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Nuestro dinero es imaginario. Intercambiamos billetes de color sin valor que se deprecian día a día a una velocidad asombrosa y creciente. Tratamos de sacarnos de encima el dinero apenas lo recibimos. Nadie en sus cabales ahorra en pesos; se hace en moneda extranjera o en bienes durables -quienes pueden-; en latas de atún, aceite y fideos, todos los demás. O se gasta rápido en bienes no durables -un teléfono o una televisión-, o se queman en algo que nos saque de la angustia de vivir en condiciones de constante pauperización: vacaciones cortas durante un feriado largo, una cena; cualquier forma de distracción.
La falacia de decir que no hay crisis porque la Costa o los restaurantes están llenos es solo eso; una falacia. Peor, es algo que desnuda una situación muy triste que subsiste detrás de las máscaras de felicidad que disfrazan a la realidad.
En matemáticas, existe un conjunto -el de los números reales-, que comprende a todos aquellos números que pueden ser representados en una recta. El 2 y el -2 son números reales; 3/8 y -7/5 son números reales; y - , aunque irracionales, son números reales.
Como las matemáticas son una abstracción hermosa, también existe el conjunto de los números imaginarios: 2i y -2i son números imaginarios. No los podemos representar en ninguna recta real; solo en una imaginaria. Por definición, i elevado al cuadrado es igual a -1. De esta manera, la raíz cuadrada de un número negativo tiene solución; un número imaginario. La raíz cuadrada de -16 es 4i. Abandonemos toda idea de imaginar una cantidad igual a 4i.
Útiles en el ámbito de la ciencia, los números imaginarios nunca dejan de ser una abstracción matemática sin uso posible en el campo de la vida cotidiana. No se puede pagar algo con dinero imaginario; tampoco recibir un salario con un dinero así. Excepto en Argentina; claro.
Argentina tiene una pobreza del 45% y una indigencia del 8%; de no existir los subsidios, estas cifras se elevarían al 52% y al 21%. La infinidad de dramas detrás de estos guarismos es inimaginable a pesar de todas las declaraciones fantasiosas de todos los funcionarios de todo nivel; de todos aquellos que pretenden hablar de un país imaginario: la Argentina i. Un país sin la menor posibilidad de poder ser representado en un plano real.
El presidente se jacta de cifras de crecimiento de la economía; el PBI no lo refleja. Habla de tasas de crecimiento del empleo privado que las estadísticas tampoco muestran. Son tasas imaginarias aplicables al país imaginado por ellos; no al país que vivimos y sufrimos todas las personas de carne y hueso que habitamos este suelo real. La inflación interanual es del 108,8%. La solución imaginaria es aumentar las tasas de interés al 154% efectiva anual y usar dólares que no tenemos para importar alimentos que nos sobran. Se dan explicaciones imaginarias: la "inflación psicológica", la "auto construida", la especulación y los pequeños comerciantes. El Presidente de la Nación dice que necesita ser Presidente de la Nación -no candidato- para resolver el "problema serio" que es la inflación. En el país real que yo habito, él no es candidato y sí, en cambio, es Presidente de la Nación desde hace casi cuatro años. Quizás en el mundo de soluciones imaginarias en el que él vive, no.
Se gasta plata que no tenemos en spots imaginarios sobre salud pública, pero los hospitales públicos están sin insumos hace años y sacar un turno para efectuar una práctica puede implicar, hoy, ser atendido en octubre o noviembre de este año por la falta de insumos, médicos y personal en general.
Otros spots hablan de la educación pública, pero solo el 16% de los chicos termina la primaria en tiempo y forma, y el 67% de los chicos de tercer grado no comprenden lo que leen. Gran parte de los chicos que terminan el colegio secundario no siguen estudios universitarios y, una enorme proporción de los que lo intentan llora de frustración ante los libros de texto que no logran comprender. Solo el 11% de la población logra un título universitario y menos del 1% emprende estudios de posgrado. Un atraso medular de consecuencias difíciles de dimensionar en la "economía del conocimiento" global.
La Justicia es el edificio agobiante y repleto de guardias que retrató -impiadoso- Franz Kafka y ante el cual, los seres reales de este mundo real, solo podemos esperar ante la puerta en un taburete toda la vida, antes de que la cierren y no podamos franquearla jamás.
Y la seguridad… Qué se podría agregar sobre el tema que no implique solo seguir ahondando sobre la matanza diaria, irracional y desidiosa, que no repara en ningún derecho humano elemental ni nos permite vivir una vida normal en paz.
Las cuatro contraprestaciones reales que todo Estado contractual debe dar a sus ciudadanos a cambio de los impuestos que pagamos con puntualidad: acceso a la Ley -imparcial y la misma para todos-; a una educación y a una salud públicas de calidad real, y seguridad. Los cuatro pilares elementales de una sociedad contractual real, rotos y menospreciados.
Mientras sigan aplicando recetas imaginarias a problemas reales e insistan en que nuestros problemas reales son "percepciones" y "problemas psicológicos", se va a seguir rompiendo el contrato social y poniendo bajo riesgo a esta débil democracia cuadripléjica que tenemos hoy. Vamos a seguir quedando atrapados y rehenes -todos- de un país imaginario -la Argentina i-; cada vez más lejos de la posibilidad de convertirnos en un país real.