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El riesgo de jugar mal con la geopolítica

Jueves, 03 de febrero de 2022 02:21
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Vivimos un momento familiar, que debería ser algo del pasado, pero persiste y marca el presente como nunca. La Argentina, además de ser el país más deudor del Fondo Monetario Internacional, también encabeza el ranking de clientes, con las idas y venidas de una política que nunca logró serenar a la economía. La política es el rol fundamental de las reglas que rigen a la economía y no viceversa, en especial cuando se habla del tratamiento de las relaciones con el Fondo Monetario Internacional. Los estudios de Noemí Brenta de la UBA sobre la relación Argentina - Fondo brindan demasiada evidencia para desconocer que hay algo estructural y también psicológico en los desmadres de la economía argentina, pasando por diversas tiendas políticas.

El ciclo eterno

Lo concreto es que el país eterniza los ciclos de crecimiento y debacle alternando las condiciones institucionales para resolver estos problemas. No es lo mismo afrontar una situación de debilidad económica después del primer acuerdo con el FMI en 1958 que hacerlo en 2022. Tampoco es lo mismo desangrar las reservas del Banco Central en 2005 que hoy. Los contextos importan. Es imprescindible tener como variable de análisis que los indicadores de pobreza, de salud, de actividad comercial, de superávit, de inflación y de convivencia democrática tienden a confluir en la conclusión que Argentina suele jugar al límite para ordenar lo imprescindible. Aún con un primer esbozo de acuerdo con el Fondo, y sabiendo lo difícil que serán los años subsiguientes, todavía se debaten los pilares del gasto público y los costos políticos de llevar las cuentas públicas a un camino de saneamiento. Lo perverso de la política es también parte del combo.

La lógica de la coalición gobernante es ajuste en años no electorales y gastos amplios durante elecciones. En la oposición se busca relativizar las responsabilidades de la situación actual empujando los costos al gobierno de turno. Por ende, la salida de los problemas económicos, son políticos.

La Argentina carece de la seriedad institucional o de la madurez de su liderazgo para dejar de revivir ciclos de angustia y desidia. Quizás deberíamos tener más políticos que sean historiadores. Amén de los dramas recurrentes, también es clave dejar en claro que la Argentina hoy juega su chance de acuerdo con el Fondo Monetario Internacional dentro de una enredadera geopolítica que importa más de lo que se estudia, y aún más de lo que se suele comentar en los medios de comunicación del país.

En política, todo depende de todo, y hoy la Argentina también depende de movimientos ajenos para llegar finalmente a un acuerdo refrendado con el Board del FMI. Recordemos, lo acordado hasta el momento es una intención de finalidad, no el acuerdo en sí.

A modo de ilustración, la cadena de eventos, de momentos y de posibilidades en política internacional influencian de manera concreta la posición Argentina, y vice versa: Argentina puede mandar señales dentro del mismo universo de medidas. Analizando por trecho: en el plano de las organizaciones internacionales, la Argentina es presidenta del Consejo de Derechos Humanos de las Naciones Unidas justo en el momento del examen tripartito sobre la adhesión a tratados de derechos humanos de Venezuela. Lo que puede ser construido como una casualidad, en política se transforma automáticamente en una posibilidad. Siendo presidenta del Consejo, la Argentina ya tomó una postura marcadamente más dura con respecto al régimen de Maduro, condenando su no - adhesión a estándares internacionales. Esto ocurre solo semanas después que -por primera vez - la Argentina condenara en el plano de la Organización de Estados Americanos al régimen de Nicaragua y pida a Rusia la colaboración con la detención de un acusado por el atentado a la AMIA.

Los últimos movimientos

¿El origen de los últimos movimientos de postura de la Argentina?

La primera reunión entre el canciller y el secretario de Estado de Estados Unidos, por cierto, la reunión bilateral más extensa en Foggy Bottom (sede del Departamento de Estado de Estados Unidos) desde la asunción de Joe Biden.

La causalidad de la reunión y los giros de la posición argentina se verían en tándem con la negociación con el FMI si tenemos también en cuenta que la vicepresidenta estuvo presente en la asunción de Xiomara Castro como presidenta de Honduras, coincidiendo con Kamala Harris, la vice de Biden.

Normalmente los agasajos en asunciones presidenciales son poco notables, pero es notable también el interés súbito de la Argentina por el evento en Honduras dada la escasa relación estratégica del país con esa región.

Siguiendo en América del Norte, el último discurso del presidente de México -López Obrador- también apunta a movimientos específicos de apoyo a la postura argentina. López Obrador transcurre el mejor momento de su relación con Biden, después de acordar una serie de propuestas migratorias en la frontera sur de Estados Unidos.

Las posibilidades geopolíticas indican que las llegadas por intermediarios pueden funcionar, sobre todo teniendo en cuenta que Estados Unidos será el anfitrión del Summit of the Americas en la ciudad de Los Ángeles en junio de 2022 para relanzar la política exterior hacia la comunidad de estados latinoamericanos.

  Una cumbre que tendrá más chances de éxito con Venezuela y Nicaragua excluidas, un acuerdo final del FMI con Argentina y un escenario de victoria para Lula da Silva en las elecciones de Brasil en octubre.

 Las inconsistencias 

Por último repasar eventos que también han ocurrido en las últimas semanas: más donaciones de vacunas contra la COVID-19 a países con lazos culturales, comerciales o con alianzas cercanas a Estados Unidos, nuevo embajador de Estados Unidos en el país, un artículo del premio Nobel de Economía y supervisor de tesis -Joseph Stiglitz- defendiendo la gestión del ministro Martín Guzmán durante la parte activa de la pandemia, y un anuncio de evaluación para que Argentina sea miembro de la Organization for Economic Co-operation and Development (OCDE) que representa a las economías más desarrolladas. Si bien es una iniciativa de décadas, parecería que, en esta oportunidad, Argentina podría ser finalmente incluida a la grilla que ya integran México, Chile, Colombia y Costa Rica. 
Si la geopolítica es un juego de posibilidades, las posibilidades de arruinar un objetivo estratégico nacional también es parte del marco analítico. Una de las claves para cualquier política exterior nacional es contar con dos elementos esenciales: continuidad y coherencia. La Argentina, por lo descrito anteriormente, parece poseer ambas en cuanto involucre la organización de eventos que la benefician externamente. Pero en el plano interno -lo que controla desde su política pública- va diametralmente en sentido opuesto.
Primero, el presidente organiza un viaje al exterior visitando a Rusia y China en contextos donde uno -Rusia- está a punto de invadir Ucrania y llevarse por delante los principios máximos del orden internacional pos-Segunda Guerra Mundial; y el segundo -China- a punto de auspiciar las Olimpíadas de Invierno en medio de un extenso boicot por violaciones a los derechos humanos en la región de Xinjiang (para Francia, por ejemplo, China comete genocidio en esa región de minorías musulmanas).
La lectura equivocada de este análisis sería que pretende ser una alineación ciega con Estados Unidos. ¡Para nada! El análisis geopolítico visto desde la necesidad de encauzar el principio de acuerdo con el Fondo Monetario Internacional y ordenar la macroeconomía llama al presidente a visitar Rusia y China en un momento más oportuno y menos tenso. ¿Qué justificación tendría la Argentina -presidenta del Consejo de Derechos Humanos de la ONU- sí el presidente visita a Putin en medio de la vulneración de la soberanía de Ucrania?
Lo que se plantea es tener constancia y seriedad para impartir desde la política exterior lo necesario para sostener y alcanzar objetivos nacionales estratégicos. No sirve de nada un show de fuerzas si al final lo único que logra es más tensión en un sistema internacional muy cargado y menos ágil después de dos años de pandemia. Por eso, sin pedir mucho al debate político interno de la Argentina, por lo menos sostener una agenda estratégica geopolítica para resolver por lo menos un problema urgente, debería ser una guía insoslayable de este y cualquier presidente de nuestro país.
Aún con un principio de acuerdo con el Fondo, Argentina seguirá esclava de los designios de la geopolítica para llegar a un arreglo definitivo, para soportar las revisiones trimestrales y para crecer, no solo en riqueza, sino también en congruencia de su política exterior. 
 

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