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El video en el que Alberto Fernández afirmó que no se postulará para un nuevo mandato se complementa con el mensaje de Mauricio Macri. quien tampoco se postulará para las elecciones presidenciales y cierra el ciclo iniciado en diciembre pasado con el anuncio de Cristina Kirchner de que no sería "candidata a nada" en esa contienda.
La consecuencia de estos episodios es que los últimos tres presidentes, entre ellos los dos líderes de las alianzas electorales que se alternaron en el gobierno y hegemonizaron el escenario político argentino en los últimos años, no serán los protagonistas principales de la próxima elección.
Esa novedad conlleva una constatación adicional: los dos máximos exponentes de ambos polos de la "grieta" ratificaron, con la contundencia de los hechos, que no se sienten en condiciones para gobernar la Argentina de hoy.
Esta conclusión confirma una tendencia manifestada en las encuestas: tanto Cristina Kirchner como Macri podrían triunfar en las elecciones primarias de sus respectivas coaliciones pero ninguno de ambos le ganaría a casi ningún otro contrincante en una hipotética segunda vuelta electoral.
Esa certidumbre tiene el agravante de que el balotaje parece esta vez ser una alterativa virtualmente inevitable ante la creciente presencia de Javier Milei, síntoma de un extendido sentimiento "antisistema" que incluye, y obviamente en un primerísimo lugar, al presidente, la vicepresidenta y al expresidente.
Resulta una paradoja cargada sentido el hecho de que los dos dirigentes políticos argentinos más relevantes de los últimos tiempos sean quienes cosechen los mayores índices de imagen negativa en los sondeos de opinión pública. Pero ese aparente contrasentido encuentra una rápida explicación si se repara en las cifras: el producto bruto interno y el ingreso por habitante de la Argentina son actualmente inferiores a los de 2011.
Estos doce años consecutivos de estancamiento económico, acompañados por el empeoramiento de los indicadores sociales, patentizan un período de decadencia que potencia un sentimiento colectivo de rechazo y acentúa el divorcio entre el sistema político en su conjunto con la sociedad. Esa virtual ruptura, exhibida en el desprestigio de la dirigencia partidaria, explica el ascenso de Milei.
Por el hecho de estar a cargo del gobierno y por la presencia dominante del "kirchnerismo" en la política argentina durante los últimos veinte años, este fenómeno que afecta a todo el sistema político golpea con mayor intensidad al oficialismo a la oposición. Ese impacto determina que el "kirchnerismo" considere perdida la disputa presidencial y procure sobrevivir en la provincia de Buenos Aires, la famosa "madre de todas las batallas".
El ocaso del FDT
El Frente de Todos surgió como una construcción impulsada por Cristina Kirchner para impedir la reelección de Macri y ganar la elección presidencial de 2019. Aquella razón fundante desapareció: ni la coalición oficialista, al menos en su actual configuración, está en condiciones de triunfar en las elecciones de 2023 ni Macri representa hoy aquel fantasma unificador de hace cuatro años.
Esa "crisis de sentido" que afecta al Frente de Todos profundiza sus disputas internas. No es que esas diferencias sean ahora mayores que antes. Lo que sí ocurre es que hoy no existen las razones que en el pasado viabilizaron aquel célebre tweet de mayo de 2019 con que Cristina Kirchner resignó su postulación presidencial y ungió en su reemplazo a Alberto Fernández .
En este contexto, el oficialismo, las "palomas" de la oposición y la mayor parte de los factores de poder económico internos e internacionales intentan que el actual gobierno aguante como sea hasta el 10 de diciembre, sin una estampida de grandes dimensiones.
El viaje de Fernández y Massa a Washington, la entrevista con Biden en la Casa Blanca y la renegociación de las metas pactadas con el FMI ratificaron sí la voluntad política del gobierno estadounidense de sostener a la Argentina durante este período de transición hasta la asunción del nuevo gobierno.
Entretanto, los principales actores políticos del peronismo, en especial los gobernadores, las organizaciones sindicales y los movimientos sociales, ante la ausencia de un punto de referencia mínimamente sólido, tienden a explorar tácticas de supervivencia, separadamente del proceso electoral nacional. La premisa compartida en esos niveles es ganar las elecciones provinciales y mientras tanto mantener la indefinición en el juego de las candidaturas presidenciales.
En ese contexto, hay gobernadores, sindicalistas y dirigentes sociales que abren canales de diálogo subterráneos con el gobernador de Córdoba, Juan Schiaretti, quien desde la fortaleza provincial que busca consolidar en las elecciones del 25 de junio busca crear una corriente peronista emancipada del "kirchnerismo". El peronismo de Córdoba es el único "peronismo orgánico" de la Argentina que no integra el Frente de Todos.
El reciente encuentro de Schiaretti con sus dos colegas de la Región Centro, el santafesino Omar Perotti y el entrerriano Gustavo Bordet, mostraron la intención de avanzar desde el corazón productivo de la Argentina en la construcción de una alternativa "centrista" que funcione como una suerte de "arca de Noé" para un peronismo disperso y que en una primera instancia esté presente en las elecciones presidenciales pero, que más allá de sus resultados, apunte fundamentalmente hacia el 2024.
En semejante contexto de volatibilidad, tampoco hay que descartar sorpresas. La única estrategia que permitiría al peronismo afrontar competitivamente la elección que se avecina es un drástico "giro al centro", lo que implica un replanteo de la política de alianzas que deje atrás la experiencia del Frente de Todos y la ideología de la confrontación permanente y formule, en su reemplazo, la propuesta de un gobierno de unidad nacional para afrontar la emergencia y promover los acuerdos políticos y sociales necesarios para definir una política de largo plazo que permita poner en marcha la potencialidad productiva de la Argentina.
En este clima de incertidumbre caben identificar tres certezas. La primera es que la decisión de Macri hizo que las opciones electorales en Juntos por el Cambio, quedaran reducidas a la disputa entre Horacio Rodríguez Larreta y Patricia Bullrich, con un radicalismo resignado a un rol subordinado.
La segunda es que la presencia de Milei determina que la elección no se definirá en la primera vuelta del 22 de octubre sino en el balotaje del 19 de noviembre. La tercera es que el gobierno entrante no tendrá mayoría parlamentaria propia, puesto que la integración de ambas cámaras del Congreso se decide en la primera vuelta.
Esta situación obligará a focalizar la atención en dos instancias sucesivas. En primer lugar, y durante el breve lapso de cuatro semanas que trascurrirán entre ambas vueltas electorales, a las negociaciones entre los dos candidatos "finalistas" y las terceras y cuartas fuerzas, cuyo caudal podría desnivelar la balanza en el balotaje e, inmediatamente después, en los acuerdos políticos que el nuevo presidente tendrá que buscar para garantizar la gobernabilidad en un escenario de fragilidad económica y conflictividad social.
Las apremiantes exigencias de la crisis obligarán al nuevo gobierno a ampliar sus bases originarias de sustentación. En este sentido, las elecciones constituyen un hito fundamental, pero representan un suceso dentro de un proceso de recomposición política mucho más vasto y que ya está en marcha. El proceso electoral es el punto de partida para una reconfiguración del sistema de poder, que empezará a definirse en la segunda vuelta del 19 de noviembre, pero adquirirá su forma más acabada a partir del 10 de diciembre. De aquí hasta entonces, la Argentina atravesará una etapa de transición entre el ocaso del ciclo histórico del "kirchnerismo", que signa este caótico presente, y lo que vendrá.
* Vicepresidente del Instituto de Planeamiento Estratégico