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La herramienta del miedo

Sabado, 11 de noviembre de 2023 02:40
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¿Es mejor ser amado que temido, o ser temido que amado? En vísperas de elecciones -como pocas veces visto- un mensaje de miedo domina el escenario electoral. Los candidatos creen, que el efecto del mensaje redundará en una sociedad proclive a cambios abruptos, sin beneficio de inventarios y preparada para acatar decisiones draconianas.

Esta emoción, el miedo -que junto a la rabia, tristeza, alegría y asco constituyen las emociones del ser humano- nos hace sentir que la alimentación, el descanso, el empleo, la seguridad física, los servicios de salud, la propiedad, la jubilación, están en riesgo y también que la amistad, el afecto, la confianza, el respeto y el éxito son los convidados de piedra del mensaje político.

Este sentimiento -el del miedo- se ubica en el centro de la relación política y constitutiva de la autoridad política que atraviesa regímenes políticos e ideologías.

Esta autoridad, que se asienta en la relación política, construye un miedo vertical basado en las desigualdades y la estratificación dentro de la sociedad, que nos permite compararnos y posicionarnos en las relaciones de poder; otro horizontal, el que viene de afuera y anima nuestra necesidad de ser "defendidos" por quienes tienen poder y nos gobiernan de los extraños que nos amenazan. La administración de los miedos es labor de la actividad política, que se ejecuta por los que ejercen el poder político y por la incertidumbre de los ciudadanos de a pie, principales beneficiados o perjudicados de las decisiones de los que ejercen el poder.

Esta gestión de los miedos como instrumento de la dominación política se monta en la imposibilidad de integración social, de autorrealización o de reconocimiento personal; que produce rabia, tristeza, alegría y asco. Emociones que se encarnan en la violencia del lenguaje político, haciendo sentir al elector como parte del proyecto político, que se identifica con quien llama a su adversario "enemigo", al periodista que lo desmiente "ensobrado" o a aquel que cuestiona al Estado como "fascista".

Pero, lo que está en discusión en esta elección no es solo quién será el presidente; sino como con la política del miedo nos adentrarnos en un espacio inficionado por el fraccionamiento social, la ilegitimidad de los actores políticos y la imposibilidad de gobernar; impidiendo la vigencia de la matriz de acuerdos sociales que nos permitieron empinarnos sobre los "carapintadas", las "hiperinflaciones" y consolidar cuarenta años de democracia ininterrumpida.

Romper con la matriz de estos acuerdos sociales y consensos políticos es renunciar a que, en un futuro próximo, sea posible una democracia basada en los derechos humanos, la fraternidad política y la honestidad en la función pública. Junto con este renunciamiento a los acuerdos políticos, por abrazar el miedo como instrumento del dispositivo político para obtener el poder y gobernar Argentina, sobrevuela una pregunta: ¿es mejor ser amado que temido, o ser temido que amado? Pregunta que se formulaba Nicolas Maquiavelo en el capítulo "De la crueldad y la clemencia", de su libro "El Príncipe" que se publicara en 1532.

 

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