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En 1837 Alexis de Tocqueville, en su libro "La democracia en América", decía: "No es que los Estados Unidos sean el futuro del mundo. Lo que sucede es que Estados Unidos es el país del mundo donde el futuro llega primero". Por esa razón cabría afirmar que el triunfo de Donald Trump en las elecciones estadounidenses son el acontecimiento más importante de la política mundial de este año 2024.
La victoria de Trump es consecuencia de este cambio de época signado por la Cuarta Revolución Industrial, cuya expresión emblemática es la inteligencia artificial. Las mayores empresas del mundo y los nuevos multimillonarios son parte de la economía del conocimiento. Bill Gates, el creador de Microsoft, ha hecho escuela. Mark Zuckerberg (fundador de Facebook, hoy Meta) era su principal discípulo hasta que irrumpió Elon Musk, quien basa su condición de hombre de negocios en su visión estratégica.
Según Musk, después de la integración planetaria la Humanidad no sólo que no retrocede hacia una presunta desglobalización sino que avanza hacia una post- globalización, simbolizada por la conquista del espacio. Para Musk la Tierra necesita un "back up" para garantizar la supervivencia de la civilización ante una posible catástrofe ecológica. En su visión, propia de un "estadista libertario", que centra en la empresa privada y no en los estados las respuestas a los desafíos de la época, cada problema es también una oportunidad de negocio. Así nace Space X, cuyo objetivo es la colonización de Marte (con una etapa intermedia en la Luna) y que mientras tanto impulsa el turismo espacial.
Esa misma concepción inspiró el nacimiento de Starlink, que empuja la expansión de la conectividad y la llegada de Internet a todos los rincones del planeta. Neuralink es otra idea de Musk, fundada en la búsqueda y el aprovechamiento de la conexión entre el cerebro humano e Internet. Open AI, una compañía de la que Musk fue cofundador, fue la creadora del chat GPT, cuyas sucesivas versiones, cada vez más sofisticadas, multiplican las posibilidades de adquisición de conocimientos. Para Musk, Twitter (X) es el "Ágora global", una réplica aumentada del escenario de la "polis" griega de la Atenas del siglo V A.C, cuya irrupción marca el tránsito desde la democracia directa presencial hacia una nueva democracia directa digital.
El panorama internacional está caracterizado entonces por la contradicción entre un cambio tecnológico incesante y la subsistencia de estructuras políticas, económicas, sociales y culturales previas a esa transformación. En este escenario los gobiernos tienden a perder el control de los acontecimientos y, por lo tanto, a defraudar las expectativas de las sociedades, lo que genera un descontento colectivo que en términos electorales beneficia a las oposiciones. Esto explica que de la treintena de contiendas presidenciales realizadas en el hemisferio americano en los últimos años, los candidatos de la oposición triunfaron en veinticinco.
Este cambio tecnológico coincidió con el agotamiento de la era del unipolarismo estadounidense. Hay un desplazamiento del eje de la economía mundial desde el Norte hacia el Sur, desde Occidente hacia Oriente y desde el Atlántico al Pacífico. El impacto de este deslizamiento se refleja en Occidente con una crisis política generalizada y el auge de las llamadas "derechas alternativas" que cuestionan los sistemas tradicionales.
Ese giro geopolítico no invalida la sentencia de Tocqueville sobre la condición de Estados Unidos como anticipador del futuro mundial. Pero también en Estados Unidos sobresale el contraste entre el sistema político y el cambio tecnológico. En la opinión pública esta percepción está unida a la idea de que Estados Unidos está en decadencia, ha perdido relevancia global y corre el serio riesgo de dejar de ser la primera superpotencia. De allí la resonancia alcanzada por las consignas agitadas por Trump de "America First" y "Make America Great Again" (MAGA).
Vance, un sucesor a la vista
Para interpretar el devenir de este novedoso paisaje conviene focalizar la atención en el vicepresidente electo, James David Vance, de 40 años, un probable futuro presidente de Estados Unidos. Oriundo de Ohio, uno de los estados del "cinturón del óxido", víctimas del proceso de desindustrialización que afectó a esa región a partir de la década del 80 por el éxodo de fábricas al exterior, ganó fama como autor de un "best seller" que narra las peripecias de su vida en aquellos años difíciles.
Tras una etapa de duro esfuerzo personal Vance logró recibirse de abogado y comenzó una exitosa carrera profesional, cimentada en su trabajo con Peter Thiel, el personaje central de Open AI, que le posibilitó convertirse en un inversor de riesgo en empresas de alta tecnología. Excombatiente en Irak, y después de su salto a la política, que le valió ganar la senaduría por Ohio, protagonizó un acontecimiento poco común: su conversión pública al catolicismo, que según declaró obedeció a una lectura de San Agustín.
Ese perfil intelectual, con una visión ideológica influida por la doctrina social de la Iglesia y autodefinida como "post-liberalismo", erigen a Vance en una figura que procura conceptualizar el discurso político de Trump, un presidente que constitucionalmente no tiene derecho a la reelección, lo que coloca a su lugarteniente en un lugar privilegiado a la hora de su sucesión, una alternativa que perpetuaría la continuidad del "trumpismo" más allá de su creador.
Pero Estados Unidos ya no es el único actor determinante de la política mundial. Ahora también está China. Entre ambos existe una relación de competencia y cooperación simultáneas, determinada por la interpenetración económica. Esto de ninguna manera elimina la disputa por el liderazgo global, pero impone límites que las dos partes están obligadas a respetar.
El paradigma es el propio Musk. La segunda fábrica de Tesla en el mundo está situada en Shangai y es la segunda compañía de automóviles eléctricos en el mercado chino, el más importante del mundo.
La primera empresa en ese rubro es BYD, una compañía china en la que Warren Buffet, el mayor inversor financiero estadounidense, tiene el 30% de las acciones.
Para indagar sobre la estrategia de Trump en esta disputa conviene atender al relato de Henry Kissinger sobre la "teoría del loco" que en su momento le explicara personalmente Richard Nixon: "Hay ocasiones que merece la pena volverse un poco loco". Para Nixon la posibilidad de que el presidente de la primera potencia nuclear pudiera padecer alguna alteración mental ayudaba a imponer respeto entre sus enemigos. En 1987, antes de lanzarse a la arena política, en su libro "El arte de negociar", Trump sostenía que "mostrar dureza, confrontación, fortaleza, fuerza a otras personas a prestarte suficiente atención".
Esta apreciación sobre el valor de las amenazas en el lenguaje de Trump incluye sus afirmaciones sobre el proteccionismo industrial y la elevación de los aranceles a las importaciones. Si bien algunas medidas de este tipo pueden ser aplicadas en el corto plazo como parte de una estrategia de golpear para negociar, conviene consignar el hecho novedoso de que el despliegue de las nuevas tecnologías en el aparato productivo provoca una drástica reducción de la incidencia de la mano de obra en el costo final de los productos.
Esta mutación, unida al compromiso de Trump de eliminar las restricciones legales que traban la producción petrolera, para disminuir el costo de la energía, y de reducir la carga impositiva a las empresas, abre las puertas para que las compañías que antes trasladaban sus plantas al exterior para beneficiarse con los salarios más bajos, revaloricen las ventajas de estar más cerca de los grandes centros de consumo, lo que posibilitaría un proceso de reindustrialización en Estados Unidos.
En ese contexto cabe pronosticar que Trump apuntará a un endurecimiento táctico para mejorar la relación de fuerzas con China a fin de negociar en las mejores condiciones posibles. Pero más allá de las especulaciones coyunturales, lo esencial es que el cambio de época es un hecho históricamente irreversible. Ya no es posible ninguna vuelta atrás. Todas las fuerzas políticas del mundo tendrán que tomar nota y adecuarse a las circunstancias.