inicia sesión o regístrate.
Relaciones sin etiquetas: por qué tenemos tanto miedo al compromiso. Puede que muchos hayan experimentado que, en la actualidad, las relaciones románticas se han convirtieron en un eterno “vamos viendo”, con vínculos sin etiquetas y citas sin rumbo o propósito más allá de una fugáz diversión. ¿Estamos viviendo una nueva forma de amar o simplemente tenemos miedo?
“Nos estamos conociendo”, “no somos novios”, “fluimos”... Frases que se repiten entre jóvenes que salen hace meses -o incluso conviven- pero evitan ponerle nombre a la relación. Pareciera que lejos quedaron aquellos cortejos que nuestras abuelas relataban, con amores espontáneos, profundos y una búsqueda constante de echar raíces.
La psicóloga Lic. Silvia Arias, vicepresidenta del Colegio de Psicólogos de Salta (CPPS), explicó que el famoso miedo al compromiso no es algo nuevo, aunque hoy se manifiesta con más fuerza. “Siempre existió, como todas las dificultades humanas. Lo que cambió fue el contexto cultural: vivimos en una sociedad individualista, hedonista, consumista, donde lo inmediato tiene más valor que lo duradero”, señaló.
¿Libertad o soledad?
Arias citó al psicoanalista y psicólogo social alemán Erich Fromm para profundizar en el tema. Explicó que, según este autor, la exaltación moderna de la libertad y del individualismo trajo consigo un costo emocional: la pérdida de las referencias y seguridades que antes daban sentido y orientación a la vida.
Fromm sostenía que, con la modernidad, el ser humano se liberó de antiguas estructuras como la religión, la tradición o el Estado, que antes guiaban las decisiones personales. Esa libertad -aparentemente deseada- también implicó una carga: ahora todo dependía del individuo. Y esa autonomía total, lejos de traer paz, generó miedo, inseguridad y sensación de aislamiento.
“Hoy todo parece depender de uno mismo: elegir pareja, carrera, trabajo, estilo de vida. Pero tanta libertad puede generar miedo a equivocarse, a sufrir o a quedarse solo”, explicó Arias. “Hay una tensión constante entre el miedo a comprometerme y el miedo a quedarme solo. Y muchas veces, esa tensión se traduce en relaciones superficiales o vínculos que no crecen”, añadió.
Fromm describió este fenómeno como el “miedo a la libertad”: la angustia que produce tener que construir por cuenta propia el sentido de la vida, sin apoyos externos. En ese contexto, muchas personas buscan escapar de esa soledad masificándose, imitándolo todo -modas, opiniones, vínculos- para no sentirse aisladas. Un comportamiento que también puede verse hoy en las redes sociales y en las relaciones amorosas de esta generación.
Aunque si nos remontamos a las razones por las cuales vemos al amor como un limitante de nuestra libertad, la tensión entre quererla y temer a estar solos muchas veces tiene raíces más profundas, ancladas en la historia personal.
Cuando el pasado pesa y atemoriza la repetición
El miedo al compromiso no nace de la nada. Puede tener raíces en la infancia o en experiencias pasadas. “Aprendemos a vincularnos con nuestros padres o figuras de cuidado. Si esos vínculos fueron inestables, inseguros o dolorosos, es probable que en la adultez repitamos esos patrones”, manifestó Arias.
La licenciada agregó que también pueden influir las historias familiares. por ejemplo, crecer viendo separaciones conflictivas podría dejar una huella: el temor inconsciente a repetir la historia, a que nos hicieran lo mismo que vimos hacer a nuestros padres. Sin embargo, aclaró que una separación no determina el futuro amoroso de nadie. Lo importante es reconocer la propia historia y, si hace falta, buscar ayuda profesional para resignificarla.
Las redes y un “amor” maquillado
Las redes sociales, contó Arias, constituyen un espejo distorsionado. “Muestran relaciones perfectas, llenas de sonrisas, viajes y regalos. Pero no muestran la vida real, con sus conflictos y momentos difíciles”.
Compararse con esas versiones idealizadas puede generar frustración o hacer creer que las relaciones reales no funcionan. Además, las apps de citas fomentan una lógica de consumo: si algo no me gusta, lo deslizo y busco otra persona. El resultado: vínculos líquidos, de corta duración y con poca profundidad emocional.
¿Miedo a comprometerse? No, miedo a sufrir
En el fondo, dijo la profesional, el miedo al compromiso esconde otro miedo más profundo: el miedo al sufrimiento. “Tememos que nos lastimen, nos abandonen, nos limiten o nos hagan sentir vulnerables. A veces también tenemos miedo de que alguien descubra quiénes somos realmente”.
Por eso, muchas personas se sabotean: eligen relaciones imposibles, evitan mostrarse como son o se refugian en el “no quiero nada serio”. Sin embargo, negar la vulnerabilidad también significa cerrar la puerta a la intimidad.
Un nuevo amor
La psicóloga reconoció que los jóvenes de hoy tienen una forma distinta —y más libre— de vincularse. Ya no hay una única manera de estar en pareja ni etapas que deben cumplirse en orden.
“Hoy las mujeres, por ejemplo, priorizan otros proyectos antes que formar una familia. Y también hay varones más comprometidos con el respeto y la equidad. Eso es un cambio positivo”, destacó.
Sin embargo, esa libertad también puede generar desorientación: ¿hacia dónde vamos con nuestros vínculos?, ¿qué queremos construir realmente?
Repensar el compromiso puede ser una manera de reconectarnos con lo esencial: el deseo de construir vínculos reales, con libertad, pero también con responsabilidad emocional; es decir, comunicar con claridad lo que se busca, lo que se siente y lo que no se está dispuesto a ofrecer.
Cómo empezar a cambiar: autoconocimiento
En ese sentido, el trabajo terapéutico, explicó Arias, no busca ofrecer consejos mágicos, sino promover un proceso de autoconocimiento profundo. “Se trata de reconocer mi historia afectiva, entender cómo me vinculo y decidir si quiero seguir haciéndolo igual. Ese es el verdadero compromiso: conmigo mismo primero”.
Mientras tanto, vale la pena hacerse algunas preguntas sinceras:
- ¿Estoy evitando involucrarme por miedo a perder mi libertad o por miedo a sufrir?
- ¿Estoy eligiendo vínculos que me hacen bien o me refugian en lo fácil y fugaz?
El miedo al compromiso no es señal de debilidad, sino una oportunidad para entenderse mejor. Y, quizás, para descubrir que amar no es perder libertad, sino compartirla.