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El trabajo afrodescendiente 

Viernes, 17 de febrero de 2023 23:47
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Al hablar de trabajo afrodescendiente no nos estamos refiriendo al trabajo prestado por los escasos descendientes de los habitantes de Africa (el continente negro, con perdón de la palabra). Queremos ser políticamente correctos y en vez de titular esta nota con la vilipendiada expresión de trabajo en negro, hemos seguido las recomendaciones del INADI (V. manual de conducta del INADI para periodistas), que considera la palabra negro como bochornosa. Razón tiene: negra es la noche, negras son las sombras, negra la peste, negra la suerte, negras las malas intenciones, negras las banderas de los piratas, negra la mafiosa mano, negros los gatos de la desgracia, etc. 

Cuando algunas palabras tienen carga emocional o culturalmente negativa, instituciones como el INADI tienden a negarlas a despecho de una persistente realidad que se empeña en contradecirla. Pero existe otra vía, más ardua pero más respetuosa de aquello que se pretende defender. Cuando se utiliza la palabra negro (o cualquiera otra con sentido discriminatorio), es necesario que quien la utiliza como un ultraje la crea vergonzante. Pero, para que la ofensa realmente sea efectiva, es necesario que –también- el agraviado se avergüence de su condición. El insulto requiere un emisor y un receptor que coincidan en el significado. Durante mucho, mucho tiempo (tanto tiempo: ¡aún no había nacido Mirtha Legrand!), los blancos hicieron un gran trabajo: hacer que los propios negros se sintieran como la raza inferior.  Felizmente, en la década del 60 las “Panteras Negras” y otras organizaciones de militantes negros estadounidenses acuñaron la consigna “black is beautiful” (literalmente: “negro es hermoso”). No debe haber mejor ni más hermosa forma de combatir el desprecio racial que reivindicar la belleza y el orgullo de la propia raza, la despreciada. 

El trabajo en negro 

El problema del trabajo informal, no registrado, en negro o clandestino, no es exclusivamente argentino, es mundial, con especial énfasis en Latinoamérica. Sin embargo, Argentina se ubica entre los países con mayor trabajo no registrado y en constante crecimiento, marche bien o mal la economía. En la década del 80 el trabajo informal alcanzaba el 18%; al iniciarse la convertibilidad, el 30%; con el Tequila, el 35%; a fines del año 2000 subió al 38,6% y desde mediados de 2003 que alcanzó su pico histórico (49,5%) se ha mantenido siempre en una cifra cercana.  Cabe aclarar que al margen de la aversión que tiene Argentina por las cifras estadísticas confiables, en esta materia –justamente por ser no registrada- se escuchan más poesías que datos reales. Por eso se manejan cifras que van del 35 al 60% y se habla de 5, 6, 7 u 8 millones de informales (6,7 y 8 no trae –precisamente- recuerdos de seriedad en la información). 

Cabe preguntarse cuáles son las causas de tanto trabajo clandestino. Analicemos dos: la primera de ellas es que toda la economía argentina es burdamente evasora. Según datos de fuentes cercanas al propio gobierno (o al menos a su pata kirchnerista: Instituto Patria) de acuerdo a estadísticas del Instituto de Investigaciones para el Desarrollo de las Naciones Unidas, Argentina es el cuarto país del mundo y el primero de la región en niveles de evasión impositiva. Nuestro pais se encuentre solo por debajo de países como Malta, Guyana y Chad, y comparta la ubicación con Islas Comoras, Guinea, Zambia y Pakistán, es decir todos países con un Índice de Desarrollo Humano (IDH) mucho menor. 

La segunda causal es la contracara del primera: la alta presión fiscal argentina afecta especialmente a las Pymes, siendo imposible, absolutamente imposible, que cualquiera de ellas cumpla con todas las obligaciones fiscales que se le imponen. Las cargas sociales son altas, pero no exorbitantes. Los empresarios pagan sin chistar –y sin analizar- tasas por servicios que ni siquiera se le prestan, pero descargan toda su bronca contra el mal llamado “impuesto al trabajo”.

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