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Belgrano: educación y trabajo

Martes, 20 de junio de 2023 02:27
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Desde una mirada actual y sesgada el dibujo es un arte menor, que se identifica con garabatos infantiles o bosquejos para trabajos de mayor enjundia. Por eso resulta difícil ponerse en la perspectiva de fines del siglo XVIII donde el dibujar integraba el núcleo de la creación de las incipientes tecnologías que avanzaban con la Revolución Industrial.

Un anticipo de su importancia lo encontramos en los maravillosos dibujos de Leonardo da Vinci, que daban cuenta –con milimétrica precisión- de sus geniales (aunque a veces disparatados) inventos.

En los comienzos de la Revolución Industrial el dibujo desempeñó un papel fundamental, hoy lo podríamos equiparar a los dibujantes con la relevancia de los programadores informáticos. El dibujo técnico permitió a los ingenieros y diseñadores plasmar sus ideas en papel de manera precisa y detallada.

Los dibujos se utilizaron para diseñar y representar planos de las nuevas fábricas, sus máquinas, motores, herramientas y otras innovaciones tecnológicas. También para la creación de patrones y moldes y la documentar diseños y procesos. La ilustración científica (con maravillosas obras de arte) sirvió para explicar profundamente la naturaleza.

Manuel Belgrano pasó varios años en Europa (1786-1793) graduándose de abogado en la prestigiosa Universidad de Salamanca. Allí vivió de cerca los acontecimientos de la Revolución Francesa y acusó la enorme influencia de este acontecimiento. Siendo un lector voraz, contó con información privilegiada: el 11 de julio de 1790, el papa Pío VI le concede autorización para leer y retener toda clase de libros prohibidos "cualesquiera fueran, de autores condenados y aun de herejes", con excepción de "los pronósticos astrológicos que contienen supersticiones y los que ex profeso tratan asuntos obscenos". Para la misma época tal exclusivo permiso le es denegado al estadista español Gaspar Melchor de Jovellanos. (Permítaseme una digresión: ¿los padres de Jovellanos serían racistas?: Baltasar es el rey mago negro). Estos libros, durante la etapa más dura de la Inquisición podían ser arrojados a la hoguera (junto con sus autores y lectores). Esta excepcional licencia le permitió a Belgrano acercarse a la lectura de los iluministas franceses. Seguramente el Papa (de no haber muerto en 1799) se habría arrepentido de tan insólita y generosa licencia, porque ese mismo año Belgrano, como secretario del Consulado de Comercio de Buenos Aires, encaraba la transformación de la educación, hasta entonces paga y religiosa, hacia una enseñanza a cargo del Estado y gratuita.

Decía Belgrano en una de su memorias consulares: "Uno de los principales medios que deben aceptar a este fin, son las escuelas gratuitas, donde pudiesen los infelices, (es decir, los pobres) mandar a sus hijos sin tener que pagar cosa alguna por su instrucción: allí se les podría dictar buenas máximas e inspirarles amor al trabajo, pues un pueblo donde no reine éste, decae el comercio y toma lugar la miseria; las artes que producen abundancia que las multiplica después en recompensa, decaen; y todo, en una palabra, desaparece, cuando se abandona la industria, porque se cree no es de utilidad alguna".

También planteaba que "la educación debe incluir a la mujer" en un contexto internacional que no era favorable porque hacía meses habían guillotinado en París a Olimpia de Gouges, por presentar la famosa petición de derechos de la mujer.

En España, Belgrano, además de acercarse a las ideas del iluminismo francés, tiene contacto con lo más granado de los pensadores españoles: Campomanes, Jovellanos y Feijoo. Sin duda una fuerte influencia para Belgrano fue la publicación en 1775 del "Discurso sobre la educación popular de los artesanos y su fomento", de Pedro Rodríguez de Campomanes.

Belgrano pretende crear cinco escuelas: de agricultura, de dibujo, de hilado de lana, de comercio y de náutica. Solo se concretarían, por un período limitado, las de dibujo y de náutica. Como señalábamos al inicio, la significación del dibujo sobrepasaba su carácter de arte o técnica para ser percibido como matriz de las ciencias e industrias.

"Los buenos principios los adquirirá el artista en una escuela de dibujo que, sin duda, es el alma de las artes. Algunos creen inútil este conocimiento, pero es tan necesario que todo menestral lo necesita para perfeccionarse en su oficio; el carpintero, cantero, bordador, sastre, herrero y hasta los zapateros no podrán cortar unos zapatos sin el ajuste y perfección de vida, si no saben dibujar. Aún se extienden a más que (a) los artistas, los beneficios que resultan de una escuela de dibujo; sin este conocimiento los filósofos principiantes, no entenderán los planisferios de las esferas celeste y terrestre, ni los armilares que se ponen para (estudiar) el movimiento de la tierra, y (de) más planetas en sus respectivos sistemas: y por consiguiente, los dueños de las máquinas eléctricas y neumáticas y otros muchos que se ponen ya en sus libros." (Memoria del Consulado)

En virtud de estos atributos además de formar parte de los programas de la Escuela de Náutica, tuvo su propio instituto: la "Academia de Geometría, Arquitectura, Perspectiva y todas las demás especies de Dibuxo". La idea de Belgrano era sacar la educación del ámbito de lo privado; las escuelas serían financiadas con fondos oficiales, familiares y de sociedades o fundaciones. La monarquía española, quizá intuyendo que esa educación sería el ariete que perforaría su monopolio comercial, dejó de aportar los fondos necesarios.

Belgrano creía en incentivos y reglas estrictas para fomentar la autosuperación de los alumnos: estableció que en la escuela de náutica sería expulsado quien no aprobaba dos exámenes, y repetía quien no superaba uno. ¿Qué pensaría el prócer de nuestras promociones automáticas?

En la memoria del Consulado de 1795, bajo el subtítulo "Educación y trabajo para mejorar la condición de vida de los labriegos", escribió: "He visto con dolor sin salir de esta capital una infinidad de hombres ociosos en quienes no se ve otra cosa que la miseria y la desnudez; una infinidad de familias que sólo deben su subsistencia a la feracidad del país, que está por todas partes denotando la riqueza que encierra, esto es la abundancia; y comodidades en su vida. Esos miserables ranchos donde ve uno la multitud de criaturas que llegan a la edad de pubertad sin haber ejercido otra cosa que la ociosidad, deben ser atendidos hasta el último punto".

En la misma memoria escribió: "La holgazanería de nuestros compatriotas se ha decantado y decanta, como la de los españoles, sin saber que las causas que la motiva están en los mismos que se duelen de ella, y sino ¿qué establecimiento se ha puesto en este país para fomentarlos por estos hombres decantadores de la holgazanería?" Belgrano se desesperaba al ver un país con infinitas riquezas y una población indiferente, que quizá por una hispánica herencia, despreciaba el trabajo y esperaba vivir en la opulencia sin esfuerzo alguno. Transcurrieron más de dos siglos y –parecería- estamos envueltos en idéntica tragedia.

 

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