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26 de Junio,  Salta, Centro, Argentina
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Balance pendiente de la gira presidencial

Sabado, 12 de febrero de 2022 02:09
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El profesor, historiador, economista e investigador del Conicet Mario Rapoport sostiene que la Argentina nunca tuvo una política exterior estable que describa en valores y propuestas el lugar asignado a las relaciones internacionales.

Visitando todos los períodos históricos de nuestro país, Rapoport termina por dejar en claro que la sincronía entre la política exterior y la interior son dos caras de la misma moneda. Pasando por alineamientos indiscutidos a Gran Bretaña, a Estados Unidos, y la naciente tendencia del regionalismo y la mirada hacia China.

Claro está, lo que descubre la investigación histórica es la falta de constancia y coherencia, las dos condiciones para salir de un proceso de políticas ad hoc, a un complejo de acciones coordinadas, y con fines estratégicos. Desde este punto de vista y marco, si se quiere, teórico, se puede analizar la reciente gira del Presidente de la Nación, y el tema de preponderancia para el futuro del país: el (pre) acuerdo con el FMI.

Discutimos en la última columna la importancia de posicionarse estratégicamente dentro del tablero de la geopolítica. Y de hacerlo de manera lenta, coordinada y sobre todo en consecuencia entre lo dicho y lo hecho. A las vísperas de anunciar el principio de acuerdo con el Fondo Monetario Internacional, quedaba muy claro a la sociedad que la hipoteca a futuro era pesada.

Dentro de las respuestas del arco político, las exageraciones pasaron a ser parte del repertorio y los silencios, parte de la amenaza. Lo volátil del contexto interno dentro de cada coalición política alimenta el riesgo de que en cualquier momento una declaración o acción pueda frustrar cualquier avance.

Aun siendo tan frágil el sostén del preacuerdo con el Fondo, la geopolítica jugó su papel, y en definitiva un visto bueno del Departamento del Tesoro en Estados Unidos logró más que algún discurso o enigma epistolar. Lo claro de todo esto es la necesidad de entender los parámetros en los que la Argentina puede moverse en el plano geopolítico. Desde lo regional, tendrá más facilidades, pero dentro del G20, no. Allí nace la pregunta estratégica de la gira del Presidente.

Un posible escenario sería la épica de mantener en secreto una idea para solo darla a conocer a último momento cuando la letra fina del preacuerdo tense las relaciones políticas. Una leída más exhaustiva al comunicado del Fondo, y parte al del gobierno argentino, deja entrever que la capacidad de acceder a financiamiento bilateral puede llegar desde los Derechos Especiales de Giro de potencias que no necesitan el sostén extra a partir de la pandemia.

Para repasar: el Fondo otorgó a cada país miembro una cantidad de excedente para invertir y paliar la pandemia. Rusia y China estarían en posición de recapitalizar el Fondo con ese excedente o bilateralmente socorrer a la Argentina.

La expansión del swap, confirmado por el embajador en China, parece ir en esa dirección. Pero: no hay acuerdo sin condiciones. Y es allí donde también la letra chica de lo arreglado bilateralmente debería ser objeto de estudio del Congreso. Lo cierto es que, a partir de la necesidad estratégica de acumular reservas, y ante la capa caída de Biden para con la región, Rusia y China son dos terminales de financiamiento. Por lo pronto, se sabe más de los resultados de las negociaciones en Beijing que en Moscú - pero, el Ministro de Economía sí estuvo presente en Rusia y no en la parte oriental de la gira.

Mientras el presidente Xi agasajaba a Putin en una muestra de poder frente a Occidente, el presidente cerraba el acuerdo de acceder a la iniciativa de la nueva ruta de la seda - Belt and Road. Un ambicioso programa de inversiones chinas - por parte de empresas estatales - a tasas preferenciales y a largo plazo, enfocado en infraestructura y tecnología.

Lo que China entiende como una herramienta de geopolítica, la Argentina lo ve como necesidad para calmar resquemores políticos internos y poder mostrar acción en lo que queda de mandato de la coalición gobernante. En la misma línea, siempre apuntando a una pequeñísima audiencia super - partidaria, Alberto Fernández pedía cortar con la dependencia del FMI y Estados Unidos al mismo tiempo el Jefe de Gabinete se reunía con el nuevo embajador de ese país en Buenos Aires.

Parece ser que la bipolaridad es una condición del experimento coalicional en la Argentina porque también durante esa misma semana, economistas responsables de la deuda con el Fondo pregonaron en diversos medios de comunicación la necesidad de "volver mejores". Todo en la misma semana.

También es importante repasar lo que puede ser entendido como un avance de la política exterior de la Argentina hacia China (y no necesariamente de su totalidad). Primero, la inclusión del país al Belt and Road sucede al mismo tiempo que países como Ecuador y Venezuela intentan saldar deudas impagas de otros programas de inversiones chinas. Para la Argentina, como Brasil, Perú y Chile, ser un acreedor a largo plazo es definitivamente mejor que la estrategia que China usó en Ecuador, Sri Lanka y en la mayoría del continente Africano.

Segundo, y no del todo exclusivamente simbólico, China confirmó su apoyo al pedido de negociación entre Argentina y el Reino Unido por el tema Malvinas. Claro, la misma regla legal aplica a la situación de Taiwán, aunque con menos vigor que la cuestión Malvinas. Tal fue el impacto de esa firma que la ministra de Relaciones Exteriores del Reino Unido tuvo que salir a defender la imposible postura de negar el derecho internacional en el Atlántico Sur. El mismo apoyo, y repito: no exclusivamente simbólico, se espera de la vista a Barbados, quien en el 2021 se despachó de la Corona Británica y de su Reina como jefa de estado.

A todo esto, por cada acción geopolítica, una reacción. Estados Unidos, principal acreedor del Fondo Monetario Internacional, entiende los movimientos multilaterales argentinos en tono de amenaza.

 La secuencia sería: el presidente se reúne con Putin al mismo tiempo que este intenta invadir Ucrania, posteriormente se reúne con Xi, al mismo tiempo que la competencia comercial se recalienta, y va al Caribe a disputar como presidente de la Celac una zona de influencia netamente yanki.
Sumado al ingreso al Belt and Road, la visita a Huawei, acusada de espiar para el gobierno comunista, y amenazas de sectores del Gobierno de no aprobar el preacuerdo con el Fondo.
Ante tal combo, es esperable ver consecuencias tanto en la relación de Buenos Aires con Washington, como la recta final de la negociación con el staff técnico del FMI. Es posible también que las posturas en el Congreso estadounidense se endurezcan, por ejemplo coartando inversiones en Argentina si esta acepta el desembarco de Huawei, tal como ocurrió en Gran Bretaña. Hay indicios de que esto pueda ocurrir. La semana pasada Bob Menéndez (Demócrata) y Marco Rubio (Republicano) demandaron al Departamento de Estado una estrategia integral para contrarrestar la influencia rusa y china en Latinoamérica.
Ahora bien, la capacidad de la Argentina de construir un entramado multilateral sin romper con las potencias que lo conforman, es un objetivo estratégico que reside en la autoridad del Ejecutivo nacional. Lo puede hacer desplegando las herramientas necesarias para llegar a acuerdos que mejoren la calidad de vida en el país, y lo puede hacer de manera inteligente, con inserción mesurada, medida y clara a largo plazo. También puede decidir buscar ser puente e intermediario entre países que determinan el volumen de la economía global mediando la necesidad de la inversión para paliar la crisis climática y la amenaza a la paz mundial. Esta política integral de política exterior hoy ocurre en episodios, de momentos y con contradicciones que son casi automáticas. Por eso, el balance de la gira del Presidente tiene que ser vista desde la retórica y desde los resultados. Desde la retórica, estaríamos en problemas diplomáticos, y desde los resultados, sería bueno saber la letra chica. En definitiva, lo necesario es la consistencia y coherencia de qué valores quiere la Argentina para su política exterior, sin tener que depender de épicas partidarias o de eslóganes de marketing político. Volviendo a Rapoport, todavía queda camino por recorrer para ejercer una política exterior con profunda convicción nacional, más allá de los vaivenes y los péndulos políticos.

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