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Milei aprende a negociar para polarizar con Cristina

Jueves, 24 de octubre de 2024 02:29
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Hace casi exactamente un año Javier Milei obtenía el 29,9 % de los votos en la primera vuelta de las elecciones presidenciales y con ese caudal, un boleto para participar en el balotaje de noviembre que lo convertiría en presidente de la Argentina, primer capítulo de la reconfiguración del sistema político.

En estos días, cuando la mayoría de los estudios de opinión pública destacan una caída de popularidad de Milei y de su gobierno conviene recordar cuál es el capital con el que empezó. Hoy ningún estudio le adjudica menos de 40 % de respaldo (en general, oscilan entre ese mínimo y 46 %), lo que evidencia que el presidente no ha perdido apoyo de su electorado propio y retiene parte del que se le agregó en la segunda vuelta.

En los diez meses que lleva gobernando, Milei ha conseguido convertir el equilibrio fiscal ("déficit cero") en un logro sostenido y lo ha promovido a la condición de vértice de convergencia social, una base común desde la cual construir. Ese objetivo parece a esta altura compartido por buena parte de las fuerzas políticas y de los gobernadores. Hoy sólo algunos discuten el carácter fundante del equilibrio fiscal. Lo que no equivale, por cierto, a decir que impera la unanimidad, ya que a partir de ese punto de coincidencia lo que se pone en discusión son los procedimientos y la distribución de los esfuerzos. El presidente se empeña en la aplicación rígida de dogmas anarcocapitalistas y concibe el equilibrio sobre la base de reducir las funciones del estado exclusivamente –como lo formuló al presentar el proyecto de Ley de Presupuesto- a "asegurar la estabilidad macroeconómica y el imperio de la ley. Cualquier otra cuestión puede resolverse a través del mercado o es competencia de los gobiernos subnacionales". Milei no aspira a corregir el modelo anterior, sino a cortarle el oxígeno, dejarlo librado a su suerte o acelerar su descomposición. En este punto no encuentra suficientes socios.

Los gobernadores que se han mostrado dispuestos a colaborar con el gobierno central, además de cuestionar las cifras de ajuste que el presidente les reclama, subrayan funciones de las que el gobierno quiere abstenerse: el proyecto de Presupuesto no contempla, por ejemplo, obras públicas acordadas con la Casa Rosada ni el mantenimiento y construcción de rutas nacionales, tareas para las que el estado central tiene asignados fondos específicos.

La educación, la salud y el sistema jubilatorio reclaman -a través de los amplísimos sectores sociales involucrados en ellos- que el esfuerzo pase primero por otros actores y otros rubros.

Con bloques legislativos pequeños y sin anclajes territoriales propios, al gobierno le cuesta conseguir aliados para imponer su agenda más exigente al tiempo que su principal base de apoyo –la opinión pública- muestra algunos signos de desaliento.

En septiembre Milei se involucró personalmente en el reclutamiento de aliados para defender el veto que había impuesto al cambio de la fórmula de ingresos jubilatorios. Ese esfuerzo se coronó el miércoles 11 con un importante triunfo en el Congreso, que le permitió evitar un rechazo legislativo que habría erosionado fuertemente la confianza en su gobierno. Para alcanzar ese éxito tuvo que trocar las prolijas fórmulas de la economía austríaca por los tratos pampa de la política criolla y resignarse a protagonizar reuniones "de casta", con la misión de convertir a "degenerados fiscales" en héroes y consolidar en otros una novísima fe liberal-libertaria. París bien vale una misa.

Empujado por las circunstancias intentaba componer una apoyatura más amplia. No intentaba una reconfiguración política; apenas probaba algunos movimientos sensatos de adecuación, supervivencia y reagrupamiento.

Pero el decorado cambió velozmente. Dos días después de aquel éxito el gobierno no pudo impedir que más de dos tercios de la Cámara anularan el decreto de necesidad y urgencia que había otorgado fondos extraordinarios a la Secretaría de Inteligencia ni que se sancionara la ley de financiamiento universitario que el presidente había prometido vetar. Sin fuerza propia ni una coalición consolidada, el oficialismo se ve obligado a negociar asunto por asunto y se ve sometido a lo que Karina Milei llamó "extorsiones".

Por eso es comprensible que los libertarios hayan celebrado con euforia dos sábados atrás, en Parque Lezama, haber conseguido personería política nacional para su marca: ahora ya no deberán depender, como en los comicios pasados, de personerías ajenas (algunas genuinas, otras truchas) para ejercitar su musculatura electoral. Así como apela cuando lo cree necesario a la tecnología de la política criolla (o "de la casta", en términos libertarios), el gobierno trabaja con la mirada puesta en las urnas de octubre del año próximo. Calcula que allí conseguirá engrosar significativamente sus magras fuerzas legislativas.

Todo depende de lo que se entienda por "significativo". Sin duda aumentará sus diputados. De las 127 bancas que estarán en juego, el mileísmo, que hoy contabiliza 39, sólo pone en juego ocho (como punto de comparación, Unión por la Patria, hoy primera minoría con 99 bancas, arriesga 68). Si en el comicio obtuviera un porcentaje semejante al que consiguió en la primera vuelta de un año atrás (un resultado que hoy en el gobierno considerarían muy modesto), el bloque llegaría a superar los 60 integrantes en un cuerpo que cuenta con 257. Se trataría de una fuerte suba, aunque en principio no luzca decisiva.

Si persisten los niveles de fragmentación que hoy muestra el sistema político y un oficialismo engrosado consigue armar un sistema de alianzas más o menos firme, desde esa posición de minoría numerosa (eventualmente primera minoría) podría llegar a contener y manejar la Cámara de Diputados dotándose de una cuota más alta de gobernabilidad.

En el Senado los avances serían más acotados, aunque importantes. Suficientes para que el peso que ha ejercido Unión por la Patria en la Cámara Alta con sus casi dos tercios quedaría sensiblemente disminuido.

El acto de Parque Lezama estuvo destinado a reforzar el núcleo duro de los seguidores libertarios. Milei retomó su más tono combativo, aunque introdujo algunos cambios de guión ("¡Acá estamos nosotros para defender el peso!", exclamó esta vez borrando el incómodo recuerdo de que el peso "es un excremento". Prometió "sólo buenas noticias de aquí en adelante" y ciertamente en estos días puede ofrecer algunas, como el éxito del blanqueo y el estrechamiento de la brecha cambiaria). Ese Milei recargado en intensidad incorporó un nuevo personaje al elenco de la casta al que suele dedicar sus improperios. Los nuevos malvados serían los consultores de opinión pública. Sucede que la gran mayoría de las encuestas registra caídas en la valoración de su persona y de su gobierno y muchas de ellas lo muestran en rojo, con predominio de las opiniones negativas sobre las positivas. "¡No se dejen desanimar!", requirió el presidente a sus fieles, aunque las encuestas indicarían que esos seguidores no se han desanimado: siguen firmes en el respaldo; en todo caso es una cuota de quienes lo votaron en noviembre, en la segunda vuelta, la que toma distancia.

Además de trabajar por ampliar y disciplinar su propio jardín, el oficialismo procura fogonear una polarización, endureciendo el discurso y tomando como oposición emblemática al kirchnerismo. Milei parece convencido de que la inflexibilidad lo favorece políticamente y apuesta a que la intransigencia en su programa de ajuste lo convierte en un eje de reagrupamiento frente a un paisaje político de dispersión en el que él se encarga de pintar como amenaza al kirchnerismo. Cristina Kirchner ha salido a torear al presidente buscando monopolizar el rol de principal figura opositora, un papel que Milei se muestra dispuesto a otorgarle, pues estima (y muchas encuestas le dan la razón) que el nombre de ella empuja a la mayoría de la opinión pública a disculparle cualquier pecado al gobierno

La señora de Kirchner asume satisfecha el papel de sparring, que apalanca su protagonismo: polarizar también es buen negocio para ella; ambos quieren echarle "flit" a las ofertas que buscan diferenciarse de uno y de otro. Ambos dan por sentado que un sistema de dos polos protagonizado por ellos sería ordenador.

 

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