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26 de Junio,  Salta, Centro, Argentina
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El delicado equilibrio

Sabado, 05 de octubre de 2024 01:48
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En abril de este año el gobierno de Javier Milei podía mostrar como un logro de su gestión haber achicado pronunciadamente la tasa de riesgo país a 1148 puntos básicos desde los 2719 que ese indicador había alcanzado sólo seis meses antes. Pero desde abril hasta hoy aquella calificación no sólo no ha seguido cuesta abajo, sino que ha remontado y merodea actualmente los 1300 puntos básicos.

Ese es el excedente sobre la tasa de los bonos soberanos estadounidenses que el mercado exigiría a la Argentina si estuviera dispuesto a financiarla (algo que esa dimensión de riesgo en los hechos proscribe).

Tanto el gobierno como la mayor parte del elenco de economistas profesionales asignan motivos económicos, actuales o pretéritos, a la tasa de riesgo. Para los técnicos que observan la situación fríamente, la causa del riesgo reside en que no hay dólares para pagar los vencimientos de deuda, no hay reservas y sin dólares no se puede pagar la deuda. Desde ese enfoque la insuficiencia de dólares obedece a la persistencia de una política cambiaria que desalienta la liquidación de exportaciones y a la subsistencia de las restricciones cambiarias, es decir, del cepo.

Uno de los analistas más escuchados en el mercado, Ricardo Arriazu, invitado por el Rotary Club, expuso sin embargo argumentos que convergen con la lógica del gobierno e introducen en la discusión la variable política: "La mayoría de los economistas -dijo- cree que hay que devaluar. Yo creo que no, creo que, si devaluamos, se acabó todo el programa, se acabó Milei, se acabó todo".

He aquí una explicación plausible para la atención casi monotemática del gobierno con la economía en general y con la inflación en particular. Una devaluación fatalmente embestiría contra el principal activo político con el que cuenta Milei, que es la prometida (y hasta aquí cumplida) rebaja constante de la inflación.

La persistencia del cepo, cuestionada por una legión de economistas profesionales, es una consecuencia de esa prioridad absoluta, que le permite al presidente mantener su capital ante la opinión pública aún cuando, como enumeró Arriazu, "cayó el salario real, cayó el empleo, cayó la actividad económica".

El gobierno sabe que suspender las limitaciones que impone el cepo determinaría una presión sobre las reservas que empujaría a la devaluación con la que –como avizora Arriazu- se terminaría todo, en primer lugar, el poder del presidente. Arriazu evocó en su presentación rotariana que dos hiperinflaciones estuvieron precedidas por la decisión de aplicar un cambio libre y de "flotar sin reservas y sin confianza".

La alusión de Arriazu a la "confianza" nos traslada ya principalmente al territorio de la política. No se trata sólo de mostrar destreza técnica y eficacia en el manejo de variables económicas y financieras (aunque sea lógicamente bienvenida), sino de generar una plataforma de sustentabilidad y un horizonte previsible que den fundamento y contribuyan a definir un programa de reformas y crecimiento.

Probablemente también escenifica la debilidad de la estructura que respalda al poder libertario, un factor de riesgo político que suele reflejarse en los mercados.

El diagnóstico de Arriazu indica la fragilidad del piso sobre el que debe moverse el hiperpresidencialismo de Milei. En rigor, una fragilidad que amenaza a la Argentina que simultáneamente tiene ante sí la perspectiva del superávit energético, de la expansión de sus exportaciones, del desarrollo federal alimentado con grandes inversiones.

No se trata sólo de mostrar destreza técnica y eficacia en el manejo de variables económicas y financieras (aunque sea lógicamente bienvenida), sino de generar una plataforma de sustentabilidad y un horizonte previsible que den fundamento y sostén al programa de reformas mientras se despliega la transición. Se trata de construir un nuevo sistema político.

 

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