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Ya no quedan estajanovistas

Sabado, 01 de julio de 2023 02:25
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Ocurrió en una fría noche de agosto de 1935, en la ucraniana región del Dombás (o Donbass), en la cuenca del río Donets. Hasta hace poco tiempo estos nombres eran prácticamente desconocidos para la gran mayoría. La fatídica invasión rusa a Ucrania puso sobre el tapete estos lugares. Para los rusos la región es el ariete para lograr la rusificación de Ucrania. Esta región ha sido, desde finales del siglo XIX, una importante zona minera carbonífera, lo que ha impulsado, desde aquellos tiempos, la industrialización de la región. Por este desarrollo económico, Dombás, hasta antes de que se iniciaran los conflictos bélicos, era una de las regiones más densamente pobladas de Ucrania, después de la ciudad capital, Kiev.

Aquella noche, Alekséi Grigórievich Stajánov apuró su frugal cena consistente en una espesa sopa de borsch y tras el ritual trago de vodka descendió a la mina de Irmirno con su martillo neumático, junto al resto de sus compañeros a entregarse con febril entusiasmo a la misión planificada, asignada por la burocracia del camarada Stalin, de arrancar de la montaña su cuota diaria de 7 toneladas de carbón. Pero aquella madrugada Stanajov se aplicó a su trabajo con entusiasmo inaudito, y 5 horas y 45 minutos después había acumulado 102 toneladas (14 veces su cuota). Al salir de la mina no se había percatado que había producido una revolución dentro de la revolución rusa iniciada en 1917: la revolución estajanovista.

La noticia de su hazaña se propagó por el continente soviético e instantáneamente surgieron millares de émulos. Un zapatero cosió 1.008 suelas en un solo día, un bailarín del Bolshoi superó las metas fijadas por el comisariado del Plan Quinquenal e inspirado por el genial pensamiento del Padrecito de los Pueblos quedó suspendido en el aire hasta que se durmieron los cronómetros, el camarada Popov superó la barrera de los tres mil versos en odas a Stalin escritos en un solo día. Un minero siberiano extrajo 364 toneladas de carbón, otro llegó a las 778, otro a las 981. El 29 de noviembre, Vladimir Machekin, de la mina Prokopievsk no descansó hasta dejar un hueco así de grande en las entrañas del planeta: 1.466 toneladas de carbón.

Con apoyo del partido, Stajánov emprendió una gira por la Unión Soviética para promover su iniciativa, convirtiéndose en una celebridad, dictando charlas y conferencias sobre su método. El partido lo honró con altas funciones en Moscú, asignándole un apartamento similar a los de la élite soviética; más tarde, tras el ascenso de Nikita Jrushchov al poder, en 1957 fue devuelto a Dombás. El propio Stajánov se sintió en una especie de exilio virtual en su propio país y se molestó porque el partido tardó 35 años en darle la medalla al Héroe del Trabajo Socialista en 1970. En 1975, víctima de un alcoholismo crónico y destruido por los delirium tremens, lo internaron en una clínica psiquiátrica, donde murió loco dos años después. El término estajanovista cayó en desuso en la Unión Soviética y esporádicamente se lo recuerda en forma humorística para referirse al esforzarse demasiado para complacer a un superior con su trabajo.

Algunos detractores dicen que todo fue un colosal fraude porque aquella fría noche bajaron a la mina tres compañeros que lo ayudaron. Además, curiosamente lo hicieron acompañados por el jefe del partido y un periodista local. Stajánov era al primero que se le confiaba un flamante taladro neumático (probablemente porque- hasta ese entonces, era uno de los pocos que era moderado en su bebida). Como sabemos la gente es mala y siempre habla.

Pero su impacto fue tal que apareció, nada menos que en la portada de la revista estadounidense Time del 16 de diciembre de 1935, señalándolo como un ejemplo, mientras la Gran Depresión, con su reguero de pobreza y desempleo, asolaba el territorio norteamericano. Tristemente, capitalismo y comunismo coincidían en celebrar la explotación casi inhumana de los trabajadores.

Actualmente en las empresas conviven cuatro generaciones baby boomers, generación X, millennials y generación Z. Nos ocuparemos brevemente de esta última, que son aquellos con fecha de nacimiento posterior al año 2000. Muchos de ellos están estudiando o empiezan a poner un pie en el mundo laboral. Gestionan muy bien la tecnología y las redes sociales y se caracterizan por ser autodidactas gracias a la información que les proporciona internet.

Pero hay características que los pone en las antípodas del estajovinismo. A la generación Z se la conoce como la Generación de Cristal, término que se atribuye a la filósofa española Montserrat Nebrera. Con él quiso expresar la fragilidad que muestran muchos de los adolescentes y jóvenes actuales. Se trataría de jóvenes que carecen de tolerancia a la crítica, se frustran rápidamente y son inestables emocionalmente. Todo ello puede derivarse de un exceso de protección por parte de sus progenitores. Se expresan con gran franqueza y naturalidad. Muestran su rebeldía. No es extraño que a poco de comenzar un trabajo pregunten cuándo le darán las vacaciones o si los minutos se acumulan para cobrar horas extras. Cuestionará tener que trabajar un sábado o quedarse en horas suplementarias. También querrá saber cuánto será la indemnización si renuncian o son despedidos, aunque nadie le haya hablado de terminar la relación. O si pueden irse más temprano porque tienen un encuentro en red "impostergable". Decidida (y felizmente) ya no quedan estajanovistas.

 

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