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Mientras Mauricio Macri declara que la pérdida de votos de JxC en las PASO se debió a que Larreta "había desdibujado la oferta del partido" y Massa culpa directamente a Milei por "este despelote" (a saber: la corrida bancaria, el estallido del dólar, la explosión de los combustibles, el desabastecimiento en supermercados, la inexistencia de precios y todos los etcéteras imaginables), Patricia Bullrich festeja su triunfo ante Larreta con alguna moderación y absolutamente consciente de que salir segunda en el resultado final obliga a preocuparse y recalcular más que a celebrar, en tanto que Larreta se llama a silencio pero sus ojos dicen lo que él silencia: no entender ni el porqué de su derrota ni de la pérdida de votos de su espacio, ni por qué está siendo el pato de la boda cuando la impiedad de la interna tocaba a Bullrich por igual.
Es cierto que Larreta hizo méritos, exasperando a partidarios y votantes: se mandó solo con las elecciones concurrentes y encima su organización fue un bodrio; se cortó por su cuenta con el peronista Juan Schiaretti, que encima lo ninguneó; aprendió a fruncir el ceño para ensayar un "carácter" que tal vez no tenga, enarbolando un taladro que lo proyectaba como el abanderado de los trabajadores; era sospechado de jugarle sucio a Jorge Macri en beneficio de Martín Lousteau, a quien casi casi le entrega la CABA; fingía una vitalidad de "teenager" descolgándose con una novia veinte años menor (en un distrito que tiene el más bajo porcentaje de jóvenes) y gastó una fortuna en su campaña cual estrella de rock.
Pero adjudicarle la pérdida de más de dos millones y medio de votos a Larreta es investirlo de un protagonismo que no tiene y la ausencia de autocrítica en Juntos por el Cambio es casi tan escandalosa como la monomanía peronista de pretender atraer votantes con promesas de arreglar el desaguisado que ellos mismos supieron conseguir.
Las deudas de JxC
Hay, obviamente, otras causas. JxC pidió a los votantes que volvieran a confiar sin ni siquiera un mea culpa por haberlos defraudado, lo que les hubiera permitido explayarse en los inconvenientes que los frenaron y ahondar en cómo ahora los podrían sortear: en vez de aclarar por qué Macri aumentó los ministerios o intentó nombrar por decreto dos ministros de la Corte, entregó planes a los piqueteros o triplicó los planes sociales con el dinero de los contribuyentes, o puso el aborto en discusión cuando nadie hablaba de ello, los precandidatos reiteraron hasta el cansancio la antigua promesa de tener un país normal donde se reconociera el mérito y se premiara al que crea fuentes de trabajo, los chicos tuvieran clases sin problemas y se respetara a quien defiende la institucionalidad y se encarcelara al corrupto, sin que jamás se explicara por qué se incumplió, se intentó sin que alcanzara o como hoy se lo conseguiría. Sobre todo considerando que tenían equipos capaces de concretarlo y que no todo dependía de su debilidad legislativa.
Tal vez hacerlo hubiera significado reconocer la existencia de fuerzas divergentes dentro del mismo espacio que jamás lograrán consensuar porque son irreconciliables, por posturas antagónicas en su concepción del Estado y sus deberes, de la Economía y sus variables, de principios excluyentes en la interacción público-privada, de aversión o adoración al populismo reinante. Tal vez por ello jamás enunciaron un plan conjunto a seguir, gane quien gane y pierda quien pierda, porque quizá ese plan no existe sino que lo dictarán las cifras de la interna, un plan conjunto que la aparición del fenómeno Milei los obliga a sincerar.
El lastre de Massa
¿Le debe Milei su triunfo a Massa? Para Carlos Pagni, de La Nación: "El principal impulsor al que Milei debe confiar su ascenso es la crisis económica. En las encuestas, su nombre se mueve con el blue y con la inflación. Por tanto, su jefe de campaña es Massa con su desordenada devaluación. La Argentina está asistiendo a lo que dicen los manuales: una depreciación del tipo de cambio realizada por un gobierno débil, que acaba de salir tercero en las elecciones, que carece de plan fiscal y de disciplina monetaria, está condenada a agravar aquello que pretende corregir. El lunes 14, con un salto del 22%, la brecha cambiaria entre el dólar oficial y el contado con liquidación se redujo de 92% a 69%; pero el martes llegó a 72% y ayer cerró en 81%. En ese lapso, el dólar paralelo pasó de $685 a $780".
Puede que el voto a Milei sea el escarmiento por hartazgo en esa suerte de ensayo de votación que son las PASO; nadie sabe si se mantendrá, crecerá o menguará en las generales: depende de él que, sin explicaciones pendientes por no tener pasado, tiene una pasmosa capacidad para explicar en una frase conceptos abstractos y, en una línea, una postura filosófica poniéndola al alcance de cualquiera. Sobre todo de los jóvenes y de los trabajadores informales desamparados sin sindicato que lo eligieron y de los formales cuyos sindicalistas los han escaldado, aunque ello no lo exime de explicar "cómo" hará lo que propone desde una debilidad legislativa, sin "estructura" y una limitada capacidad de diálogo. Depende de él y de la habilidad o impericia de sus oponentes: en el mismo sentido, si Patricia Bullrich quiere mantener, ampliar o recuperar todos los votantes de JxC, debe convencerlos de que no habrá nuevas decepciones, explicando y mostrando sus equipos a riesgo de desgaste, no oólo para afuera sino también para adentro del espacio.
Los votos disponibles
El único que, al parecer, cree estar por encima es Sergio Tomás Massa: pese a que él y su partido han perdido más de 6,50 millones de votos de la última elección, mantienen un 1% de diferencia de votos con JxC, lo que puede considerarse un incentivo para seguir en carrera, incentivo pírrico pero incentivo al fin pese a salir terceros, pues todo parecía indicar una derrota aplastante por los millones de pobres arrojados a la indigencia, la clase media esquilmada hasta destruirla, la defensa y sostén de corruptos, procesados y condenados, el asedio a la Justicia, la burla reiterada a la institucionalidad y su obstinación en jamás hacerse cargo de nada, justificándose siempre y culpando a los demás, sean los medios hegemónicos, el FMI, el cambio climático, la derecha que se los llevó puestos o el calentamiento global, excusas que se resumen -según una fuente que pidió reserva- en su última falacia: "Arreglo el despelote que armó Milei y me reúno con ustedes", como si hasta el 13 de agosto Argentina hubiera sido un paraíso.
Sin embargo, ¡oh sorpresa!, la remontada será más ardua de lo que parece, ya que sumando los votos (720 mil) de los partidos que no alcanzaron el piso y el porcentaje del 31% sobre un padrón de un poco más de 35 millones que no fue a votar, quedarían casi 7 millones de votos (30 millones aprox.) que, motivados, darían vuelta cualquier resultado a favor de quién los seduzca.
En definitiva: hay cuatro cuartos y no tres tercios en carrera. Pero el primero de esos cuartos ¿y cuántos del último? podrían elegir saltar al vacío y correr los riesgos no ya por hastío sino por la misma desesperación de los balseros cubanos -o mediterráneos- que eligen la incertidumbre, los peligros del mar y quizá la muerte porque el hambre y el régimen que los aplasta les resulta insoportable.