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Amigos de la Fundación Alfarcito, creada por el fallecido sacerdote Sigfrido Moroder ("padre Chifri" para el mundo), son albaceas de la obra que dejó el cura de los cerros y también de sus prácticas, ya que Chifri visitaba sistemáticamente a las 18 comunidades de la Quebrada del Toro y a sus escuelas, llevando las enseñanzas cristianas, generando progreso y evitando el desarraigo. Chifri contagió solidaridad en vida y tras su muerte sigue cosechando voluntades que se abrazan a su legado misionero.
Con ese fin, un grupo de la Fundación realizó una travesía para llegar hasta la escuela plurigrado N°4260 de Cerro Negro de Tejada, que cuenta con apenas 9 alumnos que viven en el establecimiento durante la semana, ya que sus hogares quedan a muchos kilómetros y por caminos escarpados. "Es una escuela muy humilde conformada por un equipo maravilloso: su director Carlos Vargas que recuerda al padre Chifri cuando se quedaba varios días en la escuela; la profesora de Educación Física Cecilia Zamora y Dominica Guitian que se preocupa por la alimentación de todos y la limpieza de las instalaciones", contó Carlos Figueroa, vocero de la Fundación Alfarcito.
Agregó: "Compartimos juegos y entretenimiento con los niños. Le entregamos a cada uno el libro "El michi blanco" y los cuadernos del padre Chifri para que escriban y dibujen historias del paraje. Les contamos todo lo que hizo Chifri por las comunidades de los cerros, y todos conocían quién era él, porque sus padres y el director de la escuela les contaban sus historias".
Los amigos de la Fundación les presentaron a los niños a un nuevo integrante del equipo viajero. Se trata de "Mayo" un títere muy ocurrente y divertido que hizo reír a carcajadas a los chicos. "Nosotros nos sentimos felices al ver esas sonrisas en los niños, tan pulcros en su presencia, tan educados y agradecidos. Cada uno recibió un suéter, tejidos por las señoras del grupo Padre Pío", expresó Carlos.
"Nos acompañó la doctora Elizabeth Lucena, de Tucumán, quien conoció la obra del padre Chifri en oportunidad de visitar el Alfarcito, se sintió muy conmovida y se contactó con la Fundación Alfarcito. Ella trajo medicamentos básicos para la escuela. Agradecemos su amistad y la entrega con los niños, se comprometió a volver a los cerros con nosotros", comentó.
Figueroa destacó que "el trabajo que realizan las autoridades de la escuela es maravilloso, los niños estaban muy bien cuidados, su ropa impecable y el alojamiento pulcro y ordenado. Ellos dejan sus familias para brindarse de corazón a los alumnos. Por estar en un lugar perdido y de muy difícil acceso, la escuela está olvidada por las autoridades. Creemos que sería muy importante llevar a cabo una importante tarea de reparación de sus instalaciones".
La historia con Chifri
La comunidad tiene una historia de amor muy particular e impactante con el padre Chifri. En aquellos años solo se podía llegar caminando o a caballo. Chifri, tras el accidente en parapente que lo dejó en silla de ruedas, solo se podía movilizar con su cuatriciclo, al que llamaba "El Burro Rojo". Para que el cura pudiera llegar hasta Cerro Negro de Tejada, las familias trabajaron varias semanas en el marcado de una senda que lo unió con estos vecinos tan queridos por él.
"Recordamos a Chifri y nos imaginamos su esfuerzo por llegar, también el de la comunidad para hacer la senda. Su amor por ellos fue tan grande que no le importaban los dolores con tal de llegar a verlos", reflexionó Figueroa y agregó: "Solo nos nace agradecer el ejemplo de Chifri, su amor al prójimo, su imponente obra y la profunda huella que dejó en los Cerros del Toro. Fue un ángel enviado por Dios que recorrió cada rincón de esta geografía tan hermosa como difícil. Por eso vive en el corazón de todos".