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Facilismo, el peor enemigo de la educación pública

Domingo, 12 de febrero de 2023 02:30
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En los últimos días la noticia de que el director general de Cultura y Educación de la provincia de Buenos Aires, Alberto Sileoni, había presentado al Consejo General de Educación el proyecto para eliminar a partir de este año la repitencia de alumnos en la enseñanza media impactó de forma tan negativa en la sociedad que la iniciativa debió ser congelada de inmediato.

No existe educación sin planes, programas y objetivos que permitan evaluar los logros de todos y cada uno de los alumnos. El deterioro educativo argentino, con una escuela socialmente fracturada, debe analizarse desde el preescolar, porque el aprendizaje es un proceso acumulativo y, desde hace décadas, las universidades argentinas destacan que los alumnos ingresantes muestran gran déficit de comprensión.

Todos los niveles de la enseñanza van acumulando déficit de conocimientos, por falta de rumbo, y por la resistencia de las autoridades y del poder sindical a la evaluación de los alumnos, los docentes y las escuelas.

No solo la universidad y las pruebas nacionales e internacionales demuestran el deterioro: las organizaciones empresarias argentinas advierten que los egresados en general muestran escasas aptitudes y poca predisposición para la disciplina laboral. En gran medida esto ocurre por la laxitud frente a los bajos rendimientos de los alumnos y al facilismo de las promociones automáticas cuando los paros docentes impiden el regular cursado de las clases.

Sileoni reconoce los alarmantes niveles de repitencia y la creciente deserción de alumnos en la enseñanza media. Es decir, pone en evidencia el fracaso acumulado durante varias décadas.

El proyecto de eliminar la repitencia ya había sido anticipado por el gobernador Axel Kicillof. Sileoni lo explicó a partir de la teoría de que la repitencia no resuelve nada, desalienta a los alumnos y acelera la deserción. Tardíamente, a 16 años de la sanción de la Ley Nacional de Educación, describió un complejo sistema de reforma del plan de estudios en la enseñanza media que incluiría la agrupación de conocimientos en diversas áreas y un sistema de recuperación de contenidos para los alumnos que no alcancen determinados objetivos.

Si el apuro tuvo alguna intención electoralista, en todo caso, fue un grave error; los padres de los estudiantes secundarios, especialmente los que concurren a las escuelas del Estado, exigen que sus hijos vayan a clase con continuidad y para incorporar conocimientos y destrezas que les permitan incorporarse con éxito al universo laboral.

Los alumnos argentinos obtienen muy malos resultados en las pruebas internacionales organizadas por la OCDE y la Unesco, que evalúan los niveles de lectura comprensiva y capacidad de resolución de problemas matemáticos.

Nuestro país, que hace cinco décadas lideraba los indicadores educativos de la región y se ubicaba a la altura de los países desarrollados, ha retrocedido hasta los últimos lugares. Hoy, solamente el 16% de los estudiantes terminan el secundario en el tiempo previsto y con un dominio satisfactorio de conocimientos básicos. Los egresados de escuelas privadas y provenientes de hogares con niveles medios y altos de ingresos cuentan con ventajas muy evidentes por sobre los jóvenes que están obligados a concurrir a escuelas de gestión estatal y no cuentan con suficiente apoyo familiar.

Ninguna ley educativa frenó esta decadencia, porque los gobiernos no cumplieron con las metas básicas: profesionalización y jerarquización docente, orientación hacia la nueva civilización tecnológica y horario de jornada extendida o completa, además cumplimiento estricto de los 190 días anuales de clases.

Hacer pasar de curso a un alumno que no alcanzó los objetivos es, simplemente, postergar su fracaso. La politización y la frivolidad en la gestión educativa erosionan a la escuela pública, laica y gratuita, la que responde al modelo de Domingo Faustino Sarmiento. De ese modo, las promociones automáticas y la flexibilización de las exigencias, es decir, el facilismo, están destruyendo la más importante y exitosa estrategia de Estado argentino en su historia, cuyos logros de inclusión social fueron inigualables.

 

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