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25 de Junio,  Salta, Centro, Argentina
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¿Qué pasó? íFue la política!

Miércoles, 25 de octubre de 2023 02:35

Vivimos un proceso de elecciones presidenciales de alto contenido emotivo. Un proceso que generó y genera tensiones (políticas) y que, al menos en teoría, se propone atenuar o superar otros conflictos (económicos y sociales).

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Vivimos un proceso de elecciones presidenciales de alto contenido emotivo. Un proceso que generó y genera tensiones (políticas) y que, al menos en teoría, se propone atenuar o superar otros conflictos (económicos y sociales).

Los resultados muestran novedades notorias: tres fuerzas contendientes (en vez de las dos tradicionales); un ministro de Economía en ejercicio que se postula para la presidencia; un triunfador (provisorio) de estrecho vínculo con la pérdida de poder adquisitivo de salarios y jubilaciones; candidaturas que no han logrado difundir sus propuestas detalladas para atender a los principales problemas y conflictos que padecemos la gran mayoría de los argentinos.

Cabe preguntarse entonces: ¿A qué se debe el triunfo (provisorio) nada menos que del ministro de Economía de un gobierno que agravó la crisis económica caracterizada por la inflación galopante, el crecimiento de las incertidumbres y un malestar social que no distingue clases, estamentos ni preferencias partidistas? Mi respuesta (provisoria) apunta a atribuir los resultados del pasado domingo al desigual uso de las herramientas e instrumentos políticos.

Ganó el que no desdeñó ninguna de estas herramientas; vale decir, el que "hizo" política. Obtuvo el segundo lugar el candidato que revolucionó formas y contenidos de la política tradicional. Y quedó fuera del balotaje quien se abroqueló en su círculo ideológico y leyó mal los datos de la realidad o interpretó mal el impacto de esos datos sobre las preferencias de sus potenciales votantes. Dicho de otro modo: los resultados de esta primera vuelta han sido influidos (sino determinados) por el papel que cada candidatura otorgó a la política como arte de la conducción, de la comunicación, de la ambigüedad, del diálogo y del armado de alianzas y de candidaturas.

Resumamos: Sergio Massa, sobre todo en el último tramo de la campaña, apeló al "Manual de Conducción Política" (J. D. Perón). Javier Milei se mostró rudimentario, agresivo y frontal en su rechazo al artículo 14 bis de la Constitución y -en su integridad- a las reformas de 1994. Y Bullrich intentó, con resultado dispar, cautivar a los propios. Salvando las distancias, Milei y Bullrich coincidieron a la hora de desdeñar la política como arte de la conducción.

Pero hay otros factores que pueden ayudar a comprender lo aparentemente incomprensible:

Massa ganó porque -a tiempo- se dio cuenta de la centralidad del peronismo sociológico no kirchnerista; ganó porque fue capaz de articular una alianza con el alicaído aparato sindical para lo cual construyó un discurso promisorio para los trabajadores con y sin trabajo. Esto fue notorio en Salta en donde la CGT y sus organizaciones confederadas, en alianza con los movimientos sociales, se volcaron "in extremis" a consolidar el voto tendencialmente peronista.

Bullrich se centró en atacar sin matices a los sindicatos, a los docentes y a los trabajadores que ejercen su derecho a protestar; derechizó su discurso sin advertir que una derecha más ortodoxa, nueva, que no duda en proponer "soluciones" contrarias al orden constitucional federal y cosmopolita, había copado el discurso del orden.

Milei, que pareció darse cuenta de aquellas carencias y errores de Bullrich, intentó aproximaciones de cúpula con el mundo sindical y corporativo sin lograr contrarrestar el miedo que su discurso anarcocapitalista provocaba en los amplísimos segmentos que perciben rentas o favores del Estado (desde empresarios, a jubilados; desde asalariados a perceptores de subsidios; desde agentes de la obra pública a especuladores).

Aunque en las boletas no figuraron las palabras "peronista" o "justicialista" ni los históricos retratos de sus líderes fundadores la antinomia peronismo / antiperonismo estuvo presente en millones de compatriotas, muchos de los cuales (nietos o abuelos) no habían siquiera nacido en los míticos años dorados.

Me refiero a esa visceral "cultura peronista" que habla de justicia social, de soberanía, de antinorteamericanismo, de Estado benefactor, de lealtad a los líderes del pasado, de autarquía; una "cultura" que se recrea y emerge con fuerza cuando el antiperonismo se centra en la corrupción, desprecia al "aluvión zoológico", o antepone las libertades a la igualdad.

Cuando los millones del así llamado campo "nacional y popular" advierten o sospechan que la encrucijada está a punto de reeditar la línea "Mayo, Caseros, Revolución Libertadora", apelan a las "esencias" y llaman a la cancha a los herederos -conscientes o inconscientes- de la línea "Rosas, Yrigoyen, Perón".

No se me escapa que hay también millones de compatriotas que desconocen o les traen sin cuidado estos enfrentamientos ancestrales. Pero, es igualmente cierto, que estos son los 7 millones que votaron por Milei, emisario de las nuevas (malas y/o buenas) políticas.

Por tanto, la selección de las dos fuerzas que participarían en el balotaje dependía de su capacidad de atraer, seducir, encuadrar o convocar a los millones que abrevan en aquella histórica línea "Rosas, Yrigoyen, Perón" y que de algún modo representó Juan Schiaretti. Y en este empeño triunfó Massa -triunfó sobre evidencias, sobre dudas y sospechas, sobre errores y fracasos, que hicieron de los suyos "triunfos pasajeros" (de aquellos cantados por Carlos Gardel, con letra de Celedonio Flores en el tango "Mano a mano"). Un Massa que hacia el final de su campaña electoral habló con y de las trabajadoras y trabajadores, y que celebró el acto de cierre en una fábrica de Pilar.

Y fracasó Bullrich, que pareció obsesionada por la idea de un orden impuesto; por su empeño en englobar a los sindicatos en un conjunto maléfico; por su creencia de que buena parte de nuestros problemas está causada por los trabajadores que protestan en defensa de sus empleos, del poder adquisitivo de sus salarios, que exigen calidad educativa, que sufren el deterioro del sistema de salud y que, como es el caso de Salta, padecen la mora tribunalicia y una justicia del trabajo prisionera de teorías antisindicales y antiobreras.

Por consiguiente, por imperio de la legalidad constitucional, tendremos cuatro años de un gobierno presidido por Massa o por Milei, y es de buen ciudadano apostar y contribuir a que logren sacar a nuestra Nación del actual atolladero.

Queda por saber cómo impactarán los resultados de octubre y noviembre en del mapa político nacional y provincial; siendo lo más probable que emerja totalmente rediseñado.

Pero, mas allá de estos momentos coyunturales y dramáticos, precisamos abordar la reconstrucción de la casa común de los argentinos, que no es ni puede ser otra que aquella que hagamos entre todos y todos -con sacrificio y generosidad, con mentes abiertas a la autocrítica y a la innovación- dentro del marco de nuestra Constitución republicana y democrática.

 

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