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Jorge Luis Borges, además de sus ficciones, fue un magistral narrador que supo describir distintas realidades enfocadas, mayormente, en su Buenos Aires querido. Pero parecería que los entornos laborales no fueron de su predilección. Sin embargo, hay un cuento en el que vamos a encontrar muchos elementos que nos servirán de guía por el mundo del trabajo. Se trata de Emma Zunz, un cuento poco frecuente en la narrativa borgiana que quiebra el modelo fantástico o metafísico prestigiado en sus cuentos posteriores para abordar un estilo realista. Borges incursiona en el plano verosímil que sostiene al realismo desde dos ángulos: el legal y el literario.
La historia que da origen a los hechos que constituirán el corpus de la narración, trata del injusto despido de Emanuel, padre de Emma Zunz, cajero de una fábrica a quien acusan de un gran desfalco. Años más tarde, refugiado en Brasil, Emanuel se suicida. Nace en Emma el deseo de venganza y nos cuenta Borges que recuerda: "La casita de Lanús que les remataron, el auto de prisión, el oprobio, los anónimos sobre "el desfalco del cajero', recordó (pero eso jamás lo olvidaba) que su padre, la última noche, le había jurado que el ladrón era Loewenthal. Loewenthal, Aarón Loewenthal, antes gerente de la fábrica y ahora uno de los dueños". Emma para vengar la muerte del padre urde un plan: se hace violar por un marinero desconocido, con la intención de endilgarle esa violación al hombre que había arruinado a su familia y así justificar su planificado homicidio (para el derecho penal sería el "crimen perfecto"). Borges nos describe a la víctima: "Loewenthal era, para todos, un hombre serio; para sus pocos íntimos, un avaro. Vivía en los altos de la fábrica, solo".
Borges ubica la acción en la fábrica de Lowenstal durante una huelga, producida en enero de 1922. ¿Habrá tenido presente el genial escritor que fue en enero de 1919 que se produjo la dramática y sangrienta huelga que luego se conoció como la Semana Trágica? ¿O que casualmente, en enero de 1922 la Sociedad Rural festejaba la finalización de la campaña para sofocar la "Patagonia Rebelde", con cientos de obreros asesinados? Dice Borges: "Había en la fábrica rumores de huelga; Emma se declaró, como siempre, contra toda violencia". Esto nos señala que para la época (o para Borges) huelga equivale a violencia, lo que no coincide con las definiciones modernas de esta modalidad de protesta laboral. Las conceptualizaciones actuales de la huelga excluyen a aquellas que no sean "pacíficas".
Hasta aquí tenemos dos ingredientes para esta sopa laboral borgiana: un despido injusto (que provoca resentimiento y venganza) y una huelga que el patrón busca desarticular mediante la delación de Emma, sin indicios de querer solucionar las causas del conflicto. Pero el relato de Borges aún nos depara una tercera situación: un caso de supuesto acoso o violencia laboral. Emma Zunz "llamó por teléfono a Loewenthal, insinuó que deseaba comunicar, sin que lo supieran las otras, algo sobre la huelga y prometió pasar por el escritorio, al oscurecer". Esa noche Emma se encuentra con su patrón y prácticamente sin mediar preámbulos le descerraja tres tiros. Luego Emma dirá a la policía: "El señor Loewenthal me hizo venir con el pretexto de la huelga... Abusó de mí, lo maté... La historia era increíble, en efecto, pero se impuso a todos, porque sustancialmente era cierta." Pero, básicamente, la violencia laboral se torna creíble, porque el acoso sexual tanto en esa época como en la actualidad ha sido una constante en las relaciones de poder que se le imponen a los dependientes (el que los llamemos dependientes o subordinados nos da una idea de cuál es el equilibrio de esa relación de poder). Nadie pudo dudar que los hechos ocurrieron como los relató Emma, porque los hechos, en una sociedad patriarcal, normalmente ocurren como los relató Emma.