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Argentina, el FMI y Putin: días de incertidumbre

Jueves, 24 de febrero de 2022 03:05
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Quien repase las noticias y grandes eventos de las últimas semanas probablemente tenga que volver a releerlas, pensando que aquel pasado inmediato era mucho mejor que esté presente. Las situaciones complejas de crisis interna y externa condicionan la posibilidad de prevalecer algún plan a mediano plazo que logre ordenar prioridades. Desde adentro hacia afuera la Argentina intenta ordenar un panorama de problemas que, literalmente, arden, mientras el mundo se debate si el orden internacional pos Segunda Guerra Mundial todavía vale algo. Lo claro reside en que ninguna de las situaciones, tanto en la Argentina o el mundo, son nuevas o emergieron sin dar antes varias alarmas de nacimiento. Las crisis no se definen por el ímpetu de su impronta sino porque son el punto culmine de procesos anunciados en secuencia. Para los que recién despiertan a las ambiciones neosoviéticas de Putin es porque no vieron su maniobra militar en Chechenia en 1999-

2001. Los que hoy se empecinan con los cuestionamientos del Fondo Monetario Internacional a la Argentina, no miran con detalle la historia político-económica desde 1940 a la fecha. La conclusión es que el leitmotiv del 2022 es la incertidumbre plena en planos que van desde lo interno a lo externo. A todo esto, contamos con dos ventajas y un supuesto.

La primera ventaja es que si algo hemos aprendido de la pandemia es justamente a convivir con la sensación o realización de la incertidumbre plena dentro del plano personal hasta lo común dentro del plano del sistema societal. Sabemos lo que es no saber, y vivir con la perspectiva de cambio constante. No es sano vivir con tal nivel de estrés continuo, pero el 2020 y el 2021 han servido de maestros. La capacidad de adaptación es la segunda ventaja. ¿Cuánto sabemos de qué sirve y qué no en un contexto de incertidumbre plena? Probablemente mucho de lo que ya hemos vivido sea condimento para un nivel de resiliencia que el 2022 demanda de Argentina y el mundo.

¿Suceso y proceso?

El supuesto es que lo que hoy parece como una crisis que impacta al país y al mundo probablemente sea un proceso y no un suceso. El último reporte del Economist Intelligence Unit sobre indicadores de calidad de democracias en el mundo demuestra que solo el 46% de la población vive en un país con las garantías y derechos típicos de un sistema democrático. El índice general de este reporte cuenta que de una escala del 1-10 (el 10 siendo el ideal), el mundo está apenas en un 5,28. En el 2020, con la pandemia encima, era del 5,37. Aunque décimas, esa caída de año a año no se daba desde la crisis de la subprime en Estados Unidos, y después en todo el mundo en 2008. Lo que intenta decir este indicador es que no estamos ante un momento aislado de crisis, sino, probablemente, dentro de una cadena de sucesos que van creando espacios de disrupción de lo que acostumbramos como normal. Sacando a la pandemia -cuestión medica- de lado, la volatilidad política y económica actual no tiene precedentes tan cercanos. Para los que rebuscan datos de la realidad Argentina, en 2021 el index del Economist estuvo por arriba del promedio, con 6,81/10. Sí, el sistema democrático argentino se robustece en el tiempo. No así su clase y sistema político.

Sí el 2022 será de incertidumbre plena, dejando más que claro la necesidad de cuidar momentos de tranquilidad y construir resiliencia, el mes de marzo será, por lo menos, desafiante. La Argentina afronta su acuerdo 19 con el Fondo Monetario Internacional en un contexto de incertidumbre plena, tanto en lo legislativo como en lo ejecutivo. Las primicias del principio de acuerdo dejan en claro que la aceleración de variables macroeconómicas a una convergencia de menos gasto y más recaudación tendrá que ser aún más violenta que lo predicho. La necesidad de corregir tarifas, emisión y gasto público es hoy la tarea más importante del ejecutivo que negocia la letra chica. El Board del FMI, en su última reunión informal, ya dio cuenta de que la Argentina, aunque encaminada a un acuerdo, seguramente necesite en 2024 llegar al vigésimo intento. La pata legislativa es más preocupante.

Los escenarios son tres. Una victoria sesuda donde el arco político logra entender las dimensiones del problema -su origen y su actual solución-, dando paso a un consenso económico a, por lo menos, 4 años. Dos, una victoria partidista del ala oficialista contando hasta último momento votos propios y ajenos, con ruptura en el centro de su poder político, y dejando claro que el cisma de un frente que dice ser de todos, es más bien una coalición electoral y no de gestión. El tercer escenario es la vieja historia argentina de usar largas horas para defenestrar todo lo que ya no puede ser cambiado, llegando al escándalo, empujones, y una sesión suspendida, judicializada y mediatizada como bochorno. En este tercer escenario, el acuerdo cae por falta de certezas. De estos tres escenarios es probable un híbrido entre el primero y el segundo, pero siempre viendo con amenaza el tercero. El suceso de la votación no es más que un evento más en la cadena de un proceso de desarticulación del arte de gobernar en coincidencias, por lo menos en aquellas que exigen unión ante un país en bancarrota. Para ver este proceso, y no quedarse en el evento, es justo e intelectualmente honesto remontarse al 2001, al 2004, al 2007, al 2011, y la debacle del préstamo firmado en condiciones de ilegalidad por el último presidente en 2018. En cada fecha hay una huella que hace al camino: todos esos años el default fue la palabra de moda. Salir de la cadena de eventos, del proceso de decaimiento, empieza también por un evento. Ya de por sí que el Congreso debata el acuerdo es un paso importante, con la aclaración que justamente se lo deje al Congreso debatir. No tendría sentido presidir un debate con un final anunciado. Si Argentina logra debatir, acordar, concordar y aprobar, quedaría en esa práctica, la resiliencia que será necesaria en las revisiones trimestrales de los años por venir.

 En cada una ellas, un suceso en un proceso que puede ser virtuoso, o no. 
En el plano internacional la Argentina también está enredada en un suceso comparable con los años calientes de la Guerra Fría. 
La locura existencialista de Putin no tiene paralelos. Su discurso sobre la hegemonía histórica rusa en Ucrania como explicación para la invasión en Donetsk y Lugansk fue completamente irracional, históricamente incorrecto y plagado de inconsistencias. Entre ellas declarar que Ucrania fue “creada” por Lenin (¿sabrá Putin de Scythia?). 

Un dolor de cabeza

Pero más allá del nacionalismo reduccionista de Putin, la crisis en el Este de Ucrania representa para la Argentina una oportunidad y un dolor de cabeza. El dolor de cabeza es explicar la necesidad de una visita y una alianza estratégica con un país -y un dictador- que decide, vulgarmente, invadir otro país. 
En este siglo XXI, las democracias deberían poder explicar sus decisiones geoestratégicas usando la misma vara aplicable a sus propios ciudadanos. Una cosa es diplomacia activa multipolar dentro de las reglas del derecho internacional, otra cosa es mantener ambivalencia ante la violencia contra inocentes. 
Ante todo esto, la Argentina tendrá una oportunidad mientras el barril del petróleo se dispara y el precio de la soja y el trigo, siendo Ucrania un powerhouse, va en alza. Claro, la escasez de dólares puede llegar a ser un drama geopolítico siempre y cuando se sepa administrar la abundancia en tiempos difíciles. Es posible que el precio del petróleo ascendente y la necesidad de diversificar las fuentes de energías por afuera de las rusas logre dinamizar la inversión necesaria en Vaca Muerta. Igual con la minería, si es que las sanciones económicas del mundo Occidental alcanzan a ese enorme sector exportador. 
Por eso, a modo de conclusión, la incertidumbre plena de este 2022 debe verse como un proceso que encadena eventos y sucesos que tienen un doble filo, pero que exigen proactividad en el rumbo. La Argentina no puede estar ausente de lo que pasa en el mundo ni tampoco puede vivir 24 horas a la vez. Para encauzar la adrenalina de la incertidumbre, lo primero es valorar opciones y lo segundo es finalmente tomar decisiones, aunque en el corto plazo duelan. El momento de tomar decisiones se acerca. 

* Codirector Droit Consultores 
 

 

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