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Para el buen oyente de la música, esto sonará a un grandísimo tema del baladista uruguayo Jorge Drexler y para el entendido de la brutalidad policial en Estados Unidos, evocará a un libro ejemplar sobre el asesinato de Breonna Taylor (2).
Ni una cosa ni la otra. Hablamos de política. Hablamos, en particular, de la visión de gobierno que expuso Horacio Rodríguez Larreta en su spot de lanzamiento presidencial. El mejor análisis es el que se hace con el tiempo, y no en caliente. Por eso, después de dejar transcurrir lo urgente para enforcarnos en lo importante, el anuncio de Larreta es digno de análisis como un ejemplo para también evaluar otras campañas electorales a nivel país y en Salta. Repasemos: Larreta lanzó una producción digna del momento desde Cabo Vírgenes, en la Provincia de Santa Cruz. La metáfora a flor de piel: lanzarte desde la cuna del kirchnerismo y saliendo del AMBA-centrismo obvio de su figura. Localizado a 133 kilómetros de Río Gallegos, el mensaje apuntó al corazón de una grieta que lo hace partícipe necesario. Aun así, y con todo el montaje metafórico, Larreta habla de un faro y su función simbólica en la construcción de una candidatura que nos promete "laburar, laburar y laburar". Larreta nos dice que un faro nos da una "señal para saber adónde vamos". Saliendo de la crítica más obvia, claramente la decisión del guionista fue atrapar el común entendimiento de la función de un faro: demarcar el continente como estrategia de navegación. Las burlas políticas ya hicieron este punto parte del chiste hasta el cansancio; ese no es el propósito de esta columna. Lo interesante es lo que no dice, o si seguimos la lógica del funcionamiento de un faro, sus limitaciones para marcar rumbos.
¿Estrategia sin intermitencias?
La frase hecha de Larreta significa de simple manera que él sabe adónde deben ir los destinos de la Nación. Lo dice como simbólico y lo refuerza en el resto del spot. Pero, volviendo a Drexler, ¿qué piensa hacer Larreta durante los momentos de oscuridad entre luz y luz? Creo que esa pregunta vale más que la crítica de la metáfora, porque, en el caso del faro en Cabo Vírgenes, el generador eléctrico produce destellos cada 5 segundos. Es decir, la capacidad de gobierno se ve en momentos de crisis y sabiendo que de crisis tenemos camino por delante, esos 5 segundos de incertidumbre, de oscuridad, de pánico, importan más que los momentos de luz. No intentamos ser excesivamente filosóficos o sobreaprovechar una metáfora, pero sí vale la pregunta a cualquier político que quiera liderar un proceso político: ¿cómo nos sacarías de la crisis, de la oscuridad? Los puntos ciegos del faro que nos guía no es otra cosa que los límites a un proyecto electoral. Dicho de otra manera, ¿qué significa 'laburar, laburar, laburar?
En el plano urgente de lo económico, los segundos de oscuridad equivaldrían al tiempo de inacción. No es posible pensar un gobierno próximo sin saber cuál sería el plan de estabilización y corrección de líneas macro para bajar el flagelo de la inflación. No tener una propuesta concreta, seria, transparente, honesta y totalmente práctica; sería como ver el faro pero ir contra las rocas. En esos momentos de oscuridad, cuando por ejemplo parte de la sociedad demande acción a la inacción, veremos cuál es la visión concreta del poder presidencial hacia un problema, una crisis. La clave es tener otros instrumentos de navegación que permitan zanjar la oscuridad. Para eso, la campaña presidencial de Larreta, o las campañas provinciales opositoras, necesitan demostrar con planes concretos la solución que proponen.
Dejar caer la voluntad popular ante la incertidumbre sería tolerar la oscuridad. El nivel de hartazgo político es tal que no creo tengamos la tolerancia necesaria para atravesar más experimentos económicos, más cuando las recetas necesitan de austeridad y recortes. Por ello, en el tema central de la elección que se viene, la política económica necesita un farol, no un faro, y lo necesita como mensaje de campaña para validar una visión, una solución, en las urnas.
Un segundo tema estratégico son los servicios públicos, entendidos desde la visión general de un bien estatal hacia la ciudadanía. Entre las áreas más importantes para definir faroles políticos está la seguridad, el hábitat, la infraestructura, la justicia, la educación, la salud y la mitigación de la crisis climática. Larreta, y cualquier campaña opositora, saben que parten con ventaja para mostrar cambio desde un opaquísimo oficialismo. Pero, la confianza de decir cambio sin explicarlo es igual de chato, y es hasta deshonesto.
La concreción de medidas en cada una de estas áreas puede ser abordadas en una campaña electoral de diferentes maneras; no todas necesitan anuncios específicos. Pero sí necesitan la explicación del método de cambio.
Por ejemplo, los roles institucionales quebrados en la Argentina necesitan un arreglo que requiere un Congreso activo y proclive al consenso. Eso es un faro: la construcción de consensos en pilares del programa de gobierno para compartir los logros desde la propuesta.
Larreta, si es presidente, no tendrá el lujo de gobernar en soledad porque tanto la futura oposición como su propio partido exponen fracturas que no van a lograr sanar en poco tiempo. Ante esta incertidumbre, esos cinco segundos de oscuridad, se necesita cerrar la grieta desde el método: ante todo honestidad y construcción de voluntades para un bien común. El contexto geopolítico es el tercer ejemplo. ¿Vamos a ser parte de los Brics con Rusia adentro?, ¿el Mercosur vale la pena?, ¿podemos seguir en el medio de China y Estados Unidos?, ¿Brasil seguirá siendo el aliado indiscutible?, ¿y el Fondo Monetario Internacional?
Cada pregunta necesita un faro porque les sobra oscuridad cuando uno ve el relato y la práctica de Larreta como gestor y como parte de un gobierno que nunca logró posicionar una política exterior coherente.
No es suficiente hacer una reunión del G20. Ni tampoco alcanza con pretender "conectarse" al mundo abriendo recursos nacionales sin estrategia. El plano geopolítico será de gran relevancia, aunque sea tradicionalmente un tema de poco rating en cualquier elección. Esto se da por dos razones. La primera es el quiebre casi total del orden internacional después de la invasión rusa a Ucrania, y la segunda la competencia cada vez más volátil entre Estados Unidos y China. Ser un socio comercial importante en Sudamérica no es compatible con los límites impuestos desde Washington. Esos segundos de oscuridad significarían que la Argentina caiga de rehén entre dos superpotencias con el desagrado de exigir claridad y que no te presten atención.
En definitiva, sabemos más en los momentos limites sobre qué clase de liderazgo expone la clase política Argentina. Nos sobran momentos límites. La forma en que veamos propuestas concretas y el método de cambio de un proyecto político dictarán hasta qué punto vamos contra las piedras cuando el faro entre en el impasse de oscuridad. Juzgaremos los resultados, y a los estrategas de campaña también, pensado si quizás nos prometieron mucho.