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Nunca dejaron de ser un ejemplo, contra viento y marea. Unión, compañerismo, amistad, fuerza y principalmente amor por la camiseta y por su país.
La Selección dirigida por Scaloni y comandada por Messi demostró que todo se puede. Y como cualquier objetivo en este país, se logra únicamente sufriendo.
Y lo cierto es que la Albiceleste soñó desde el primer momento junto a un pueblo sufrido y constantemente golpeado, pero que nunca dejó de creer que desde Qatar iba a llegar la tercera Copa del Mundo y romper con 36 años de sequía en la mayor cita futbolística del planeta.
Quizás la sorpresiva derrota frente a Arabia Saudita en el debut, que cortó con un invicto indiscutido de 36 partidos, fue un baldazo de agua fría, pero que sirvió para volver al sendero de la victoria total.
Con la Copa América 2021 en las espaldas, la presencia celestial de Diego Maradona, el apoyo de excampeones del `78 y el `86, como así también los miles de argentinos que se dieron cita para que se sintieran siempre locales, nada podía salir mal, pero claro, como siempre sufriendo.
Todos juntos demostraron algo fundamental que nos hace falta a todos los argentinos en forma urgente: poner fin a la "maldita grieta", esa grieta que baja constantemente de sectores que no necesariamente son revolucionarios, sino de sectores dirigenciales que manejan los destinos de un país que cada vez está más al borde del precipicio.
Ellos se esforzaron, dejaron la vida dentro de la cancha por todos nosotros, para saldar una deuda que necesitaba el pueblo para volver a creer en hechos ciertos y lo lograron.
No hubo promesas y mucho menos mentiras. Cantaron con el pecho inflado el Himno Nacional Argentino y acallaron críticas destructivas que solo buscaban una constante y efímera popularidad mediática. Se respetaron entre ellos y a los demás.
Fueron una verdadera familia que hizo alegrar, llorar y luego festejar a más de 45 millones de argentinos y otros millones extranjeros. Que la "scalonetta" sea contagiosa, cueste lo que cueste.