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Peter Zeihan, en su libro "El fin del mundo es sólo el comienzo. Cartografía de colapso de la globalización" -más allá de algunos sesgos, de una pobre calidad literaria, y de un exceso de afirmaciones indocumentadas-, desarrolla un hecho irrefutable: la abrupta caída demográfica global.
Aunque es un tema del cual se habla poco, los seres humanos nos encontramos en medio de un marcado proceso de disminución poblacional; proceso que se inició cerca de 1980. Así, en ambientes académicos e instituciones de pensamiento relevantes, es cada vez más frecuente ver ensayos y trabajos que versan sobre "La Era de la Despoblación".
Una fuerza poderosa impulsa este fenómeno: la reducción global en el deseo de tener hijos.
Cambio de rumbo
Como regla general, la tasa de reemplazo -en países ricos con alta esperanza de vida- es de 2,1 nacimientos por mujer. Según la División de Población de la ONU, en este momento, al menos dos tercios de la población mundial vive en países con tasas por debajo del nivel de reemplazo. En muchos países ya se registra una mortalidad neta, o sea, una mayor cantidad de fallecimientos que de nacimientos.
Por ejemplo, en 2023, Japón registró 1,3 nacimientos por mujer; China 1,05; Taiwán 0.85; y Corea del Sur un escalofriante 0,7; 65% por debajo de la tasa de reemplazo. Indonesia, el cuarto país más poblado del mundo, quedó por debajo de su tasa en 2022. Filipinas reporta sólo 1,9 nacimientos por mujer. En Tailandia, las muertes superan a los nacimientos y la población está disminuyendo. Lo mismo sucede en India -hoy el país más poblado del mundo-; así como en Nepal y Sri Lanka.
Los mismos descensos se verifican en América Latina y el Caribe. La ONU ha calculado la fertilidad general para la región en 2024 en 1,8 nacimientos por mujer, un 14% por debajo del nivel de reemplazo.
El fenómeno llegó también al norte de África y a Oriente Medio donde, por mucho tiempo se supuso que la fe islámica serviría como baluarte contra caídas de la fertilidad. Irán es una sociedad por debajo del reemplazo desde hace un cuarto de siglo y, en Turquía, la tasa de nacimientos en Estambul en 2023 fue de solo 1,2 bebés por mujer.
Rusia pierde 17 millones de habitantes por año y los 27 países de la actual Unión Europea están, hoy en día y en promedio, un 30% por debajo del nivel de reemplazo.
Estados Unidos registró algo más de 1,6 nacimientos por mujer en 2023 pero, en contrapartida, cuenta con un flujo constante de inmigrantes por lo que muestra una dinámica algo diferente. Aun así, la Oficina del Censo proyectó que la población de Estados Unidos alcanzaría su pico alrededor de 2080 para luego declinar.
El único lugar importante que queda contra esta ola global de niveles de natalidad decrecientes es el África subsahariana. Con casi 1.200 millones de habitantes y una tasa de fertilidad promedio de 4,3 nacimientos por mujer, la región es un bastión significativo de los patrones de fertilidad que caracterizaron a los países de bajos ingresos durante la explosión demográfica de mitad del siglo XX. Pero, incluso ahí, la tasa ha caído de 6,8 nacimientos por mujer a los 4,3 actuales; y sigue cayendo.
En Sudáfrica, los niveles de natalidad están apenas por encima del reemplazo, con muchos otros países del sur de África que muestran la misma tendencia.
El poder de la elección
La reducción de la tasa de mortalidad infantil; un mayor acceso a la anticoncepción; el aumento de las tasas de educación y de alfabetización; y el incremento de la participación de las mujeres en la fuerza laboral; son todas razones que explican -en parte- esta tendencia global.
También -en todo el mundo- impera un fuerte cuestionamiento a la "idea de familia" así como una fuerte ruptura con los "mandatos culturales". Los jóvenes cada vez valoran más su autonomía individual, su autorrealización y la comodidad. Desde ese punto de vista, los hijos son un inconveniente.
En 1994, el economista Lant Pritchett demostró que existe una correspondencia casi de uno a uno -en casi todo el mundo- entre los niveles de fertilidad registrados y la cantidad de bebés que las mujeres dicen querer tener. Este hallazgo subrayó el papel central de la decisión humana en el patrón de fertilidad.
Así, la extinción de las líneas familiares podría estar a tan sólo una o dos o tres generaciones de distancia; dependiendo del país del que se trate. No mucho más.
"Terra ignota"
Esta despoblación alterará el equilibrio de maneras impredecibles. Dos incógnitas destacan por sobre las demás: cuán rápido y con cuánta habilidad las sociedades en proceso de despoblación se adapten a estas nuevas circunstancias desconocidas; y cómo el fenómeno afecte cada moral nacional.
La mayor parte del PIB mundial es generada -hoy- por países que se encontrarán en proceso de despoblación en apenas una o dos generaciones. Si estas sociedades no logran adaptarse rápido pagarán un precio enorme, primero en forma de estancamiento económico y luego, casi seguro, en forma de crisis financiera y socioeconómica.
Si suficientes sociedades en proceso de despoblación no logran adaptarse, sus luchas arrastrarán la economía global.
El escenario de pesadilla sería una zona de economías grandes en proceso de despoblación, congeladas en una esclerosis o en un declive perpetuo debido al pesimismo, la ansiedad y la resistencia a los cambios; una fragmentación geopolítica en bloques con regiones en pugna; y guerras por recursos por doquier.
Esto podría conducirnos a un mundo distópico y sombrío donde la mayor parte de los países desarrollados se enfrenten -casi al mismo tiempo- a un colapso del consumo; a la fractura de las cadenas de valor, la logística y el transporte; la producción global y nacionales; y al colapso del sistema financiero mundial. Incluso si las sociedades en proceso de despoblación lograran adaptarse con éxito a las nuevas circunstancias, tampoco hay garantías de que lo hagan en el plazo en el que lo demandan estas fuertes tendencias demográficas.
En verdad nada garantiza que todas las sociedades puedan navegar con éxito la turbulencia que causará la despoblación. La resiliencia y la cohesión social son factores que suelen ayudar en estas transiciones tan duras pero muchas sociedades son bastante menos resilientes y cohesionadas que otras.
Y, para lograr avances económicos y sociales a pesar de la despoblación, serán requeridas reformas gubernamentales, corporativas, institucionales y sociales sustanciales. Programas de reformas mucho menos ambiciosos han fallado -y fallan-, por falta de visión y de liderazgo estratégico, mala planificación, y por la política.
La verdadera pregunta -el verdadero misterio-, es qué ocurrirá. Nunca en la historia de la humanidad un interregno afectó a tantos países y a tantas culturas en una franja tan amplia del planeta.
Ni siquiera durante el solapamiento de tres épocas icónicas que fueron la caída Imperio romano en el año 476 de la era cristiana; el surgimiento y expansión de la fe musulmana desde La Hégira -la migración de Mahoma de La Meca a la ciudad de Medina- en el año 622 hasta la caída del Califato de Córdoba y de la dinastía Omeya en el año 750 y; sobre todo, el apagón cultural y tecnológico de la Edad Oscura europea durante los siglos VI a XI.
Este enorme solapamiento en el tiempo de estas tres épocas no favoreció la conservación de la tecnología, mucho menos su avance. Menos con la posterior aparición de la Peste Negra entre los años 1347 y 1351. En esos cinco años, un tercio de la población que habitaba el suelo europeo, ruso y norteafricano fue aniquilada, y las densidades de población no se restablecieron durante ciento cincuenta años.
Un nuevo capítulo
La era de la despoblación parece estar cerca. El envejecimiento acelerado y la disminución pronunciada de la población humana podrían marcar el final de una Era de Oro en la historia humana -los últimos ochenta años- y el comienzo de otro ciclo; quizás uno bastante menos extraordinario que el anterior.
La despoblación transformará a la humanidad de una manera profunda, incluso en formas no podemos dimensionar, o siquiera prever.
En el pasado, la humanidad supo encontrar formas de enfrentar la escasez material e intelectual y de trazar el camino hacia una prosperidad cada vez mayor. Se podría lograr lo mismo otra vez, sin importar si las poblaciones crecen, disminuyen o si quedan estables. La demografía tiene un devenir matemático, pero no es un destino. La decisión humana -el motor detrás del descenso actual de la natalidad a nivel mundial-, tiene el potencial de convertirse en una fuerza positiva igual de poderosa mañana; tanto como es negativa hoy.
La humanidad domina el planeta, explora el cosmos y sigue transformándose a sí misma porque los humanos somos la especie más inventiva y menos adaptable del mundo. Pero se necesitará más que inventiva y adaptabilidad para enfrentar -y, si se quiere, revertir- las consecuencias no deseadas de las decisiones sobre fertilidad que venimos tomando hace décadas.
Dicen que a veces la realidad copia a la ficción. Si la humanidad siguiera por este camino, no va a faltar un régimen totalitario y creativo que busque convertir en realidad la pesadilla imaginada por Margaret Attwood, en "El cuento de la criada". Ojalá que no. Ojalá.