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26 de Junio,  Salta, Centro, Argentina
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No bajemos nunca los brazos

Viernes, 18 de octubre de 2024 01:24
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Esto no pretende ser un escrito técnico ni una pieza literaria. sino solo un pensamiento expresado por escrito. Un testimonio.

Soy una persona con muchos años vividos, vividos, Bien. mal o regularmente vividos. Y sigo creyendo en el futuro, aunque muchas expectativas del pasado se frustraron. Me tocó vivir la época de la poliomielitis, el sarampión, las paperas; últimamente las epidemias más modernas como los males transmitidos por el mosquito: el dengue, la cinking dunia, etc. y la que ya parece, permanente, la COVID.

Cursé el primario en una escuela rural pública, el secundario en escuela pública y en un colegio religioso. La universidad, pública.

Viví en un pueblo muy hermoso de Jujuy, en la ciudad de Salta, en la ciudad de Tucumán, en Córdoba, También viví en Bolivia, en el departamento de Santa Cruz.

Me tocó vivir en Democracia, en gobiernos de facto (militares).

Fui detenida como consecuencia de un golpe militar y viví en el exilio 10 años. Como muchos argentinos y salteños. Los que éramos militantes de los Derechos Humanos, y, en mu caso, los derechos de los trabajadores. Fui parte de los que sobrevivimos, y luego pudimos volver a la Argentina y a Salta.

Participé en activismo estudiantil, pertenecí a centro de estudiantes, fui presidente de un centro de Estudiantes de la Facultad de Derecho de Córdoba. Ejercí la profesión, privada, muchos años, fui asesora de gremios de empleados y obreros. Fui juez laboral en Salta.

Fui constituyente en la provincia en la última reforma constitucional. Participé en numerosas conferencias nacionales e internacionales, como disertante en temas laborales y ambientales.

Fui docente, y sigo siendo docente.

Escribí mucho; artículos y libros, sobre todo, de Derecho ambiental y Ambiental.

Ahora para una parte de la juventud formo parte de los viejos que nos dicen inútiles, pasados de moda y, en política, algún joven nos calificó como "viejos meados".

Quisiera verlos a ellos a esta, mi edad. Claro que yo nos los veré, pero a los que los vean, me gustaría que los describan sobre qué dejaron para sus contemporáneos y para la humanidad toda.

Pasamos temblores, terremotos, sequías, inundaciones.

O sea, formamos parte de los que las hemos visto a todas. Y hemos visto la evolución de la sociedad y el país.

¿Hemos evolucionado? Seguramente sí, en ciencia y tecnología. Ahora tenemos muchísimos tratamientos médicos, y la IA, pero retrocesos y estancamientos, también.

Las tormentas de la economía siguen generando pobreza. Carencias visibles y no tanto. Por falta de alimentos, de agua potable, de educación de calidad, por el deterioro de la salud, por la falta de viviendas dignas.

Son los que solo pueden compartir hambre, tristeza y droga. Eso sí, mucha droga para suplir todas las carencias. Antes era lujo de unos pocos, ahora es de consumo diario de niños y adolescentes.

Así estamos. Y me pregunto qué podemos hacer nosotros los mayores; los que dejamos este mundo cada vez más confuso.

Los que hicimos y fomentamos estas democracias cada vez más amenazadas en el mundo contemporáneo; esta educación cada vez más vacía y sin contenidos reales. Este ambiente totalmente degradado y, como todavía no pudimos destruir todo, legislamos para que se pueda seguir destruyendo impunemente. Los jueces se adecuan a estos tiempos de fomentar la destrucción ambiental.

¿Qué podemos hacer los que vemos todo esto? Preocupados, hacemos un reconocimiento de los males que produjimos y que tenemos el deber de recomponer.

¿Qué podemos recomendar, hacer efectivamente, señalar, participar?

Creo que se debe comenzar por rever el sistema educativo. Procurar que las mejores técnicas, los métodos más adecuados, participativos, y modernos se apliquen para la educación.

Que los medicamentos sean para todos.

Desde esta larga e intensa experiencia de vida, invito a todos a cuidar la casa común, porque el futuro encierra demasiadas incógnitas, y si pensamos en toda la humanidad tenemos que pensar en la juventud.

Nos queda la vocación por compartir experiencias para no se repitan los errores. Cuidar la vida.

No vivir en el pasado, ni del pasado, sino reconocerlo, valorarlo, en su integridad, en lo malo y en lo bueno.

Mirando siempre al futuro, el cercano y el más lejano; en las generaciones futuras, para que tengan con qué continuar la vida.

En este siglo XXI, cientos de miles de personas atraviesan la necesidad de migrar y abandonan sus países, sus afectos, su familia. Son las víctimas de la violencia en todas sus formas: la miseria, la alteración del clima, de la fauna y de la floresta, la guerra, las dictaduras, el racismo, la xenofobia.

¿Dónde quedaron nuestras esperanzas de un mundo y un país equitativos, gobernados por la libertad y encaminados a una mejora constante de la calidad de vida?

¡Pensemos todos, razonemos todos, actuemos todos, para la vida dignificarnos todos!

No nos creamos la torpeza de los que nos califican como "viejos meados". La experiencia es sabiduría, un tesoro a compartir con todos los que creemos en el futuro.

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