¿Quieres recibir notificaciones de alertas?

Su sesión ha expirado

Iniciar sesión
10°
15 de Agosto,  Salta, Centro, Argentina
PUBLICIDAD

La herencia científica de Pablo Mantegazza

Lunes, 23 de octubre de 2023 04:32
Alcanzaste el límite de notas gratuitas
inicia sesión o regístrate.
Alcanzaste el límite de notas gratuitas
Nota exclusiva debe suscribirse para poder verla

La historia tiene sus extraños vericuetos, encrucijadas y encadenamientos. Pablo Mantegazza (1831-1910) fue un gran sabio italiano que vino a la Argentina en 1854. Pasó dos años en Entre Ríos y en 1856 llegó a Salta. Tenía 25 años de edad y una pasión arrolladora por estudiar, investigar y conocer todo sobre nuestra naturaleza y costumbres.

Cuando hizo su entrada a Salta, por el Portezuelo, quedó impactado por la belleza del Valle de Lerma y la ciudad con aire colonial que había sido un nudo entre los virreinatos del Perú y el Río de la Plata. Le llamó la atención que de un lado había una cordillera nevada donde los viejos salteños traían hielo para fabricar sus helados y en Campo Santo se encontró con una flora caliente, con plantaciones de coca, banana y caña de azúcar, y donde probó la chirimoya, a la que consideró la fruta más exquisita del mundo.

Quedó fascinado con los vinos excelentes y de sabor finísimo del Valle Calchaquí: "El rojo de Cafayate es un borgoña elevado a la quinta potencia, un tesoro de energía, de sabor, de voluptuoso amargor", diría.

Las damas del Club 20 lo invitaron a tomar el té. Y allí conocería a Jacoba Tejada, de quien quedó prendado por su belleza. Se casó con ella y volvió a Italia. Antes de partir alguien le acercó un cuero del gato andino, al que estudió y puso el nombre científico de "Felis jacobita" en homenaje a su esposa.

La coca y sus virtudes

La obra escrita de Mantegazza referida a la República Argentina, publicada enteramente en italiano y hoy inhallable, fue por suerte traducida y editada por la Universidad de Tucumán en 1916 (Viajes por el Río de La Plata, 280 p.) y reeditada con ampliaciones en 1949 (Cartas Médicas sobre la América Meridional, 498 p.). La lectura de estos volúmenes es realmente placentera no solamente por la cantidad y calidad de la información enciclopédica que proporcionan sino por la fina pluma con que están escritos. Mantegazza estaba muy interesado en los "alimentos nervígenos" como la coca y el mate. Al parecer les habría pedido a los boticarios irlandeses radicados en Salta que trataran de aislar el alcaloide de la hoja de coca. Habría sido él quien le llevó ese alcaloide a su amigo Sigmund Freud. Este lo recomendó ampliamente a sus pacientes de Europa. Y no hay que olvidarse del Papa León XIII a quién se le preparaba el "Vino Mariani", un licor de cocaína con el que daba misa y entraba en éxtasis espiritual.

Sabemos por Manuel Solá en su Memoria Descriptiva de Salta (1889) que durante la epidemia de cólera en la década de 1880, la cocaína se recetaba como remedio.

Geología en el siglo XIX

De regreso y antes de volver a Italia, los profesores de Buenos Aires le pidieron que buscara la posibilidad de contratar a un científico italiano para comenzar los estudios de ciencias naturales, especialmente de geología. De vuelta a su país se contactó con Pellegrino Strobel (1821-1895), afamado profesor de la Universidad de Parma y lo convenció de viajar a la República Argentina para realizar allí estudios científicos de campo y enseñar además asignaturas sobre los tres grandes reinos de la naturaleza.

Strobel llegó a Buenos Aires en 1865 y su primera clase magistral fue anunciada ampliamente en diarios de la época lo que demostraba el interés que despertaban los estudios sobre la naturaleza y la calidad académica del conferencista. Strobel venía cargado de pergaminos. Era un políglota que manejaba fluidamente nueve lenguas y escribió más de 200 trabajos científicos especialmente en italiano y alemán, dos lenguas maternas por su origen en una región del norte de Italia, cerca de Austria; y también en francés, inglés y español. Era de aquellos clásicos sabios enciclopedistas del siglo XIX que abarcaban amplios campos del conocimiento. En su obra destacan la zoología, la botánica, la etnografía, la arqueología y la geología, incluyendo la paleontología.

En un reciente remate de la Casa Hilario de subastas de antigüedades de Buenos Aires se puso en venta una litografía sobre papel, con la indicación manuscrita en tinta ferrogálica, de una posta en la pampa procedente del "Viaggi nell' Argentina Meridionale effetuati negli anni 1865 – 1867", de Pellegrino Strobel, editado en Torino, en 1867. El dibujo destaca que en plena travesía rural, cuatro hombres hacen un alto en una posta, donde se mudarán los caballos que tiran de la diligencia, en tanto que ellos toman mate y recuperan energías para continuar la marcha.

El que está sentado y sin sombrero es el propio Pellegrino Strobel, vestido de manera diferente a los otros gauchos que lo acompañan. Luego de una corta estadía en Argentina, volvió a Italia. El dinero que le sobró de sus viajes científicos quiso devolverlo pero la burocracia se lo impidió. Lo donó entonces para que se instituyera un premio en su nombre.

Durante muchos años se entregó hasta que se discontinuó.

En 1993 la Universidad de Buenos Aires volvió a instaurar el premio Strobel y la clase magistral que lo acompaña. Tuve el honor de haber sido invitado en 2013 a dar la "XX Clase Magistral Pellegrino Strobel" en la UBA. En 2015, al cumplirse 150 años de aquella histórica clase que dictara Strobel, el premio le fue concedido al Dr. Víctor A. Ramos, destacado geólogo mundial que acaba de recibir, entre otros muchos galardones, el "Premio Leopoldo von Buch" (2023), una de las máximas condecoraciones de Alemania.

La prehistoria pampeana

Como dijimos, Strobel regresó a Italia con la misión de buscar, junto a Mantegazza, otro científico que lo sucediera en Argentina. Fue así como llegó al país el Dr. Juan Ramorino (1840-1876), un genovés que se había graduado de doctor en Ciencias Naturales en la Universidad de Turín.

En Buenos Aires se hizo cargo de la cátedra de Strobel en la UBA. Ayudó al joven Florentino Ameghino en sus investigaciones sobre el hombre pampeano.

Ramorino había descubierto hombres fósiles en las cuevas de Liguria en Italia. Acompañó a Ameghino a Luján en 1871 donde descubrieron puntas de sílex del hombre prehistórico asociadas a caparazones de gliptodontes. La noticia tuvo gran repercusión en los diarios de Italia.

Al igual que Ameghino, Ramorino estaba convencido del hombre pampeano de fines del Terciario. Más tarde se demostraría que el hombre fósil americano no supera los 25.000 años de antigüedad, contra los más de dos millones de años que representa el periodo Plioceno de fines del Terciario.

Ameghino le dio el crédito a Ramorino de haber sido el primero en señalar la presencia del hombre fósil en Argentina. Enseñó también Historia Natural en el Colegio Nacional de Buenos Aires.

En los pocos años que estuvo en nuestro país escribió un libro al que tituló "Rudimentos de Mineralogía" (1869), una obra pionera en el tema. En 1870 regresó brevemente a Italia y dejó al frente de la cátedra a Doménico Bartolazzi. 

Ramorino fue miembro fundador en 1872 del Instituto Bonaerense de Numismática y Antigüedades, trabajó en la organización del Hospital Italiano de Buenos Aires y fue uno de los fundadores del periódico "La Nazione Italiana". También fue uno de los fundadores e impulsores de la Sociedad Científica Argentina. Y todo ello en una corta vida, ya que enfermó, regresó a su país y falleció al llegar a su tierra natal a los 36 años de edad. 

Los principales diarios de Buenos Aires hicieron apología a su vida y obra y llegaron a considerarlo como un "Apóstol de la Ciencia" (La Nación).

Nunca llegó a publicar el trabajo que había preparado para la Sociedad Científica Argentina sobre el hombre fósil de la Pampa y su manuscrito quedó trunco e inédito. 

Al fallecer Ramorino se hizo cargo de la cátedra el Dr. Otto Schnyder, naturalista suizo, nacido en Lucerna, que escribió el primer tratado de botánica del país con referencia a la flora de nuestro territorio con 126 láminas y distribuida en regiones fitogeográficas, una originalidad para la época. Regresó a Suiza sin que se supiera más nada de él. 

El legado 

Fue nombrado entonces en la cátedra vacante el Dr. Isaac Larraín (1844-1924). El padre de Larraín, sanjuanino, había participado en el ejército sanmartiniano y tuvo tres hijos, dos de ellos Jacob y Nicanor se destacaron como notables jurisconsultos y políticos argentinos.

Isaac participó en la batalla de Pavón y luego siguió estudios médicos donde se doctoró en 1874. Junto al Dr. Luis Güemes fueron los creadores de las "Casas de Salud" que más tarde servirían de base a la Asistencia Pública de Buenos Aires. Enseñó castellano y dejó un importante manual de gramática. 

Como sucesor de Ramorino en la cátedra de Historia Natural y filosofía dictó clases de mineralogía, geología, botánica y zoología. Su trabajo más encomiástico resultó ser las "Lecciones de Historia Natural" (116 p., Imprenta del Pueblo, 1879, Buenos Aires), las que recopiló su discípulo Januario Escobedo. Este trabajo se convirtió en uno de los primeros escritos en escapar de lo europeo para poner énfasis en lo nacional, tanto en la flora, fauna y gea.

La herencia científica de Mantegazza en Buenos Aires, se traslada así a través de Strobel, Ramorino, Bartolazzi, Schnyder, Larraín, Escobedo, y cientos de otros naturalistas, hasta llegar a los académicos y naturalistas de nuestros días. 

 

PUBLICIDAD
PUBLICIDAD