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Virtualmente desconocido en el mundo occidental, Wang Huning, un académico de 65 años, es el principal cerebro político del Partido Comunista Chino. En tal carácter asesoró personalmente a sus últimos tres presidentes: Jiang Zemin (1993-2003), Hu Jintao (2003-2013) y Xi Jinping, que asumió en 2013 y acaba de comenzar su tercer mandato, con quien ascendió a la privilegiada condición de miembro del Comité Permanente del Politburó, el organismo de siete miembros que constituye la cúspide de la pirámide partidaria.
Actualmente Wang es también presidente del Consejo Consultivo del Pueblo Chino y dirige el Secretariado del Comité Central, lo que lo convierte en el segundo en la gestión del aparato partidario más importante del mundo. Con Xi Jinping desempeña, además, funciones similares al consejero de Seguridad Nacional en Estados Unidos.
Cuando en 1998 el presidente estadounidense Bill Clinton visitó Beijing, Jiang Zemin mencionó elogiosamente a Wang en un tono tan encomiástico que el mandatario estadounidense se vio en la obligación de comentar que en su país había también un intelectual extraordinariamente talentoso como Sam Huntington, precisamente su consejero en Seguridad Nacional en la Casa Blanca. Demócrata al fin, Clinton omitió mencionar a Henry Kissinger, lo que tal vez hubiera sido una comparación más adecuada.
En 2017 Yi Wang, profesor de Griffith University, una institución académica australiana, publicó "El líder en la sombra: Wang Huning y la construcción de la China contemporánea", un ensayo sobre su trayectoria y su pensamiento. Explica que la historia de Wang "permite ver hasta dónde puede llegar la influencia de los intelectuales en la política china de hoy y, al mismo tiempo, cómo su papel permite avanzar en el análisis de la China contemporánea especialmente en la cuestión capital de qué es y qué aspira a ser".
Wang nació en la provincia costera de Shandong pero pasó la mayor parte de su vida en la populosa Shangai. Hijo de una familia de militantes del Partido Comunista, a principios de la década del 70 participó en la campaña "Aprende del Pueblo", un destierro forzoso en que los jóvenes urbanos eran llevados para conocer la experiencia de la población campesina.
Tras esa experiencia, tuvo una exitosa carrera universitaria en la prestigiosa Universidad de Fudan. Sus cursos eran muy populares entre los alumnos, pero alcanzó la fama nacional como preparador del equipo de la universidad que en 1993 ganó un campeonato asiático de debates realizado en Singapur, un triunfo que presenciaron millones de televidentes chinos e inspiró un gran sentimiento de orgullo nacional.
Con esa reputación, en 1995 dejó la actividad académica y pasó a desempeñarse como director de departamento en la Agencia Central de Investigaciones Políticas, una unidad del Comité Central del Partido Comunista encargada de formular iniciativas programáticas, desarrollar la ideología partidaria y escribir discursos de los dirigentes.
En 2002, con el apoyo de Hu Jintao, ascendió hasta alcanzar rango ministerial y en 2006, con el XVI Congreso partidario, fue nombrado miembro del secretariado del Comité Central y en 2013, en el XVII Congreso, que eligió a a Xi Jinping, pasó a integrar el Politburó y se convirtió en compañero permanente de Xi en todos sus viajes domésticos e internacionales.
En 1986, durante el auge de la apertura internacional promovida por Deng Xiaoping, publicó un artículo demoledoramente crítico del estado del Partido Comunista en la época previa a la Revolución Cultural en el que sostenía que "un sistema político sano hubiera debido ser capaz de impedir la Revolución Cultural, un movimiento que se inició, se organizó y se ejecutó al margen de la constitución y la ley, pero el sistema político carecía de esa capacidad".
En ningún momento el artículo mencionaba lo que era obvio para todos: la Revolución Cultural había sido impulsada por Mao Zedong, el arquitecto de la revolución china. Incluía sí una advertencia que habría que ver si el autor reiteraría hoy: la necesidad de perfeccionar las instituciones políticas para evitar la repetición de episodios semejantes y asegurar el imperio de la ley.
Un marxismo muy heterodoxo
Pero en 1988 Wang concitó la atención de sus superiores con un trabajo, actualizado en 2012, que incorporaba una ambiciosa innovación teórica: la reivindicación de las variantes políticas nacionales frente al espejismo de que el incipiente proceso de globalización las tornaría irrelevantes. Resaltaba que la política no dependía de la presión unificadora de lo que definía como el "hardware" (economía, poder militar) sino cada vez más del empleo del "software", o sea la impronta cultural (actitudes, emociones, valores, comunicación).
Esta distinción conceptual recreaba la tradición inaugurada por el célebre comunista italiano Antonio Gramsci, quien corrigió a Carlos Marx para plantear que la "superestructura cultural" no era un mero reflejo mecánico de la "infraestructura material" de la sociedad, sino una realidad dotada de una autonomía capaz de influir fuertemente en el proceso político. Esta precisión justificaba la necesidad de un socialismo de "características chinas", lo que suponía enterrar muchas de las "verdades consagradas" del marxismo.
El pensamiento de Wang tuvo un punto de inflexión a raíz de un viaje de seis meses a Estados Unidos con una beca que le permitió conocer una veintena de universidades. El fruto de esa experiencia fue su libro "América contra América", editado en 1991, que describe los rasgos de la sociedad norteamericana que en solo doscientos años se había transformado en la primera potencia mundial, un fenómeno difícil de entender en un país como China, con una cultura milenaria donde los tiempos históricos no se cuentan por años sino por siglos.
Algunos comentaristas compararon este libro de Wang con la visión transmitida en 1835 por el pensador francés Alexis de Tocqueville, quien en su famoso libro "La democracia en América" no ocultaba su admiración por el experimento estadounidense, que contrastaba con el atraso de la Europa de su época. La diferencia residía en que mientras Tocqueville exaltaba las fortalezas del sistema estadounidense, Wang observaba sus debilidades.
El punto neurálgico de la observación de Wang fue la apreciación, en cierta medida premonitoria, de que la democracia estadounidense, núcleo de la escala de valores de esa sociedad y modelo inspirador que constituye su principal producto de exportación cultural, era una "democracia formal", porque las instituciones políticas estaban cada vez más desvirtuadas por el control ejercido por los aparatos partidarios, los poderes económicos y los medios de comunicación social.
Lo notable de aquel análisis realizado hace más de 30 años, es que inspira ahora a Wang y a sus colegas del Politburó encabezado por Xi Jinping a considerar que el desarrollo de la inteligencia artificial permite hoy al Partido Comunista Chino conocer en profundidad lo deseos de su pueblo de modo de brindar respuestas a las demandas de sus ciudadanos, no así a los decadentes sistemas políticos de las democracias occidentales, cada vez más divorciados de sus sociedades. Esta idea sobre la superioridad de su sistema político sobre las "democracias liberales", profusamente fundamentada por Wang, libera definitivamente a la dirigencia comunista de un complejo ideológico, fuertemente instaurado en los círculos académicos, de que las reformas económicas de corte capitalista impulsadas por Deng Xiaoping colocaban a China en una senda que la llevaría inexorablemente a imitar el modelo político de Occidente.
* Vicepresidente del Instituto de Planeamiento Estratégico