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El intento de magnicidio contra la vicepresidenta Cristina Kirchner conmocionó al país por tratarse de un hecho para nada habitual, aunque esa condición de inusual se logró recién en las últimas décadas, ya que en la historia argentina hay varios antecedentes de planes frustrados para asesinar a altos dirigentes del Gobierno.
Uno de los primeros antecedentes registrados fue el que sufrió Juan Manuel de Rosas en 1841, cuando estaba al frente de la Gobernación de Buenos Aires. El mandatario recibió una caja y una carta en la que se señalaba que en el interior del pequeño cofre había una colección de medallas, pero el paquete había sido capturado en Montevideo por un grupo de unitarios, que instaló un dispositivo que tenía 16 pequeños cañones cargados con municiones apuntados en todas direcciones, para dañar a quien la abriera. Lo hizo su hija, Manuelita Rosas, quien se salvó porque el dispositivo falló.
Casi tres décadas después, en 1873, tres sujetos abordaron el carruaje que llevaba al entonces presidente Domingo Sarmiento. Uno de ellos gatilló un trabuco cargado con balas envenenadas con bicloruro de mercurio, pero el arma falló y terminó explotando y destrozando la mano del agresor.
En 1886 el general Julio Argentino Roca, que estaba al frente del Gobierno, leyó su discurso de apertura de sesiones del Congreso con la frente vendada y manchas de sangre en su uniforme ya que había sido atacado en Plaza de Mayo con una piedra por un exmilitar correntino que reconoció que quería asesinarlo.
Cinco años después, en 1891, Roca volvería a sufrir un intento de homicidio cuando se desempeñaba como ministro del Interior del presidente Carlos Pellegrini. Un menor de edad disparó contra su coche, pero el proyectil no dio en el blanco.
En el siglo XX
El comienzo del siglo XX no estuvo ajeno a este tipo de violencia contra los mandatarios. En 1905 el entonces jefe de Estado, Manuel Quintana, se dirigía a la Casa Rosada y un hombre se acercó y gatilló, pero los disparos no salieron.
Tan solo tres años después, en febrero de 1908, su sucesor, José Figueroa Alcorta, también se sumó al listado de mandatarios que sufrieron ataques directos para terminar con sus vidas. Primero, fue la primera dama, Josefa Julia Bouquet Roldán, quien recibió una canasta de frutas que contenía una bomba que no detonó. Y el 28 de ese mes un anarquista le arrojó un paquete que contenía una bomba que no funcionó por estar mal confeccionada.
En tanto, el 9 de julio de 1916, mientras se realizaba un desfile militar en la Plaza de Mayo, un joven disparó contra el balcón de la Casa Rosada donde se encontraba el entonces mandatario, Victorino de la Plaza. El proyectil impactó contra una moldura ubicada a pocos centímetros del jefe de Estado.
Ya en 1919, el radical Hipólito Yrigoyen fue víctima de un ataque a tiros que no alcanzaron su objetivo.
Y el también radical Raúl Alfonsín sufrió tres intentos de homicidio durante su presidencia que transcurrió entre 1983 y 1989.