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El impacto internacional generado por la sorpresiva irrupción de "globos espías" chinos en el espacio aéreo estadounidense -que no habían sido detectados a tiempo por las fuerzas de defensa y dispararon interpretaciones aventuradas que llegaron a imaginar la llegada de vehículos extraterrestres- focalizó la atención internacional en la puja tecnológica entre ambas superpotencias, que constituye el punto central de la competencia por la hegemonía mundial.
En medio de esa conmoción, el general Glen Van Herck, comandante del Mando de Defensa Aeroespacial de Norteamérica, confesó un estruendoso fracaso, que puso de manifiesto un inquietante estado de indefensión: "Cada día, como comandante del Norad, es mi responsabilidad detectar amenazas a Norteamérica. Les diré que no detectamos esas amenazas. Y esa es una brecha en el conocimiento que tenemos que resolver".
Historiadores militares compararon la confesión sobre esa "brecha de conocimiento" con un episodio ocurrido en 1991, cuando Mathías Rust, un joven alemán de 18 años, aterrizó en la Plaza Roja de Moscú, justo al lado del Kremlin, en un avión Cessna monomotor alquilado. Las fuerzas de defensa aérea soviéticas y los controladores aéreos civiles le habían seguido la pista varias veces, pero lo confundieron con un avión civil amigo y no fue interceptado. En diciembre de ese año la Unión Soviética, cuyo arsenal militar todavía se equiparaba al de Estados Unidos, anunció su disolución y con ella la certificación de su derrota en la guerra fría.
En 2014 el presidente Xi Jinping exhortó a la Fuerza Aérea a "acelerar la integración entre el aire y el espacio". Shi Hong, uno de los principales expertos militares de Beijing, sostiene que el espacio cercano, que es la zona ubicada entre los 19 y los 97 kilómetros sobre la superficie de la tierra, "es una importante esfera de competencia entre las potencias militares del siglo XXI". Agrega que "quien gane ventaja en vehículos espaciales podrá ganar más la iniciativa en las guerras futuras".
Shi Hong, editor de Shipborne Weapons, una revista publicada por un instituto vinculado al Ejército Popular de Liberación (EPL), explica que, a diferencia de los satélites giratorios o los aviones itinerantes, los globos de gran altitud "pueden planear sobre una ubicación fija durante un largo período de tiempo" y no son fácilmente detectables por radar.
El "espacio cercano" es una franja atmosférica demasiado alta para que los aviones puedan permanecer en el aire por mucho tiempo y demasiado baja para los satélites artificiales. Un artículo publicado en 2018 en el PLA Daily, periódico oficial del EPL, afirmaba que "con el rápido desarrollo de la tecnología moderna, el espacio de confrontación informativa ya no se limita a la tierra, el mar y la baja cota. El espacio cercano también se ha convertido en un nuevo campo de batalla en la guerra moderna y en una parte importante del sistema de seguridad nacional".
Las búsquedas en CNKI, la mayor base de datos académicos de China, muestra que los investigadores chinos han publicado más de mil artículos e informes sobre el "espacio cercano". Las implicancias bélicas del dominio en este campo tornan más relevante la función de los centros de observación como la base aeroespacial establecida en la Argentina en la provincia de Neuquén, única de esas características instalada por China fuera de su territorio.
Un secreto a voces
Lo verdaderamente notable es que ese interés chino no haya disparado las luces de alarmas en el sistema de la inteligencia militar estadounidense. El Pentágono reconoció recién ahora que China ha enviado globos de gran altitud sobre más de 40 países y que solo se pudieron detectar esos vuelos posteriormente, revisando los datos almacenados en sus computadoras. El Ejército está ajustando sus radares para prever esas incursiones. Desde entonces aviones de combate norteamericanos derribaron tres objetos voladores no identificados sobre Alaska, Canadá y Michigan, sin haber podido todavía precisar su origen.
En 2019 el científico chino Wu Zhe, catedrático de la Universidad de Beihang, una institución con sede en Beijing que está a la vanguardia de la investigación aeronáutica y espacial, informó que su equipo había lanzado una aeronave a más de 18.288 metros de altura que navegaba por la mayor parte de la superficie del planeta, incluyendo Estados Unidos.
El profesor Wu declaró que "es la primera vez que un dirigible controlado aerodinámicamente vuela alrededor del mundo en la estratósfera a 20.000 metros de altura". Aquel globo, que Wu calificó entonces como de "tipo grande", tenía casi 91 metros de largo y varias toneladas de peso, parece más voluminoso que el que fue derribado semanas atrás por un avión de caza estadounidense frente a la costa de Carolina del Sur.
Wu ganó diversos premios por sus trabajos de investigación e integró un comité asesor del Departamento General de Armamento del EPL. Pero luego incursionó en el terreno empresario. En 2004 fue cofundador de Eagles Men Aviation Science and Technology Group (Emast), sospechada de estar financiada secretamente por el Estado.
En asociación con una firma inmobiliaria de Shangai, Wu ayudó también a fundar Beijing Nanjiang Aeroespace Technology, especializada en la tecnología "cercana al espacio". Esa compañía, así como E,ast y Shanxi Eagles Men Aviation Science and Techonology Group, otra empresa fundada por Wu, figuran entre las seis sociedades chinas sancionadas semanas atrás por el Departamento de Comercio estadounidense.
¿Punto de inflexión?
Las andanzas de Wu son una demostración de los avances de China en la consecución de su objetivo estratégico de arrebatarle la superioridad tecnológica a Estados Unidos, en especial en los rubros que tengan aplicaciones militares. Beijing tiene claro que el triunfo estadounidense en la guerra fría obedeció a esa superioridad, exhibida en el programa de la "Guerra de las Galaxias", impulsado por Ronald Reagan, orientado a crear un escudo antimisilístico que reducía drásticamente el riesgo de un ataque nuclear soviético sobre territorio estadounidense.
La Oficina de Evaluación del Departamento de Defensa de Estados Unidos encargó a la Corporación Rand un estudio sobre la pregunta: "¿Qué hace grande a una potencia". El informe consigna que "Estados Unidos presenta algunas de las características de una potencia antaño dominante que ha pasado su mejor momento competitivo: según algunos índices importantes, es complaciente, está muy burocratizado y busca ganancias y rentas a corto plazo en lugar de avances productivos a largo plazo. Está dividida social y políticamente, es consciente de la necesidad de reformas, pero no quiere o no puede llevarlas a cabo y sufre una pérdida de fe en el proyecto nacional compartido que una vez la animó".
El historiador británico Niall Ferguson, autor del libro "La Gran Degeneración. Cómo decaen las naciones y mueren las economías", señaló cáusticamente que "Uno de mis ensayos favoritos de los tres últimos años fue la diatriba de Harold James contra la 'América tardo-soviética'. Ha envejecido bien, como suele decirse, y el envejecimiento es, por supuesto, parte del problema. Entre otros muchos síntomas de lo que el Pentágono podría llamar 'síntomas de la Gran Potencia Oxidada', en el caso soviético original estaba el deterioro de la eficiencia militar que Mathías Rust puso al descubierto. Pero al menos hubo consecuencias para los responsables. Rust fue condenado a cuatro años de trabajo, pero Mijail Gorbachov también despidió a su ministro de Defensa, el mariscal Sergei Sokolov, y al comandante en jefe de las Fuerzas de Defensa Aérea soviéticas, el mariscal Alexander Koldunov. Todavía estoy esperando saber qué altos cargos del Gobierno estadounidense van a ser despedidos por su participación en el fiasco de los globos chinos".
* Vicepresidente del Instituto de Planeamiento Estratégico