inicia sesión o regístrate.
Kiev se está desangrando incluso antes de que comience el esperado asedio ruso. Decenas de miles de habitantes de la capital ucraniana decidieron tomar sus cosas e iniciar un largo éxodo con destino al oeste del país y, si es posible, al extranjero.
"La ciudad se está vaciando. Nosotras nos vamos, pero mi marido y mi padre se quedan a combatir", comentó Nastia al borde del andén de la Estación Central de Kiev.
Leópolis, la capital del oeste de Ucrania y que está cerca de la frontera polaca, es el destino de casi todos los desplazados que huyen de la guerra y del inminente bombardeo ruso de la ciudad, que ven como algo inevitable.
Coches, autobuses e incluso camiones dejan a familias enteras frente a la estación. En sus miradas perdidas se puede leer el sufrimiento de diez días de invasión rusa.
Muchos dejan atrás sus vidas, sus casas y todas sus pertenencias. La grúa no da abasto para retirar tantos automóviles abandonados en la plazoleta.
La estación es un hervidero. En sus pasillos miles de personas esperan que la megafonía anuncie su tren para abalanzarse al andén.
El problema es que ni hay horario ni billete, por lo que hay que correr para no viajar de pie.
La sala de espera está tan atestada de gente, que las cunas tienen muchas dificultades para abrirse paso.
Lloran desconsolados
Los chillidos de algunos niños al subir al vagón es ensordecedor. Otros lloran desconsoladamente por las ventanillas. No quieren viajar sin sus padres, pero estos se quedan a defender la ciudad del enemigo ruso.
"Tenemos que enviar a la familia a un lugar seguro. De lo contrario, no podría estar tranquilo", comentó Yaroslav, un corpulento soldado que sostiene en su regazo a su hijo pequeño, que está abrazado a su cuello.
Está convencido de que la capital resistirá la embestida rusa, ya que todos sus amigos están decididos a "hacer pagar muy cara" a los rusos su osadía.
Son escasos los hombres que se suben al tren. Solo los mayores de 60 años. Como un georgiano casado con una ucraniana.
"Dudamos mucho, pero finalmente decidimos abandonar la ciudad. Tenemos que pensar en los niños", señaló su esposa, Sveta, mirando a sus dos vástagos.
Eso sí, pocos saben si volverán. Algunos tienen familiares en Lviv. Otros, confían en la ayuda de las organizaciones internacionales.
Dos amigas, Yulia y Tatiana, viajan juntas con sus tres hijos. Lo hacen sin sus maridos, que se encuentran ya en primera línea de frente.
La madre de Nastia también decidió quedarse, ya que Kiev es "todo" para ella, sus "raíces" y, lo que es más importante, la abuela se niega a abandonar la ciudad.