombres. Se ha ninguneado el dolor y su memoria. Esto es solo una muestra -otra más- de nuestra eterna caída ética y moral; la que parece no tener fin. La que parece nunca tocar fondo.

Hay lagos subterráneos e invisibles que dan forma y vida a las sociedades. El dolor es uno de estos lagos invisibles; las piedras el emergente de ese sufrimiento que brota desde un lago profundo. Argentina es un país que lastima. Que hace doler cada día.

PUBLICIDAD
PUBLICIDAD