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Chaco For Never

Martes, 20 de junio de 2023 02:27
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Toda moneda, aún la más devaluada, tiene su cara y cruz. A cada hora, recuerda la ONU, seis mujeres son matadas en el mundo. Mientras, el poder asesino, privado y público y por cualquier motivo, no para de crecer en América Latina y el Caribe, donde hay el 8% de la población del planeta, pero el 36% de los asesinatos.

Casi no hay país que no tenga su ministerio y políticas de Derechos Humanos. Los funcionarios y sus seguidores defienden rumbos grandilocuentes que muchas veces usan a su antojo.

El Chaco montaraz, provincia desde 1951 cuando se llamó Presidente Perón (hermana de otra creada entonces, La Pampa, bautizada Eva Perón), hoy es tapa de diarios. Por estos días dejó de ser una comarca lejana, siempre estuvo en el mismo geo espacio, a 936 kilómetros, de la capital del país. Pero una visión "porteñocéntrica", a pesar de todas las internets juntas, normalmente ignora lo que allí se cocina, a menos que se tenga negocios o familia por ahí.

Ocurre lo mismo con las 23 provincias y 1.298 municipios, ese universo reglado y conducidos por 50.000 funcionarios y legisladores, mejor remunerados que el resto de los mortales, que cada día reescriben a piacere la historia patria. Válidos de presupuestos, pactos, jueces, policías, prensa, enjuagues y acumulaciones varias que ya eran estrofas hace dos siglos, en el Martín Fierro, nuestra biblia olvidada.

Los semiólogos que sostienen que hoy las redes han vuelto al mundo más horizontal y democrático y que desnudarían lo que el poder procura acallar. Una verdad a medias, porque los instrumentos de coerción y dominación son tan potentes que quienes quieren sacar los pies del plato la tienen complicada.

Cecilia, eliminada, y los chanchos a los que habría servido de sustento recrean otra parábola incomodísima de nuestro salvajismo, que la oposición intenta usufructuar mientras el "pan cristinismo" reza por el paso balsámico de los días. El primer test ha sido la elección primaria en donde el Gobierno chaqueño protector y compadre de los criminales Sena ha sufrido un castigo.

Es demasiado temprano para hablar de revoluciones y tendencias. Los guarismos electorales son esgrimidos como textos sagrados por estas horas por quienes machacan con lo de las provincias feudo, una figura impugnada por el ensayista Andrés Malamud, quien sostiene que aquí no hay siervos de la gleba que trabajan para el amo sino una estructura de reparto clientelar que desde hace tiempo sostiene la coparticipación federal de impuestos.

Cada tanto, la Argentina profunda regala tragedias que emulan a las hermanas Mirabal, las mártires de la policía pesada de Trujillo, cuya violación tortura y muerte derivó en el fin de la dictadura dominicana. El crimen de María Soledad, en 1972, terminó con una época en Catamarca y en 2004 terminó la plácida siesta del eterno matrimonio Juárez que gobernaba Santiago del Estero con la picana y la capucha del torturador Musa Azar.

De otros caciques argentinos y latinoamericanos se conocen cosas. También de lo actuado y gozado por sus nomenclaturas acolchonadas, en cuyas rutinas se mezclan nepotismos, corruptelas con la cosa pública, aprietes mafiosos y llegado el caso, pases a degüello amparados en las mejores impunidades posibles. A veces, como ahora, algún grupete se pasa de rosca, se rompe la calma chicha del todo vale. Esa es la apretada síntesis de la carnicería de los Sena y de la polémica sobre si lo que prima es el simple femicidio o una gesta de lúmpenes, con mucho poder y sin rienda alguna.

Pero toda historia, aún la más negra, tiene su costado Simpson. Que no es otro que la mitad del patio de butacas que se da vuelta para no ver la película. No es el silencio de la coalición gobernante lo que ha sido blanco de condenas y asombros, sino más bien su manto sagrado: la negación deliberada de sus seguidores, un pacto de silencio instintivo. La prioridad en este caso no es el rechazo a la indignidad asesina, sino que el drama de Cecilia le sirva un trofeo en bandeja a "la derecha ajustadora y represora".

Este rictus vulgar de la condición humana funciona aquí desde los albores de la historia: el crimen individual y las masacres más voluminosas escandalizan y horripilan conforme la empatía con la identidad y las banderas de los asesinos.

Así, el policía Chocobar, o Santiago Maldonado son ejemplos cercanos en placas rojas. ¿Pero quién fue en estos dos siglos más criminal, Lavalle, Dorrego, Facundo, Rosas, Sarmiento, Roca, Falcón, Perón, Firmenich o Videla? Más sencillo y mecánico: ¿cómo reacciona usted ante los escraches, ese invento argentino de hacérselas pasar canutas a rivales indeseables? Depende, dice el gran público, si se trata de propios o ajenos. Mismo rasero para lo que pasa en el mundo y con Ucrania, especialmente y las autocracias de expansión de manual capitalista y neoliberal, que en su mayor parte lideran el bloque BRICS.

Cecilia, volviendo al Chaco, es otra evidencia de límites puros y duros de doctrinas alambicadas que prescriben categorías pulcras, como participación, inclusión, auditorías comunitarias, soberanías y gobernanzas, las que una vez pulidas por consultores son muchas veces entregadas para su ejecución a dirigentes y aparatos sin escrúpulos. Que sostienen el discurso inclusivo igualitario, a la vez que levitan despegados de las carencias y manejando la gran nave humana a su arbitrio, mientras el establishment y los de la calle nos ponemos de pie para aplaudirlos.

El contexto hipernecesario para este management es la pobreza social y cultural, una descapitalización severa en los que solíamos llamar, antes del COVID-19, países emergentes. El mundo ha dejado atrás la pandemia sin ningún balance claro acerca de sus "cinco w" (qué, cuándo, cómo, dónde y por qué). Los tambores de guerra de tribus enemigas se acusan mutuamente de fascistas o hambreadores. Teóricamente, el objeto a proteger es el ciudadano normalito, duramente impactado por las decisiones públicas y privadas para reglarlo, controlarlo y exprimirlo.

En el juego del teg (*), que en Argentina fue éxito en 1976, tanto que entretenía a las familias de los partidarios y a las de las víctimas de la represión de la dictadura, también incluía los daños colaterales, es decir los "efectos secundarios" de la guerra sobre la población. Con 40 años de democracia entre nosotros, uno de estos daños, subjetivo e instalado, es la creciente naturalización y adicción al horror.

La noticia, que ya pasará, esta vez vino del Chaco, de su capital de 600 esculturas, dos de ellas de su prócer unificador, Fernando (**), el perro que era de todos y de nadie, por los 60 del siglo pasado. Cuando la tórrida provincia no era esta montaña de pobreza y marginalidad, regenteada por quienes no quieren otra cosa que hacer el bien.

(*) Juego de mesa, de estrategia militar

(**) Fernando fue un perro callejero de Resistencia, que se convirtió en personaje popular, fue sepultado con placas que lo recuerdan (una de ellas en la Casa de Gobierno) y hasta Alberto Cortez le dedicó una popular canción.

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